Transnistria, que está controlada por separatistas prorrusos y alberga permanentemente a 1.500 soldados rusos, así como a un gran depósito de armas, limita con el oeste de Ucrania. Hace unos días, un alto comandante ruso dijo que el objetivo de la nueva ofensiva de Rusia era tomar el control del sur de Ucrania y obtener acceso a Transnistria, lo que generó preocupaciones de que el pequeño país de Europa del Este podría convertirse en un nuevo punto álgido en las crecientes tensiones entre Moscú y el oeste. Ahora, varias explosiones se han registrado en la zona.
Si bien la idea de una invasión genera escepticismo, parece claro que podrían estar aplicando una clásica operación de desestabilización. Ya lo hicieron en el pasado.
La escalada de la contienda. El viceministro de Relaciones Exteriores, Andrey Rudenko, explicaba ayer que Moscú "estaba preocupado" por la serie de explosiones recientes en Transnistria y que a Rusia "le gustaría evitar un escenario" en el que Transnistria se vea arrastrada a la guerra. Pero más tarde las autoridades locales dijeron que dos antenas de radio rusas fueron voladas, mientras que el lunes atacantes desconocidos bombardearon el ministerio de seguridad del estado de la región en Tiraspol con un lanzagranadas de mano.
Las intenciones desestabilizadoras. La retórica rusa reciente apunta algunos de los objetivos a largo plazo que Rusia tenía en mente para Transnistria. Hemos visto que el tema se está discutiendo más abiertamente en el dominio público ruso. Las recientes declaraciones podrían ser una indicación de las ambiciones que Moscú tiene allí. Bob Deen, experto en Moldavia e investigador del Instituto Clingendael, decía que era difícil saber si los incidentes recientes fueron una operación de bandera falsa por parte de Rusia o actos genuinos de sabotaje por parte de grupos antirrusos.
La otra explicación tiene que ver exclusivamente con Moldavia. La tradicionalmente amigable Moldavia tiene desde 2020 un Gobierno abiertamente prooccidental, dirigido por Maia Sandu, y, como Ucrania, se postuló el pasado marzo para entrar en la Unión Europea. En la política moscovita, a Moldavia le toca recibir el palo. Y el Kremlin, centrado hasta el pasado 24 de febrero en librar una guerra híbrida y psicológica, tiene métodos de sobra para presionar a Moldavia.
Una obsesión que viene de lejos. No hay que olvidar que, con el respaldo ruso, Transnistria libró una guerra contra Moldavia a principios de la década de 1990 que dejó al territorio con una independencia de facto y una guarnición rusa permanente. Los medios estatales rusos, ampliamente disponibles allí, han desempeñado un papel importante en la consolidación de las actitudes prorrusas en el enclave a medida que Moldavia se ha desplazado hacia el oeste bajo el liderazgo de su presidente liberal.
Según un informe de Royal United Services Institute, la principal agencia rusa de espionaje, el FSB, lleva más de una década midiendo la temperatura política de Moldavia. A finales de 2020, la agencia llegó a la conclusión de que este país, dependiente del gas ruso y notablemente controlado por la cultura rusa, estaba escapándose del radio de influencia rusa, así que el FSB declaró un nuevo objetivo: "La completa restauración de la asociación estratégica entre Moldavia y la Federación Rusa".
"Agitrop" en Moldavia. Las intenciones rusas de golpear a los moldavos, aunque sea mediante el 'agitprop', acrónimo soviético de "agitación y propaganda", han tras la reciente prohibición por parte del Gobierno moldavo de mostrar en público los símbolos de la propaganda rusa, como la 'Z' o la cinta de San Jorge, unas bandas naranjas y negras que simbolizan la gloria militar de Rusia y cuyos soldados llevan en el uniforme.
Además, la inteligencia ucraniana habría sido informada de presuntos planes rusos para financiar manifestaciones prorrusas en Moldavia. Un intento de generar una escalada de acción-reacción entre las protestas y las autoridades, y, por tanto, una posible crisis política. Todo ello con ayuda de los populares grupos mediáticos rusos y prorrusos.
Los intereses. Transnistria está cada vez más cerca de Moldavia y de la Unión Europea. Muchos de sus ciudadanos cruzan diariamente al resto del territorio moldavo, ambas demarcaciones comercian y comparten el servicio postal, el sistema ferroviario y la liga de fútbol. La oligarquía que gobierna Transnistria, el clan Sheriff, no estaría interesada en aventuras militares, sino en mantener el 'statu quo'. Pero, en última instancia, su viabilidad económica depende de Rusia.
¿Y qué ganaría Vladímir Putin? Su depósito de Cobasna, en la frontera con Ucrania, tiene unas 22.000 toneladas de munición. Sin embargo, según las estimaciones del Chisináu, la mitad de estas viejas municiones soviéticas ya sería inservible. Respecto a sus 1.500 soldados, la mayoría son ciudadanos locales o “fuerzas de mantenimiento de la paz”, un eco de la guerra de 1992. Solo en torno a un centenar serían soldados venidos de Rusia.
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