La COP25 concluyó dos días después de lo esperado y sin un acuerdo vinculante que concrete las directrices del Acuerdo de París. Es decir, tras 14 días de reuniones entre diplomáticos, organizaciones y grandes compañías no hay una ruta que comprometa a los diferentes Estados a aplicar medidas que frenen la emergencia climática.
La inexistencia de un modelo energético alternativo a los combustibles fósiles, aleja la posibilidad de reducir las emisiones de CO2 en base a las advertencias científicas y las peticiones de las Naciones Unidas. La idea de contener el aumento de la temperatura global del planeta por debajo de los 2 ºC sigue estando sobre la mesa, pero continúa siendo papel mojado. Las razones que nos conducen a este escenario se resumen en la incapacidad para llegar a un acuerdo debido a los intereses de crecimiento económico que están en juego.
La oposición de China, India y Brasil
Las negociaciones de la cumbre han estado dando vueltas en torno a dos puntos clave: que se hiciese el mayor esfuerzo posible por acatar el Acuerdo de París y que esta voluntad se tradujese en desarrollo e implementación de medidas. Y es precisamente en este terreno donde los países en vías de desarrollo piden que se establezca una diferencia de criterio entre los potencias económicas asentadas y las que ahora están en pleno proceso de crecimiento económico.
Brasil, India, China y Sudáfrica han sido claros: no se comprometerán a cerrar unas cifras de reducción de emisiones hasta que los países desarrollados cumplan los objetivos fijados para 2020. En otras palabras, no están dispuestos a renunciar a fuentes de energía como el carbón que, hasta ahora, les están asegurando un desarrollo social y económico. Sin embargo "comprometerse" a ello tampoco es sinónimo de éxito. Recordemos que en el pasado Acuerdo de París todas las voluntades eran buenas y tan solo tres años después se demostró que tan solo 16 países estaban cumpliendo con las cifras de CO2 que les correspondían.
Por otro lado, Brasil y Arabia Saudí han manifestado su rechazo a las premisas que incluye el informe de la ONU sobre el uso de la tierra y su efecto en el clima.
A pesar de que este año se han quemado más de 4 millones de hectáreas en el Amazonas y que la agricultura y la silvicultura representan el 23% de los gases efecto invernadero, Brasil no aceptaba la parte del texto referente a la importancia de modificar la explotación del suelo. Finalmente y debido a las presiones, el ministro de medio ambiente brasileño pasó por el aro y reculó. Eso sí, posteriormente se encargó de decir en sus redes sociales que "el acuerdo había quedado en nada", restando importancia al texto.
Sin regulación en el mercado de emisiones
China e India no quieren asumir la responsabilidad que tienen en la emisión de gases efecto invernadero. Junto a Estados Unidos, ambos países representan las potencias más contaminantes del mundo: China expulsa a la atmósfera el 27% de las emisiones globales, Estados Unidos el 15% e India el 6,8%.
Como resultado, no se han concretado medidas enfocadas a hacer realidad el artículo 6 del Acuerdo de París, lo que hace que éste no sirva como mecanismo para regular las emisiones. El objetivo tras los "avances" de 2015 aludía a que los países se comprometiesen a fijar unos límites tanto de cara a 2030 como a 2050 a través de un regulación del mercado de carbono. Así, el segundo punto de este artículo hace referencia a un comercio de emisiones enfocado a reducirlas y no a trampearlas:
Cuando participen voluntariamente en enfoques cooperativos que entrañen el uso de resultados de mitigación de transferencia internacional para cumplir con las contribuciones determinadas a nivel nacional, las Partes deberán promover el desarrollo sostenible y garantizar la integridad ambiental y la transparencia, también en la gobernanza, y aplicar una contabilidad robusta que asegure, entre otras cosas, la ausencia de doble cómputo, de conformidad con las orientaciones que haya impartido la Conferencia de las Partes en calidad de reunión de las Partes en el presente Acuerdo.
Hasta ahora, los estados continuaban funcionando en base a lo cerrado en Kyoto. Es decir, los países desarrollados estaban obligados a reducir sus emisiones de CO2, pero los que están en vías de desarrollo no. Esto se medía por un sistema de "cuotas" transferibles. Si un país superaba su umbral de emisiones, podía comprar "unidades" de emisión de CO2 a países que no hubieran alcanzado el suyo, generalmente menos desarrollados.
Esto generaba un problema de doble contabilidad. Lo países industrializados compensaban su extra de CO2 comprando "derechos" de emisión, pero al mismo tiempo los países en desarrollo no se descontaban la cuota de emisiones transferida, de tal modo que continuaban generando CO2.
El Acuerdo de París pretendía acabar con estas distorsiones permitiendo a los países desarrollados compensar su extra de emisiones financiando proyectos de emisiones negativas (como las reforestaciones) en países del tercer mundo. Uno de los objetivos del COP25 era clave definir una serie de obligaciones para todos los países, desarrollados y en vías de desarrollo.
Pese a ello, India, Brasil y China han rechazado ese punto porque el marco del protocolo de Kyoto les favorece. No están obligados a fijar una reducción de emisiones y todavía disponen de cuotas de CO2 de otros países, lo que les permite seguir emitiendo legalmente. El resultado tanto unos como otros podrán seguir contaminando por encima de sus compromisos, a través de los derechos de emisión adquiridos. De cara a la próxima cumbre de Glasglow, 73 países se han comprometido en trabajar para diseñar un modelo de mercado "que sirva a la ambición del Acuerdo de París".
Green new deal y plan de género
Por último y con la idea de salvar la cita con algún avance tangible, la COP25 ha sacado adelante el Plan de Acción de Género, un documento donde se establece que la transición climática debe ir de la mano de la igualdad de género. A pesar que países como Arabia Saudí no estaban de acuerdo en algunos puntos relativos a los derechos humanos, finalmente fue aprobado en uno de los últimos plenos de esta COP. Sin embargo, y al igual que sucedió en la cumbre de París, éste también carece de obligaciones e indicadores definidos.
A su vez y de forma paralela a la cumbre celebrada en Madrid, el parlamento europeo aprobó el denominado Pacto Verde, un nuevo paquete de medidas enfocadas a que Europa se consolide como el primer continente climáticamente neutro del mundo. Las líneas de actuación pasan por ir hacia un modelo energético que huya de los combustibles fósiles, apueste por una movilidad cero emisiones y garantice una cadena alimentaria sostenible, entre otras que se pueden consultar en este documento.
No obstante, al igual que no fue casualidad que la Unión Europea declarase la "emergencia climática" tan solo cuatro días antes de la COP25, este movimiento tampoco ha sido azaroso. El parlamento europeo pretendía dar ejemplo en el marco de la cumbre y evidenciar que es posible concretar medidas que vayan hacia un cambio de modelo energético. No logró un consenso claro. Poloniam por ejemplo, ya ha dicho que se queda fuera del nuevo pacto y que no se compromete a reducir sus emisiones al 100% de cara a 2050, evidenciando las mismas limitaciones políticas que la COP25.
Así, tras catorce días de titulares y manifestaciones, volvemos al punto de partida, pero con una diferencia respecto a los meses anteriores: el Acuerdo de París entrará en vigor el próximo 1 de enero y lo hará sin medidas que frenen el aumento global de la temperatura.
Imagen: Bernat Armangue/AP
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