El siguiente artículo contiene spoilers del episodio 08x05 de Juego de Tronos.
Juego de Tronos completó en su penúltimo episodio el giro dramático definitivo: Daenerys Targaryen, Madre de Dragones, Rompedora de Cadenas, Reina de los Ándalos y los Rhoynar, etcétera, etcétera, etcétera, sucumbió a la locura y arrasó con fuego purificador las vidas de miles y miles de inocentes en Desembarco del Rey. Su personaje está más allá de la redención. Nada queda ya de la liberadora de esclavos, paladina de la igualdad e icono feminista. Sólo tiranía.
La transformación de Daenerys es hoy objeto de infinitas discusiones en los medios de comunicación. ¿Había suficientes elementos narrativos en las temporadas anteriores que justificaran una repentina vis exterminadora, o por el contrario el guión resulta demasiado apresurado y torpe? Más allá del éxito formal de David Benioff y D. B. Weiss, son numerosos los seguidores escandalizados por la destrucción del arco dramático de Daenerys. A saber, aquel que la esbozaba como una ejemplar revolucionaria.
Obviemos por un segundo los estudios políticos que apuntan a una elevada correlación entre revolución y tiranía, y las pinceladas de genuino autoritarismo que han salpicado la construcción de su personaje. Daenerys era una liberadora. Una rupturista de nuevo cuño que aspiraba a limpiar los entresijos políticos de Poniente mediante un programa político radical y populista. Una mujer en un universo dominado por los hombres. Una proscrita cabalgando a lomos de la justicia.
Pese a las pistas deslizadas tanto en los libros (mejor elaboradas) como en la serie, Daenerys siempre había sido un icono asociado al bien. Y así lo interpretaron millones de espectadores. Hoy las camisetas que rezaban "No soy una princesa, soy una khaalesi" arden en el mismo infierno que los ciudadanos de Desembarco del Rey. Hoy miles de niñas se han despertado en un mundo un poquito más confuso: ¿por qué llevo el nombre de una genocida, padres?
Es una tendencia al alza tanto en los países anglosajones como en España. Todas las generaciones acostumbran a bautizar a sus vástagos en función de la cultura popular y de las modas del momento. Daenerys se contaba entre los nombres de nuevo cuño más populares del último lustro (así como Arya, aún inmaculado, pese a su obsesión sádica). Para muchos padres, el personaje interpretado por Emilia Clarke representaba un sinfín de valores positivos. Una mujer dura, fuerte, inteligente, líder, sabia.
Estados Unidos registra no menos de 3.500. En España el INE cuenta 40, y su edad media en 2017 no superaba los 1,9 años. Otros padres, los menos, optaron por llamar a sus hijas Khaleesi (reina en el idioma de los Dothraki, que, por cierto, resulta que no habían desaparecido para siempre de la faz de la Tierra). BuzzFeed ha hablado con algunos de ellos. Algunos asumen con naturalidad su decisión original, asumiendo el desenlace de la serie y el riesgo que tomaron cuando escogieron aquel nombre en pleno desarrollo de la misma. Otros muchos se arrepienten.
Si es tu caso, ¿qué puedes hacer ahora que Daenerys comparte el cajón de los horrores junto a Thomas Riddell, Anakin Skywalker o Varg Vikernes? Una opción es cambiarle el nombre a tu hija. Es posible desde un punto de vista legal, aunque llegar al final del proceso resulta extremadamente complejo.
Lo que dice el Registro Civil
Cambiarse el nombre en España es posible. La administración pública habilita procedimientos tanto para escoger uno nuevo, defenestrando aquel que tus padres tuvieran a bien entregarte, como para modificar el orden de tus apellidos. El primer requisito, explícito en el formulario informativo del Registro Civil, es que seas conocido de forma habitual tanto por el nombre como por el apellido que solicitas. Es decir: no puedes llamarte "Hermenegildo Stark" si nadie en tu entorno te conoce como tal.
