Antes de la restauración Meiji de 1868 muchos artistas en Japón habían recibido la influencia de artistas occidentales. Pese a las restricciones impuestas durante la era Edo, la tradición japonesa, china y coreana fueron influenciadas por los contactos comerciales, sobre todo los que llegaban desde los Países Bajos. Muchos artistas de Occidente y Oriente se vieron influenciados mutuamente, desarrollando fusiones entre culturas distintas que resultaron tremendamente ricas.
Entre esos artistas japoneses que desarrollaron su arte atrapados entre dos mundos, hoy destacamos a tres que son especialmente interesantes y paradigmáticos.
Ninguno fue más exitoso que Tsuguharu Foujita. El pintor japonés se trasladó a París con tan solo 24 años y formó parte de la escuela de París. Foujita aportó a la Escuela de París el refinamiento y la sutileza del arte tradicional japonés y de la tinta china: "Mi cuerpo creció en Japón y mi obra en Francia. tengo mi familia en Japón y a mis amigos en Francia. Ahora me he convertido en un cosmopolita entre dos patrias".
En Montparnasse entabló amistad con Amedeo Modigliani y Chaim Soutine, cuentan sus biografías que su casa siempre estaba llena de gente que iba a bañarse. Foujita se había hecho una bañera con agua caliente, un auténtico lujo para la época.
El pintor japonés nunca abandonó la figuración y reinterpretó los géneros clásicos del retrato, el desnudo y el paisaje. La mujer, sus formas y la textura de la piel fue un tema predominante en su producción, así como la maternidad. Consideraba a las mujeres como "el centro del universo, creadoras del equilibrio entre el yin y el yan". Foujita se convirtió al catolicismo en 1959 y se cambió el nombre a Leonard, por Leonardo Da Vinci, desde entonces se entregó a la pintura religiosa.
Cuando ya contaba con 80 años pintó los frescos de la capilla de Notre-Dame-de-la-Paix, conocida como Capilla Foujita.
Japón y Occidente, fusión en el arte
El de Foujita no es el único caso, diez años después de su llegada Yuzo Saeki se instaló también en la ciudad de la luz.
Saeki a diferencia de Foujita no obtuvo el éxito de su compatriota, sin embargo su obra es fascinante. Murió muy joven con tan solo 30 años en un manicomio de París, y a diferencia de Foujita no reinterpretó los géneros al modo oriental. Yuzo Saeki se sintió atraído por el fauvismo y los colores brillantes muy ligado a las escenas callejeras que pintaron Maurice Utrillo y Van Gogh, una obra emparentada con la de Vlaminck, con quién mantuvo una relación muy estrecha, llegó a convertirse en su mentor y su crítico más duro.
Si en Foujita ambos estilos se fusionan a la perfección, en Yuzo Saeki notamos las tensiones de ambas tradiciones. Sus cuadros reflejan el aislamiento, las ventanas de los cafés y las persianas que pinta están llenas de palabras ilegibles. Si pensamos por ejemplo en Paisaje Nevado, la escritura nos recuerda a cicatrices, una especie de muestra de las tensiones surgidas de intentar conciliar occidente con la tradición caligráfica y xilográfica nativas de su país.
El caso más atípico es el de Yasuo Kuniyoshi que emigró emigró a Estados Unidos en su adolescencia y fue uno de los pintores más importantes en el período de entreguerras. Su arte fue tan valorado por la comunidad artística estadounidense que en 1948 Kuniyoshi fue incluido en una exhibición del Whitney que realizaba una retrospectiva de autores estadounidenses vivos. Cuatro años más tarde fue elegido junto Alexander Calder, Stuart Davis y Edward Hopper para representar a usa en la Biennale de Venecia.
Pese a ser considerado estadounidense por sus colegas, su vida está llena de tensiones políticas. Siempre fue visto por las autoridades como un emigrado, y por japón como un enemigo, las tensiones llegaron cuando tras el bombardeo de Pearl Harbor, Kuniyoshi empezó a realizar carteles denunciando las atrocidades del ejército nipón.
Kuniyoshi se definió a sí mismo como pintor estadounidense pero siempre fue consciente del papel tan vital que jugó su origen nipón a la hora de configurar su identidad artística. Hay una obra temprana a través de la que se entiende muy bien su obra. Si miramos, Autorretrato como jugador de Golf, la vestimenta y los objetos hacen pensar en una estética americana, la puesta en escena, y el gesto, en cambio, nos recuerdan a los retratos de samuráis. Las piernas ligeramente flexionadas y la forma de coger o empuñar el stick.
Hace dos días, el 27 de Noviembre, Google celebraba a Foujita en el día de su cumpleaños con un doodle. Celebraba a aquel pintor que decidió volcarse con el arte europeo, tanto, que acabó por cambiarse el nombre y terminó convirtiéndose al catolicismo. Yuzo Saeki es hoy reconocido en su país como un héroe trágico, como un Van Gogh japonés, pero murió solo tuberculoso y pobre en un sanatorio de París, demasiado pronto como para poder sintetizar un arte que salvara las tensiones entre Oriente y Occidente.
Y Yasuo Kuniyoshi un pintor apreciadísimo en Estados Unidos pese a su reivindicación continúa del país americano, pese a volcarse en la campaña propagandística antinipona, siempre estuvo en el punto de mira de las autoridades estadounidenses. Deprimido y desolado acabó dibujando en tinta al estilo oriental oscuras alegorías de la guerra y de la caza de brujas. Para los pintores occidentales adoptar tradiciones de otros países siempre fue un paso natural, no hay tensión en Gauguin, ni en Whistler, ni en Picasso, no hay indicios de problemática o trauma.
En el sentido inverso, en cambio, la conquista de Occidente conlleva una especie de violencia, de vacío y de ruptura.