UMMO, el pedazo de la historia franquista que mezcló OVNIs, sectas, disecciones e incluso a Villarejo

Hay un fragmento de la historia de la España preconstitucional en la que, y perdón por la broma, da la impresión de que se alinearon todos los astros. Una batería de acontecimientos interrelacionados que parece que sólo pudieron unirse por la acción de algún guionista de películas de serie B. El domingo 6 de febrero de 1966 en la madrileña zona de Aluche, “todo el barrio” estaría pendiente de la llegada de unos platillos volantes. Las agencias periodísticas constataron que una zona del terreno estaba extrañamente chamuscado, y en sus notas publicaron que había “testigos”, así en plural, de un descenso intergaláctico.

Un año más tarde, el 1 de junio de 1967, sucedió algo semejante en la zona de San José de Valderas, también en Madrid. De nuevo hablamos de varios espectadores, algunos medios incluso dieron por bueno que “centenares de personas” habían visto los discos resplandecientes, aunque con el tiempo los que se preocuparon de esclarecer los hechos pudieron comprobar que el número de testigos original en ambas situaciones había sido el mismo: dos. Eso sí, para el vuelo de Valderas ahora se contaba con fotografías, que uno de los presentes, que no quiso ser reconocido, dejó a disposición de un periodista en una tienda de revelado.

Mucha suerte tuvo uno de los dos testigos trazables porque, pese a proteger su identidad a los medios bajo pseudónimos, se descubrirá que es el mismo que vio a los marcianos en Aluche el año anterior. También acabaría siendo vicepresidente de la Sociedad Española de Parapsicología: José Luis Jordán Peña. La vida de este hombre estará inextricablemente unida a la de los ummitas, la civilización que se ha querido poner en contacto con nosotros.

Los aliens que amaban las tertulias falangistas

Toda esta historia la ha relatado Eduardo Bravo en Ummo: lo increíble es la verdad, que llega a su segunda edición con nuevo material sobre una investigación que ha traído de cabeza a la mitad de los aficionados al misterio de este país en los últimos cincuenta años. La hija de Jordán Peña se ha abierto por primera vez al público y ha contado para este nuevo volumen el infierno que fue vivir en el hogar del ideólogo que entretuvo a los servicios de inteligencia españoles, a la élite intelectual franquista y en realidad a todo hijo de vecino que adquiriese alguna de las múltiples publicaciones quiosqueras que se editaban en una España aburrida por el aislacionismo político, deseosa de entretenerse con lo que fuera.

Porque la trama, lejos de encontrar su punto y final tras el segundo y último avistamiento oficial, fue a más y más. Había por la época muchos sacerdotes que compaginaban su actividad pastoral con el trabajo paranormal, pero el cura de Mairena de Alcor, provincia de Sevilla, fue entrevistado en 1968 en ABC revistiendo de credibilidad todo el asunto ummita. Ellos eran reales y están entre nosotros, dijo la autoridad eclesiástica, que los había visto personalmente. Tenían "aspecto nórdico”, venían en son de paz, creían, por supuesto, en la fe cristiana, y si no se inmiscuían más en nuestras vidas es porque “el descubrimiento equivaldría a una especie de shock de tipo macrosocial y a serios y graves perjuicios”.

Entre tanto, el entorno de Fernando Sesma, funcionario de Correos que acudía a una de las tertulias más codiciadas de Madrid del momento, la del Café Lion, estaba recibiendo misivas ummitas remitidas por un tal Saliano, así como llamadas telefónicas en el bar (el alien sonaba muy parecido a un humano hablando de forma monótona mientras se tapa la fosa nasal). Tanto Sesma como otros tertulianos recibieron decenas de documentos escritos en varios idiomas terrícolas a lo largo de décadas, y estaban remitidas desde multitud de puntos del planeta (Londres, Moscú, etc), con lo que parecía imposible que fuese ningún compañero gracioso.

En sus cartas se explicaba la vida marciana y la puntera tecnología de su superior civilización, datos científicos ultra avanzados para el sistema español, aunque hay quien descubriría que se trataba de hallazgos que sí se publicaban en revistas de prestigio extranjeras, a la que el español medio no tenía acceso.

Hijos adoptivos de la oveja negra del franquismo

Entonces, ¿tenían aspecto nórdico estos seres? ¿Tendrían, tal vez, algo que ver con los nazis? Es posible que sí, y de hecho los ummitas podían haber sido albaceteños por un tiempo en los años 50. En una de sus cartas se dio a entrever que dos de sus enviados pasó tiempo en casa de la dama de la alta sociedad Margarita Ruiz de Lihory, una mujer que había sido a) mano derecha de Franco b) espía y “matahari” ocasional c) estudiosa de enorme talento y cultura d) una persona que había hecho siempre lo que le había venido en la real gana y finalmente e) protagonista de uno de los mayores escándalos del momento, cuando se supo que mutiló el cuerpo de su recién fallecida hija y le sacó los ojos, una mano y la lengua sin motivo aparente.

La mujer acabó encarcelada por estos hechos que nunca se esclarecieron del todo, pero el suceso coincidió en el tiempo, según los testimonios de los vecinos de la zona en la que ella vivía entonces, con la presencia de dos tipos arios que se ocultaron en su palacio durante dos años de la vida pública y que quedaron como fleco suelto al misterio lihoriano. Con la información con la que de pronto contaron los españoles de principios de los 70 gracias a Saliano, estos tipos bien podrían haber sido dos prominentes figuras nazis fugadas con la caída del Reich a la espera de saltar a Latinoamérica, como se supuso en los 50, bien un par de alienígenas y auténticos responsables de la profanación de la hija de la aristócrata, como aseguraban en las cartas enviadas a los del café, o incluso algo que hubiese hecho las delicias de Himmler: las dos cosas a la vez. Extraterrestres nazis.

