Burj Al Babas se lanzó como un megaproyecto residencial para captar inversores del golfo Pérsico
Pese a que las obras avanzaron durante un tiempo y suma 500 castillos, el proyecto acabó embarrado
Cuando hace una década los promotores de Burj Al Babas se pusieron manos a la obra y empezaron a levantar edificios en un valle próximo a Mudurnu, una pequeña villa situada a medio camino entre Estambul y Ankara, su propósito era construir una de las “miniciudades” de nuevo cuño más asombrosas de Turquía. Bazas tenía para serlo, desde luego. A diferencia de otras promociones inmobiliarias turcas pensadas para los adinerados bolsillos del golfo Pérsico, Burj Al Babas no ofrecía modernas mansiones ni rascacielos. No. Su apuesta era más exótica: se compondría de cientos y cientos de castillos, más de 700, diseñados con un arquitectura pastiche que no desentonarían en Disneyland.
Diez años después del inicio de las obras, Burj Al Babas es un referente conocido dentro y fuera de Turquía; pero no por los motivos que querían sus impulsores o las familias que llegaron a comprar uno de sus castillos. Si por algo es famoso es por haberse convertido en una ciudad fantasma, un valle remoto por el que se extienden cientos de fortalezas de estilo Disney a medio terminar.
A quién no le va a gustar un castillo Disney. Algo así debieron de pensar hace ya más de una década los directivos del Grupo Sarot, la empresa turca que decidió promover el surrealista proyecto Burj Al Babas. Surrealista tanto por el cómo por el dónde. Lo que tenía en mente Sarot era levantar ni más ni menos que 732 castillos de estilo Disney, todos prácticamente iguales, clones los unos de otros, como copias a escala inspiradas en la fortaleza de Neuschwanstein, hasta formar una villa en la que cada residente sería un "señor del castillo".
Por si eso no fuera suficiente, la urbanización incorporaría un gran centro comercial inspirado en el Capitolio estadounidense, restaurantes, un hotel de lujo, salones de belleza, spas y baños turcos.
Burj Al Babas aspiraba a ser una villa de ensueño. Y un resort de claro enfoque turístico basado en una triple apuesta: su peculiar arquitectura pastiche, el lujo y los encantos de su entorno natural, Mudurnu, una villa de la provincia de Bolú con no más de 6.000 habitantes. The Guardian precisa que el objetivo inicial de los promotores era que la mitad de los 732 castillos se comercializaran entre compradores adinerados del golfo Pérsico y el resto como multipropiedades para turistas de Turquía.
Castillos con aguas termales. Quizás no sea tan pintoresco como los castillos Disney, pero el lugar escogido por los promotores es parte clave también de Burj Al Babas. Mudurnu está situada en la región del Mar Negro de Turquía, a medio camino entre Estambul y la capital del país, Ankara. No es casualidad que Sarot se fijara en la región, en la que ya había desarrollo otros proyectos. Cerca hay un manantial que permitió a la promotora incluir un servicio de lujo en cada uno de sus castillos: acceso directo a sus aguas termales a través de un sistema de canalizaciones.
Por si eso no fuera suficiente, en el entorno estaba la tranquila población de Mudurnu y un entorno plagado de pinos. De hecho, para levantar los castillos hubo que construir en una zona forestal de 6.500 m2, algo que no gustó a los lugareños. Burj Al Babas ofrecía además un extra a los compradores, uno especialmente interesante para las familias de países como Emiratos Árabes: un clima benigno, con veranos más suaves que los del golfo Pérsico.
Y arrancaron las obras. El proyecto prometía sobre el papel, así que no tardó en dar el salto a la realidad. En 2011 el entonces alcalde de Mudurnu dio luz verde al Grupo Sarot para que planificara la construcción de 80 castillos en la zona. Las expectativas del promotor debían de ser buenas porque años después se permitió a la empresa que ampliara el proyecto hasta llevarlo a cifras pasmosas, dignas de una auténtica miniciudad: se hablaba de 732 castillos, además de servicios extra, como el centro comercial. Que la tranquila Mudurnu pasase a convertirse en un resort no convenció a todos los vecinos, pero sus defensores argumentaron que generaría riqueza en la región. Suficiente.
"La gente descontenta nunca podría entender de forma adecuada el desarrollo", reivindica aún hoy Mehmet Inegöl, exregidor de Mudurnu y quien favoreció en su día que el proyecto saliese adelante. A pesar de la deriva que ha tomado Burj Al Babas y que sus promesas no han llegado a cumplirse, Inegöl asegura no tener dudas de que algún día los detractores serán los "primeros en llevar a sus hijos para que trabajen" en la megaurbanización.
