Los "trolls del copyright" de Tiktok ya están aquí y así arruinan a artistas amateurs que se vuelven virales

La última y desesperada jugada del mundo de la música es meterse a trolleos de copyright con los músicos novatos que, algoritmo de TikTok mediante, se vuelven virales de un día para otro.

La investigación de Rolling Stone: a esta cabecera acudió, con la intención de denunciar públicamente la injusticia que había sufrido en sus carnes, el músico Caleb Hearn. Como vería después el periodista Elias Leight, lo mismo le había pasado también al menos a otros dos artistas bajo el mismo esquema y un mismo villano, el sello 94 Sounds dirigido por Justin Goldman. Un tema del chaval, Always Be, se volvió viral en la plataforma de origen chino. Para la composición Hearn había usado un beat (una base) adquirido por internet.

Pues bien, 94 Sounds adquirió a posteriori todos los derechos de ese beat en concreto. De modo cada vez más amenazante, Goldman fue forzando a Hearn a que firmase acuerdos comerciales con él o directamente aceptase darle una cantidad desproporcionada de derechos por reproducción por un tema en el que su compañía no había hecho nada de nada pero que ya acumulaba más de 10 millones de reproducciones en cuestión de semanas.

tiktok

Las licencias de “arrendamiento” de un tema: el trabajo de estos “inversores” es aprovecharse de los resquicios legales del sistema. Miles de jóvenes amateur como Hearn se descargan bases, ritmos y simples en páginas como BeatStars, con cantidades ingentes de materiales hechos a su vez por gente también amateur. De una práctica como esta salió, por ejemplo el megaéxito Old Town Road que catapultó al estrellato a Lil Nas X. También los hay, claro, que ni siquiera compran los derechos y las licencias, pero la mayoría de los casos de los que hablamos son jóvenes que no saben lo que están comprando: si el derecho de uso del beat les cuesta entre 5 y 20 dólares en estas webs es porque, según han firmado sin saberlo al comprarlo, el tiempo de uso específico es corto o el número máximo de reproducciones o descargas que tienes licenciado tiene límites.

Por ejemplo, Hearn compró una licencia que le daba un máximo de uso de 10 años o hasta 500.000 reproducciones, ya sobrepasadas. 94 Sounds no tiene más que estar atento a esos temas que se van a hacer virales en Internet, comprarle el beat al productor original y después coaccionar al artista so pena de llevarle a juicio.

Los otros trolls de copyrights. Es un caso relativamente parecido al que lleva tiempo contaminando a YouTube. Ejemplo práctico: un youtuber holandés canta una canción en un vídeo y se hace viral. Un listillo va y registra esa misma canción (que no estaba aún registrada) con cuatro diferencias y la sube en otro vídeo independiente. Después denuncia al cantante original, y la respuesta de YouTube es obligar a que los ingresos generados por el vídeo del compositor original acaben en manos del troll sin que éste haya “creado” nada.

Por qué TikTok está destronando a los grandes estudios: aunque este año no ha habido discotecas, basta poner cualquier emisora pop de la radio o prestar atención al hilo musical de las tiendas de ropa para ver que Tiktok es cada vez una fuerza más omnipresente en nuestra actualidad musical. El algoritmo de una app con casi 1.000 millones de usuarios (y no por accidente muy centrada en la juventud y el sonido) está decidiendo qué temas se vuelven exitosos. Él ha catapultado a cientos de artistas “de dormitorio”, y la solución de las discográficas está siendo ponerse a remolque de ese algoritmo sin rostro. Cada vez ofrecen más contratos a los artistas viralizados y hasta colocan a artistas de la talla de Beyoncé a colaborar con ellos para ver si pueden sacar algo de dinero a rebufo.

Pero son planes estériles, hambre para mañana, porque luchan contra una fuerza salvaje e incognoscible. El rayo casi nunca cae dos veces en el mismo sitio, y ese músico cuyo rap gracioso estuvo durante tres meses bombardeando la app y que ahora ha fichado por Sony no tiene ninguna posibilidad de hacer algo que vuelva a gustar porque el algoritmo no le va a prestar ninguna atención. De ahí que haya decenas, cientos de novatos todas las semanas que se vuelvan lo más escuchado de TikTok de la noche a la mañana y que, de no vigilar sus espaldas, serán carne de buitres de derechos de licencia sin escrúpulos.

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