Pocos gobiernos fueron tan contrarios a la entrada de refugiados a la Unión Europea como el húngaro. El país, arrastrado a la derecha radical de la mano de Viktor Orbán y con la atenta mirada de Jobbik en segunda línea política, valló su frontera con Serbia, de forma temprana, durante los primeros meses de la crisis de refugiados. Desde entonces, ha sido uno de los más beligerantes contra cualquier tipo de sistema de cuotas o de aceptación de nuevos migrantes. Y sin embargo, ahora, casi un año después, Hungría necesita más inmigrantes. Así parece entenderlo el gobierno de Orbán.
Lo cuenta The Washington Post: el ejecutivo magiar estudia implantar una ley que permita a trabajadores extranjeros asentarse en Hungría de forma temporal. La medida chocaría con el relato nacionalista y anti-inmigración desarrollado por Orbán desde su llegada al poder, y exacerbado desde que la oleada de refugiados provenientes de Oriente Medio y África sacudiera los propios cimientos de la Unión Europea. En su momento, Orbán construyó el primer muro fronterizo (pero no el último) de un país comunitario, y protegió con celo el acceso de los migrantes al interior del país (de paso y no de destino).
Sus medidas fueron más allá. Hungría, según diversos informes de organizaciones humanitarias, encarceló a numerosos migrantes de forma masiva e indiscriminada. La actitud dura del gobierno de Orbán destacaba en el interior de la Unión Europea: pese a enmarcarse dentro del contexto receloso y tendente al nacionalismo étnico de los gobiernos de Europa del Este, ninguno tomaba medidas tan expeditivas. En perspectiva histórica, el gobierno húngaro es uno de los muchos que ha hecho de la defensa de "Hungría para los húngaros" un pilar central de su muy exitoso relato electoral. Pero tenía sus fallas.
La principal: Hungría sí necesita más inmigrantes. El programa planteado por Orbán aceptaría a "trabajadores invitados" siempre y cuando estuvieran en condiciones de adaptarse a la vida cultural y social de Hungría. O lo que es lo mismo, siempre y cuando no fueran musulmanes. Numerosos gobiernos de Europa del Este, como el socialista de Fico en Eslovaquia, señalaron en su momento que estarían dispuestos a aceptar refugiados siempre y cuando fueran cristianos. Para el gobierno húngaro, aceptar inmigrantes musulmanes sería insostenible tras haber cerrado la frontera alegando cuestiones de seguridad.
Los húngaros se van, ¿quién los va a sustituir?
Pero si la retórica de Hungría contra los inmigrantes es tan belicosa, ¿por qué se plantea su ejecutivo aceptar su entrada, aunque muy limitada? Por un motivo semejante al de otros países europeos. Hungría ha observado cómo su tasa de natalidad ha caído de forma sistemática durante las dos últimas décadas. El patrón es similar al de los estados del sur de Europa y al del resto de países de Europa del Este, cuyo estado de salud demográfico es precario. Cada vez hay menos húngaros, y habrá menos en el futuro. Si Hungría quiere que su economía siga creciendo, necesitará trabajadores extranjeros.
Sumado a lo anterior, cada vez más jóvenes húngaros están abandonando el país en busca de mejores oportunidades económicas. Durante los últimos seis años el número de húngaros emigrados al extranjero se ha multiplicado por seis. En la actualidad, se cree que hay entre 500.000 y 800.000 ciudadanos magiares repartidos por todo el mundo (la entrada en la UE y la libre circulación de personas ha favorecido el éxodo). Muchos de ellos, residentes ahora en Reino Unido o en Alemania, afirman no tener intención de regresar al país, cuya población, de unos 10.000.000, está cada vez más envejecida.
Hungría ha intentado revertir la tendencia. ¿Cómo? Ofreciendo dinero en metálico a aquellos húngaros que regresen a su país de nacimiento. A mediados del año pasado, el gobierno de Orbán inició un programa con el que dotaría de alrededor de 260 euros mensuales a los ciudadanos que recuperaran su vida en Hungría (dirigido específicamente a los jóvenes).
Los retos a los que se enfrenta Hungría son compartidos por sus vecinos en todo el continente europeo. Sin embargo, en Europa del Este, y muy especialmente en el país magiar, la inmigración es muy reducida, por lo que a duras penas puede sustituir a la fuerza laboral emigrada o retirada. Según Eurostat, sólo el 4,8% de la población húngara es inmigrante. Una cifra que el programa del gobierno aspiraría a aumentar, pero que tendría una compleja implantación: mientras tanto, Orbán ha anunciado un referéndum en el que los votantes decidirán si aceptan más refugiados de otros países UE. Posiblemente gane el no.
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