Si algo ha traído consigo la globalización de ciertos idiomas es que cada una de las lenguas aporte su seña de identidad residual en nuestra pronunciación en forma acento. Cada lengua o región deja una huella en el habla de sus habitantes difícil de eliminar y que revela su identidad en cuanto articula unas cuantas palabras, pero más allá de lo exótico, ¿nos perjudica de algún modo hablar con acento?
Dejando al margen los prejuicios infundados asociados con la geografía o procedencia, la duda va más allá de lo voluntario, de lo consciente. ¿Actúa nuestro cerebro de manera distinta según el acento de nuestro interlocutor? ¿Cambian la confianza o la credibilidad? Veamos si realmente nuestras neuronas nos la juegan según qué acento escuchemos.
El subconsciente en la contratación para un puesto de trabajo
Hay dos visiones de la influencia del acento en la decisión del contratante. Por un lado está el subconsciente, el cual sí puede recurrir a connotaciones, y por otro está el hecho de que la comunicación (en este caso, el habla) sea la base del trabajo y según qué acento ayude o no. Un criterio legal, de hecho, para no dar un puesto de trabajo, como recuerda en Monster Dianne Markley, profesora de la Universidad de Texas Norte (UNT) y autora de un estudio sobre la influencia del acento en una contratación.
Algo en lo que coincide Victor Arias, del departamento de diversidad de la consultora Heindrick & Struggles, que aunque recuerda que un profesional siempre procura que el acento no influya en su decisión de contratación, el subconsciente puede entrar en el juego para inclinar la balanza, y que es evidente que hay prejuicios asociados a los acentos. Algo que, como comenta Markley, "es situacional" y que puede ayudar o perjudicar.
Alguien con acento hispano puede ser considerado "menos educado" y alguien con acento británico puede ser visto como "más inteligente".
No obstante, Arias matiza que las empresas son conscientes de la importancia de la diversidad y dice no conocer ningún caso en los que el acento influya de manera determinante en la contratación. Eso sí, las personas de recursos humanos y demás responsables a la hora de las contrataciones tendrían que recordar la posible influencia del subconsciente a la hora de tomar las decisiones con el fin de atender de manera más objetiva a las cualidades del candidato.
Pese a las conclusiones de su estudio, Markley recuerda que el acento es parte de la personalidad de cada uno y que, por supuesto, no es nada negativo. Aconseja que se atienda más a cuidar la gramática y la dicción, así como la velocidad del discurso, y que pensar en si el acento está influyendo sólo añade más estrés durante la entrevista.
La sugestión por raíces
Hay, por tanto, dos niveles de análisis en cuanto a la influencia del acento según sea éste consciente o subconsciente. Es decir, por una parte está que el individuo tenga la idea de que existe una relación entre la personalidad y el acento (voluntariamente), y por otra está el hecho de que estas ideas preconcebidas se hayan asentado en el subconsciente y actúen sin que éste sea realmente consciente.
Para los psicólogos Morteza Dehghani y Pete Khooshabeh, y su equipo de investigadores de la Universidad de Southern California, existe una relación entre la cultura o procedencia del receptor y su interpretación según el acento del emisor. Una conclusión tras el trabajo sobre el que publica New Republic, en relación a si la interpretación de un discurso variaba según el acento de éste y a tenor de si el oyente era "monocultural" o "bicultural" (en función de si tiene uno o dos esquemas culturales completamente interiorizados, en este caso chino y americano).
La prueba, realizada en una muestra total de unos 140 individuos (teniendo en cuenta monoculturales y biculturales) consistía en atender a un video en inglés que explica qué tendrán que hacer los sujetos del estudio, algo aparentemente sencillo. El clip está protagonizado por un personaje de animación con rasgos entremezclados con el fin de que no se asocie a ninguna procedencia.
La narración indica que se mostrará la foto de unos peces nadando con el fin de que opinen sobre la situación del pez en cabeza (si está huyendo o si está liderando), pero el truco está en los dos tonos de la misma, o mejor dicho, dos acentos: americano y chino. De este modo lo que se quiso ver es si la interpretación de la foto variaba según la naturaleza del oyente y el acento.
Según los psicólogos, sí hubo una vinculación entre la naturaleza cultural del oyente y la interpretación según el acento, basándose en el colectivismo o individualismo asociado según se trate de la cultura china o norteamericana respectivamente. Ante la narración con acento chino, los sujetos chino-americanos en su mayoría tendían a ver los peces como banco y, por tanto, no veían a un líder en el pez que encabeza el grupo, sino como una víctima. Cuando la narración con acento chino era escuchada por los monoculturales el pez estaba sí siendo el líder.
Esto demuestra que el acento per se puede inducir una barrera cultural en los biculturales.
No, al cerebro le da igual
No obstante, esta hipótesis no está aceptada por toda la comunidad, pese a que haya más estudios que la secunden. Como el de Lev-Ari y Keysar en 2010, en el que concluyen que un discurso entonado con un acento no nativo tiene menos credibilidad para los oyentes, y que sirve de base al de Andre L. Souza y Arthur B. Markman (de las universidades de Concordia, Canadá, y de Texas respectivamente), que en un intento de corroborar la idea no encuentran suficientes hechos que sustenten la influencia subconsciente del acento en la interpretación o el juicio.