No todos lo ven igual. Mehmet Cantürk, ecologista y vecino de la región, se lamentaba hace poco en The Guardian del impacto medioambiental de las obras, que las edificaciones obvien la tradición arquitectónica de la zona o el uso del manantial. En Mudurnu hay quien ve los torreones de Burj Al Babas como auténticos "castillos de Drácula", más que como amables mansiones Disney.
Avanzan las obras, y la comercialización. Las obras arrancaron hacia 2014. Y durante un tiempo avanzaron de forma más que visible, plagando el valle de las afueras de Mudurnu de fachadas y torres de hormigón. En la web del proyecto, aún activa, hay un apartado que documenta cómo avanzaron los trabajos durante sus compases iniciales. No solo eso. La comercialización también parecía ir viento en popa.
La perspectiva de ser propietario de un castillo en Turquía gustó en países como Kuwait, Baréin, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí, donde la promotora se dedicó a presumir de la ciudad de ensueño que estaba levantando entre Estambul y Ankara. Al fin y al cabo se les prometía ser dueños de castillos. Castillos rodeados de castillos, cierto; pero castillos al fin y al cabo. Hubo incluso quien vio en ellos guiños a la famosa Torre Gálata o la Torre de la Doncella, ambos iconos de Estambul.
No todos los edificios se vendían al mismo precio. Entre ellos había diferencias por cuestiones como su ubicación o que estuviesen más o menos cerca de las que se esperaba que fuesen las calles más bulliciosas. En la web de la promoción aún se puede consultar su catálogo. Aun así quien quisiese hacerse con una de las peculiares mansiones de Burj Al Babas debía aportar una suma más que considerable: entre 370.000 y 530.000 dólares, según los datos que maneja Arch Daily. Jassim Alfahhad, coronel de Kuwait, es uno de quienes se dejaron seducir por las promesas de la urbanización y ahora está al frente de un grupo de casi 150 compradores que abonaron entre 150.000 y 450.000 dólares.
De ciudad de ensueño a ciudad fantasma. Que las obras y comercialización estuviesen ya avanzadas no evitó que Burj Al Babas acabase convirtiéndose en algo muy distinto a lo que aspiraba: una ciudad fantasma, plagada no ya de castillos Disney, sino de edificaciones de hormigón abandonadas, apagadas por el paso de los años sin que se llegase a finalizar su construcción.
El punto de inflexión del proyecto llegó en 2016, cuando las obras se frenaron. Por entonces se habían levantado ya unos 587 castillos, cerca del 80%del total, que sus dueños nunca han podido ocupar. En vez de eso el paisaje distópico de Burj Al Babas se ha convertido en una peculiar atracción turística para los amantes de la arquitectura abandonada y youtubers que han mostrado el estado de la desafortunada urbanización con sus drones.
¿Por qué se torció el proyecto? Hay muchas teorías. Quienes han analizado lo ocurrido —y sobre él han corrido ríos de tinta a lo largo de los últimos años— han apuntado tanto a problemas internos, de la promotora y sus compradores, como al contexto económico y político del país: deuda, impagos de clientes y a trabajadores, anulaciones de operaciones, tensiones políticas, problemas con el contratista… Pesase más uno u otro factor, lo cierto es que en 2018 Grupo Sarot, con la lira turca depreciándose, se declaró en quiebra y los 587 castillos a medio terminar entraron en un largo período de impasse para desesperación de los compradores que había adelantado grandes sumas por ellos.
¿Nuevos aires en Burj Al Babas? Ha pasado ya más de una década desde el inicio de los trabajos en las cercanías de Mudurnu y más de un lustro desde el plazo acordado por la promotora para entregar las llaves de los castillos a sus propietarios, y si por algo es conocido hoy Burj Al Babas es por su paisaje casi onírico de cientos y cientos de torres abandonadas en mitad de Turquía.
Eso sí, quizás no esté condenado a permanecer así eternamente. Alfahhad, uno de los compradores kuwaitíes, lo ve factible: "Seguimos siendo optimistas y creemos que terminará pronto", reconocía hace poco a The Guardian el excoronel, que junto al resto de afectados intentan que el asunto no caiga en el olvido.
Señales para la esperanza. En mayo el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, se reunió con el emir de Kuwait, el jeque Meshal al-Ahmad al-Jaber al-Sabah, y los compradores confían en que la situación de los castillos abandonados haya figurado entre los temas que abordaron. Hace unos meses, en verano, circuló además entre la prensa turca la noticia de que un holding estadounidense está interesado en hacerse con el viejo proyecto.
Queda la incógnita de si Burj Al Babas logrará ser una ciudad de castillos Disney, como la concibieron en su día sus impulsores, o está condenada a ser un funesto cúmulo de castillos de Drácula, que es como lo ven algunos habitantes de la vecina Mudurnu.
Imágenes |Burj Al Babas y Google Earth
En Xataka | Ciudades fantasma de la URSS: un viaje a través de los no-lugares abandonados tras el comunismo
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