Pese a sus similitudes, el carácter divergente del nombre y los apellidos provoca que el procedimiento para su modificación sea distinto. Para el caso de los nombres propios, la administración fija algunas condiciones. Por un lado, podrán solicitarlo aquellas personas cuyos padres les hubieran impuesto uno "con infracción de las normas establecidas". ¿A qué se refiere?Aquellos que "perjudiquen a la persona" (no puedes llamar a tu hijo "Tonto"), o aquellos cuya identificación sea confusa (nombres comunes: no puedes llamar a tu hijo "Árbol").
Ha sucedido en el pasado. En 2016, una pareja de Fuenlabrada decidió llamar a su hijo "Lobo". El Ministerio Fiscal actuó de oficio contra los padres, remitiéndose a la doctrina de la Dirección General de los Registros y del Notariado, y llevó la causa a los tribunales. El juez desestimó los recursos de los progenitores y entendió que "Lobo" podía generar confusión en la identificación del pequeño, al tratarse del nombre de una especie animal.
Los padres tuvieron que cambiarle el nombre. Pese a una petición de Change.org que recogió más de 16.000 firmas.
Hay otros supuestos bajo los que puedes modificar tu nombre de pila. "Cuando se trate de la traducción de un nombre extranjero", es decir, cuando quieras dejar de ser "John" para convertirte en "Juan", o "cuando se trate de la traducción o adaptación gráfica o fonética a las lenguas españolas", es decir, cuando prefieras ser conocido como "Jónatan" antes que como "Jonathan". El Registro Civil también es consciente de que los errores existen, por lo que si el funcionario deletreó mal tu nombre, puedes cambiarlo.
Ahora bien, ¿quién puede solicitarlo? Todas las personas mayores de edad... Y los representantes legales de los menores "o incapacitados". Es decir, los padres sí pueden pedir al Registro Civil un cambio en el nombre de su hijo. Algunos organismos autonómicos ponen ciertas condiciones (en Euskadi, por ejemplo, el niño o la niña tienen que haber superado los cinco años de edad), pero es posible desde un punto de vista tanto legal.
Lo que no significa que sea sencillo. El caso de Daenerys es significativo. No representa menoscabo alguno a la integridad de la pequeña (del mismo modo que no lo representaría "Adolfo" o "Benito"), y cualquier modificación de índole castellanizante ("Daneris") no variaría su significado o su fonética. Al tratarse de un personaje de ficción adscrito a un ser humano, y al no tener referentes como objeto en la vida corriente, tampoco se podría justificar mediante la "confusión de identificación".
¿Alternativas? La más compleja de todas: acreditar que la pequeña, pese a figurar como "Daenerys" en el Registro Civil, ha sido conocida durante un mínimo de dos años como "Lucía". Los padres deberían aportar tantas pruebas documentales como fueran necesarias. Desde el registro en la guardería del barrio hasta el nombre que figura en la escuela deportiva o biblioteca de turno. En caso de que las pruebas sean abrumadoras, el cambio de nombre se realiza, "previo expediente", en el Registro Civil.
Sucede que esto es improbable. Daenerys se ha convertido en una villana de la noche a la mañana (y podemos discutir largo y tendido sobre ello), por lo que todas las niñas bautizadas como tal serán conocidas por su nombre. Sin uso probado "habitual" (¿quizá "Dany" sea una vía de escape?), es competencia del Ministerio de Justicia, y por ende de la Dirección General de los Registros y del Notariado, determinar si la causa de los padres es lo suficientemente solvente como para modificar el nombre de su niña.
¿Y lo es? La decisión final quedaría en manos de un juez. Él tendría que ponderar si la traición narrativa consumada por Juego de Tronos es suficiente aval para desposeer a una pequeña de su nombre de pila, y de si mantenerlo podría representar un estigma para el resto de su vida. Para los padres, no obstante, la lección parece clara: nunca dejes la reputación de tus hijos en manos de unos guionistas.
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