Extraen sus conclusiones en un trabajo dividido en tres fases o estudios, en las que un grupo de nativos de habla inglesa (americanos en este caso) escuchaban una serie de discursos o enunciados (para decir si son verdaderos o falsos según su criterio) en acento neutro, coreano o portugués-brasileño, según cuál de las pruebas se tratase:
- Estudio 1: probar si el ruido y/o los balbuceos influyen en la confianza (acento neutro).
- Estudio 2: probar si los acentos influyen en la confianza con una serie de enunciados.
- Estudio 3: probar si los acentos influyen en la percepción del precio de un producto.
Souza y Markman no encontraron una correlación clara entre la escucha de un discurso en un acento distinto y la influencia en el juicio o en la confianza. Es decir, tras escuchar una serie de enunciados con un acento u otro, no hubo una diferencia clara en la cantidad de "falsos" por parte de los sujetos del estudio. Ni siquiera con motivo de la relativa dificultad que a veces implica el acento a la hora de entender el contenido, idea que también incluían Lev-Ari y Keysar pero que Souza y Markman consideran que no tiene por qué implicar dicha dificultad.
La influencia del acento en el aprendizaje de idiomas
Un aspecto curioso de en qué aspectos nos afecta o no el escuchar un acento es en el propio aprendizaje. En este caso tampoco se trata de una influencia directa, es decir, el acento per se no dificulta el aprendizaje de nuevas lenguas (si bien la cantidad de uso de la lengua materna y la edad del aprendiz influirán en la cantidad), sino que se trata de una cuestión de aceptación.
Algo que respaldan numerosos estudios que recoge Henna Paakki en su tesis doctoral en la Universidad de Finlandia, en la que se analizan las dificultades para aprender inglés y la percepción de los acentos en estudiantes adultos de inglés de origen finlandés y japonés. En él concluye algo que estudios previos, como el de Leppänen et al. (2009) ya anticiparon: el acento como factor psicológico negativo en el aprendizaje.
Es decir, no se trata de que el tener acento suponga una dificultad a la hora de desarrollar la pronunciación o aprender los distintos aspectos de la lengua (gramática, morfosintaxis, etc.), sino que es algo que preocupa y que no gusta, tanto de manera individual como en general. En el estudio que citábamos de Leppänen se vio que a los finlandeses rara vez les gustaba su acento finés al hablar inglés, con mayor énfasis en los aprendices tardíos (tenían más vergüenza que los jóvenes).
Por tanto, el acento es un factor de presión a la hora de aprender (o perfeccionar el aprendizaje) de una lengua y no algo que lo dificulte por defecto, con cierta relación con el nivel de conocimiento del aprendiz así como su estatus. Al parecer, cuanto mayor es el nivel educativo y/o cuanto más alto es el cargo o posición que ocupa el sujeto, mayor es su preocupación por hablar un idioma (inglés, en este caso) sin acento.
Pero, ¿se hereda el acento?
Viendo la penalización subjetiva que supone el tener acento, puede que dentro de esa "culpabilidad" nos venga a la cabeza el hecho de que lo hemos desarrollado debido a haber crecido hablando otra lengua, por nuestra herencia. Obviamente esto no es literal, en lo que a genética se refiere, dado que el idioma es algo aprendido a posteriori y sin una base genética. Como sí la tendría la la impronta, un periodo crítico de aprendizaje en desarrollo cognitivo a edades tempranas y que en los seres humanos es importante en cuanto al de las lenguas. Es decir, esa época en la que somos "una esponja" de conocimientos.
El acento, por tanto, no se hereda sino que se transmite, tanto por padres como por el resto de nuestro círculo social. Algo que también se contemplaba en la tesis de Paaki con el término "transferencia" y que en este caso, al implicar cierta influencia en el aprendizaje de una lengua secundaria, en ocasiones se habla como "transferencia negativa". De hecho, los niños no siempre "heredan" este acento en una lengua no nativa cuando sus progenitores o tutores hablan distintas lenguas (si la influencia está más equilibrada).
Algo que matizan en Language Stars, un portal sobre educación infantil, en una serie de mitos y verdades, explicando que la relación con el resto de niños suele evitar que desarrollen el acento que (al menos alguno de) sus tutores puede tener al hablar la lengua no nativa. Es por ello que lo positivo sea, si se da el caso, aprovechar esta edad y este "modo esponja" para instaurar el bilingüismo sin "temer" a que éstos queden de por vida con el acento.
El cerebro, pues, es una ayuda a edades tempranas para no desarrollar nuestro propio acento, y a edades adultas nos puede hacer alguna jugarreta a nivel subconsciente con el ajeno, si bien es más por cultura que por biología. Aunque, como hemos visto, más allá de juicios ajenos los críticos más duros con nuestro acentos somos nosotros mismos.
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