Pocas orografías se antojan tan complejas como la noruega. Su territorio se arrincona sobre el Mar del Norte en una sucesión interminable de montañas abruptas y valles angostos rejados por las aguas del atlántico. Tan singular paisaje hace las delicias de los millones de turistas internacionales agolpados en sus fiordos cada verano y las pesadillas de sus ingenieros de caminos. Llegar de un punto a otro en Noruega es una tarea titánica. Ya sea a pie de tierra o surcando el océano.
Nada que un túnel no pueda arreglar.
La idea. Resulta que el gobierno barajaba desde hace años la posibilidad de construir un túnel dedicado única y exclusivamente para barcos. El proyecto ha visto la luz este mes. Las obras comenzarán a lo largo del próximo año. Su objetivo es ahorrar a las embarcaciones el largo rodeo de la península Stad, una de las muchas lenguas de tierra que salpican el puzzle infinito de la costa noruega. Se trata de una pesadilla meteorológica siempre plagada de vientos y tormentas infernales. En su punto más estrecho, por fortuna, sólo mide 1.700 metros.
Y por ahí irá el túnel.
Antigüedad. El asunto reviste interés porque Noruega lleva discutiendo el túnel un siglo y medio. Los primeros proyectos se esbozaron en la temprana fecha de 1874, aunque las herramientas técnicas de la época lo convertían poco menos que en una quimera. El gobierno retomó la idea en los años ochenta, pero no se planteó como un proyecto real hasta 2017. Ahora, al fin, la Autoridad Costera Noruega (un organismo al que atribuimos gran relevancia en Noruega, con sus 25.000 kilómetros de revirada costa) tiene permiso para iniciar su construcción en 2022.
La técnica. Aquí se desmenuzan los detalles de la obra: costará unos 278 millones de euros; se prolongará durante cuatro años; tendrá 1.700 metros de largo, 37 de ancho y 49 de alto; obligará a retirar tres millones de metros cúbicos en forma de piedras y tierra; y permitirá abrir líneas de ferry comerciales que potencien las posibilidades comerciales, turísticas e industriales de la región. Una vez terminado se asemejará a una suerte de gruta y estará regulado por un sistema de semáforos. Hará las maravillas de los aficionados a la ingeniería.
(Más imágenes al final del texto)
Experiencia. ¿Por qué un túnel? Las fuertes tormentas de Stad obligaban a los barcos a paralizar su camino durante varios días, a la espera de tiempos más clementes (la zona registra los vientos más fuertes de Noruega). Del mismo modo que una autovía penetra el corazón de una montaña para ahorrarse un tortuoso paso por sus alturas, razonaron los autores del proyecto, un barco bien podría hacer lo mismo en un istmo. Noruega tiene cierta experiencia en la materia. Es el país con más túneles submarinos del mundo (una cuarentena), aunque dedicados al coche.
Estos túneles a menudo adoptan la forma de un "tubo" que reposa sobre el lecho marino y que permite salvar los fiordos que separan a unas poblaciones de otras. Lejos de las aguas los ingenieros noruegos también se las han tenido que apañar para conectar un país de naturaleza quebrada: hay unos 1.000 túneles en tierra firme; más de 18.000 puentes de toda condición; y autovías que son esencialmente una consecución de túneles y puentes sobre el mar (como la Atlanterhavsvegen).
De 0 a 100. En Noruega la forma más rápida de llegar a un pueblo es tirando la montaña abajo. Algo difícil si no tienes dinero. El país ha vivido un desarrollo aceleradísimo en los últimos cien años, en especial desde su descubrimiento del petróleo. Su fondo soberano es tan generoso que permite ejecutar proyectos como el que hoy nos ocupa aunque en la práctica conecte a pequeños pueblos costeros con menos de 1.000 habitantes. Todo sea por ahorrar a los buenos marinos un calamitoso trayecto alrededor de una península perdida de la mano de Dios.
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