La recreación "drag" de La Última Cena en la ceremonia de los JJOO ha causado mucha polémica. En realidad imita a otro cuadro

Aunque puedan parecerse, la conversación está confundiendo dos obras de arte muy distintas

Pasada toda la resaca de una Ceremonia de Apertura de los JJOO que no dejó indiferente a nadie, de entre los debates y frentes abiertos, uno parece alzarse por encima de los demás con figuras relevantes con la espada de Damocles por delante (nunca mejor dicho). Lo cierto es que era muy fácil perderse entre tantas referencias, pero cuando llegó la secuencia de un banquete en el que aparecían artistas drags, muchos se sintieron tremendamente ofendidos por, presuntamente, burlarse de La Última Cena. Resulta que no representaba la escena.

El momento. De repente, en los televisores de medio mundo aparece un señor con barba rubia, medio desnudo y pintado al completo de azul. Tras él, una variopinta escolta donde había de todo en esta especie de bacanal y celebración: una señora con una corona, drag queens, muchas y muy diferentes: negras, rubias con barba, con colorete, con melena pelirroja, y todo ello amenizado con un conjunto de bailarines a su alrededor. De fondo, una representación que podía recordar a la famosa Última Cena, de Leonardo Da Vinci.

Las reacciones. No se hicieron esperar, por supuesto. Si los JJOO no querían polemizar y dar rienda suelta al debate entre Wokes y Anti Wokes, el tiro les salió rematadamente mal. Elon Musk calificó el episodio como una manifestación “irrespetuosa” hacia los cristianos. La empresa de teleco estadounidense, C Spire, dijo que retiraría su publicidad en torno a los Juegos después de quedar "conmocionada por la burla de la Última Cena”.

Incluso Trump salió a despotricar contra la "ideología woke" al describir lo que a su juicio fue una parodia "satánica" de "La última Cena" de Leonardo da Vinci. A Trump le siguieron otras figuras conservadoras como el presidente de la Cámara de Representantes Mike Johnson (republicano por Luisiana), o el propio hijo de Trump, “usar los juegos para impulsar la ideología wokes no tiene nada que ver con nada de lo que representan los juegos”.

Y sin embargo, la escena no estaba representando la obra de Da Vinci.

Era otro cuadro. Al parecer, la escena que se estaba representando era “Festin des Dieux” de Jan Harmensz van Bijlert (1635), una obra que se conserva en el museo Magnin de Avignon donde los dioses del Olimpo celebran las bodas de Tetis y Peleo. No lo decimos nosotros. Lo han declarado tanto los JJOO como el director de arte de la ceremonia, Thomas Jolly.

Festin des Dieux

Jolly ha detallado a varios medios estos días que todo se debe a un malentendido, ya que él en ningún momento trataba de burlarse de La Última Cena. Lo que el artista quiso hacer es representar la escena que retrataba a Dioniso, dios del vino y las festividades, en “una gran fiesta pagana vinculada a los dioses del Olimpo”.

En resumen, que lo que quería era hacer referencia a los dioses paganos, "nunca encontrarán en mi trabajo ningún deseo de burlarse o denigrar a nadie. Quería una ceremonia que uniera a la gente, que reconciliara, pero también una ceremonia que afirmara nuestros valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad".

Diferencias: La Última Cena. Estamos ante una obra maestra del Renacimiento que representa la escena bíblica de la última cena de Jesús con sus discípulos, justo antes de su detención y crucifixión. La pintura destaca por su detallada composición y el uso innovador de la perspectiva, lo que crea una sensación de profundidad y realismo.

Lo que vemos: cada apóstol muestra reacciones humanas genuinas al anuncio de Jesús de que uno de ellos lo traicionaría, capturando la complejidad emocional del momento. La obra no solo es una representación religiosa, sino también un estudio de la interacción humana y la traición.

Diferencias: Festin des Dieux. Estamos ante una pintura barroca que representa a los dioses de la mitología clásica disfrutando de un banquete suntuoso. La obra simboliza el hedonismo y la opulencia, mostrando a las deidades en un momento de celebración y exceso.

Lo que vemos: a través de su detallada composición y el uso de colores vibrantes, Van Bijlert capta la esencia del placer y la abundancia divina. Al igual que otras obras de la época, también puede interpretarse como una reflexión sobre la fragilidad humana frente a los placeres terrenales, destacando la tensión entre el mundo divino y el humano.

Woke y todo lo contrario. De alguna forma, la controversia en torno a la escena de la pintura en movimiento en los JJOO es un reflejo de los tiempos que vivimos. Fuera del absurdo que supone una polémica de este tipo en el año 2024, el debate refleja la insistencia de unos y otros por elevar su altavoz. Lo contábamos hace unas semanas, parece que ahora toca el fin de la “era Woke” si hacemos casos al mercado y a cómo marcas y empresas parece estar desligándose de sus mensajes. Mientras, en la acera de enfrente, y con esa posible vuelta de Trump y todo lo que conlleva, el discurso contrario parece amplificarse.

Ese también parece ser el mensaje de compañías como Microsoft o John Deere, o incluso de Google. De hecho, la propia publicidad también parece estar dejando de lado el wokeismo. Quizás, como decía hace poco José Luis Antúnez, “es posible que la diversidad esté empezando a dejar de importar”.

O quizás, también, la publicidad solo sigue al mercado sin liderar absolutamente nada, y no al revés.

Imagen | París 2024, Leonardo Da Vinci

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