Txori, oiseau, pták, vogel: el mapa que traduce cualquier palabra a todos los idiomas de Europa

¿Qué hubiera pasado si las tropas romanas no hubieran sido volatilizadas en un remoto bosque más allá del Rin? La pregunta es uno de los contrafactuales más sugerentes y fantasiosos de la Historia. Sus implicaciones a largo plazo son imponderables. La idea de Roma triunfando en las cuatro esquinas de Europa y unificando culturalmente al continente, al modo de la China imperial, es combustible para la imaginación.

No sucedió, y lo que siguió fue un crisol de lenguas amalgamadas en distintas esferas culturales y políticas. Una mezcolanza y una diversidad que, varios siglos y miles de guerras después, configuraría la tez actual de Europa. Un continente de variopinta diversidad aunado por una voluntad política menos inquebrantable de lo que desearían sus creadores. La suma de centenares de lenguas, unas más habladas que otras.

Todo ello cristaliza de forma magnífica en el Parlamento Europeo, una Torre de Babel moderna donde es habitual toparse con diputados escuchando a sus compañeros mediante servicios de traducción instantánea. Se calcula que el reconocimiento lingüístico de la institución tiene un coste de €330 millones de euros anualmente. Un precio a pagar por preservar la idea de que no importa cuán pequeño sea un país, o un idioma. Siempre tendrá espacio en Europa, crisol de lenguas.

Una buena forma de observar la diversidad lingüística del continente es acudiendo a European Word Translator, un pequeño proyecto elaborado por James Trimble, británico que hace algunos años decidió aunar en un sólo mapa las múltiples formas de decir una misma palabra en Europa. Tomando la API del traductor de Google (incompleta, en tanto que faltan numerosos idiomas aún hablados) diseñó una herramienta simple pero divertidísima.

El único requisito es introducir la palabra en cuestión en inglés. Así, al escribir "bird", pájaro en español, descubriremos cómo su morfología varía a lo largo y ancho de Europa. Desde el portugués "pássaro" hasta el euskera "txori", siempre tan enigmático, pasando por otras variantes latinas como el "oiseau" francés o el "ucello" italiano. En las tierras germánicas la similitud es evidente ("vogel" en alemán o neerlandés, "fugl" en noruego o danés), así como en las eslavas ("pták" en checo, "ptica" en esloveno", "ptitsa/птица" en ruso).

Hay detalles curiosos, dado que algunas palabras no tienen traducción directa desde Google Translator. Por ejemplo, "fun", "diversión" en español, aparece sin registro exacto en euskera o esloveno. No significa que ambas culturas no sepan divertirse, sino que utilizan palabras conceptualmente distintas, no registradas por el traductor (para el caso vasco, por ejemplo, existe el término "dibertimendu").

En general, el mapa-traductor ofrece un infinito paseo a través de la riqueza idiomática europea. Uno que también permite repasar la historia de las lenguas indoeuropeas y la estrecha relación que unas guardan con otras, pese a que resulten tan distantes a simple vista. Como vimos en su momento, es posible aglutinar las distintas familias (eslava, germánica, latina, báltica, etcétera) y deshacer sus pasos hasta el protoindoeuropeo original. Un recorrido tan fascinante como el propio carácter de Europa.

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