Pederastia, cienciología y un relato que nunca acabará

Villarejo de joven.

Tras años y años de documentación, los ufólogos no dudaban de tildar en prensa escrita, radio y televisión todo el asunto UMMO de “caso perfecto”. Si alguna vez pudieron ser reales los extraterrestres, esta debía ser la confirmación. Quedaba claro que las fuerzas galácticas habían escogido España como punto de contacto predilecto. A las voces críticas a tal escenario dentro del mundo ufológico patrio se las acalló porque no interesaba a nadie que todo fuese mentira. Hubo una persona que acudía a bastantes de estas citas mediáticas que lo mismo le daba credibilidad al asunto como se la quitaba, intentando hacerse en todo momento el científico y el equidistante, y ese no era otro que Jordán Peña.

Es aquí, en este punto, cuando las cosas se empiezan a poner turbias.

Con el tiempo empezaron a aparecer tipos que decían haber sido abducidos y tratados con sondas anales. Las cartas ummitas empezaron a llegar a Francia, Italia o Japón, tal vez con un afán de imitación de otras personas con afán protagonista. En Argentina un grupúsculo montó un hospital desde el que poner en práctica "la ciencia técnica ummológica".

¿Has oído hablar del caso Edelweiss? Pues los de UMMO también están tangencialmente detrás. A mediados de los ochenta en España esta fiebre marciana influyó en la constitución de las muchas sectas que proliferaron en la época, sobre todo en Canarias. La de Edelweiss fue la más notoria de todas ellas, aunque su objetivo fueron los hijos de la alta burguesía de la zona del Retiro madrileño, razón por la cual nunca conoceremos el recuento oficial de víctimas reales (muchas de estas familias sólo quisieron acallar los hechos por evitar ser reconocidos): un hombre llamado Eduardo González Arenas empezó a difundir que era un príncipe extraplanetario, y con la excusa de formar un grupo de campistas al estilo de los boy scouts, sometió psíquicamente a los menores, les sacó dinero y abusó física y sexualmente de ellos. Para demostrar su adhesión a la secta, se obligaba a los niños a marcarse a fuego cual reses el símbolo ummita bajo la axila.

A finales de los ochenta empezamos a conectar los puntos del entramado con el nuevo y apasionante centro neurálgico de la conspiranoia de nuestro país.

Molestos por una suerte de infidelidad económica, miembros prominentes de la Cienciología en Madrid contrataron los servicios de un joven detective privado que, excedencia del cuerpo policial mediante, acababa de abrir despacho en Madrid: José Manuel Villarejo. Las artes oscuras del depredador acabaron hundiendo la vida del sujeto acusado de traición por la famosa organización L. Ron Hubbard.

La cosa es que después otro cienciólogo, a escondidas de la organización, acabó cantado ante un juez lo que había pasado, y las autoridades, que en aquella época estaban en plena persecución de las sectas, planearon una redada en un simposio cienciólogo para apresar a todos ellos.

No sabemos por qué, pero en noviembre de 1988 los ummitas, vía carta, como siempre, citan en el Hotel Sanvy de la Plaza de Colón a diferentes personalidades del entramado ufólogo para la lectura pública de un documento que luego se desvelaría una filfa. Pero esta cita fortuita fue lo que salvó a la escisión ummita de la cienciología de acabar siendo presa de la redada policial "a punta de metralleta" y con la prensa esperando en la puerta, que se saldó con casi 60 detenidos. Imposible determinar cuán profunda es la mano de Villarejo en todo este asunto.

En el caso UMMO hay más: hay extraños anuncios clasificados en periódicos, hay despechos amorosos, hay mensajes vía tweets y hay hipnotizaciones, como refleja el extenso trabajo de documentación de Eduardo Bravo. Pero hay también que saber ponerle fin al asunto, y eso es lo que hizo Jordán Peña en 1997 cuando, ante un investigador que se hizo pasar por miembro de la Guardia Civil, cantó hasta La Traviata. Él había sido el cerebro de todo esto. Lo había hecho, en un principio, para burlarse de los tertulianos del café y resto de la inteligentsia madrileña de la época que creían en cuentos chinos, sólo después se le iría de las manos.

También le venía bien distanciarse del fenómeno a la primera salida que se le ofreciese: casos como el de Edelweiss, además de muy macabros, podían conllevar algún tipo de consecuencias penales.

Pero la aventura ummita nunca sellará del todo. Jordán le diría al entrevistador que, para mantener ese ambicioso entramado durante varias décadas, había recibido la ayuda económica e infraestructura de agencias de inteligencia de potencias extranjeras, cosa que su hija ahora, en las nuevas declaraciones, no puede corroborar que sea mentira o no. Es a ese clavo ardiendo al que también, a su vez, se agarraron muchos crédulos marcianos que ya habían invertido demasiados años, esfuerzos y credibilidad personal como para pensar que se trataba todo de la broma de un tipo ocioso. De ahí que aún haya quien piense aún a día de hoy que se trató de un experimento sociológico de la CIA que se aprovechó de un país pseudodesarrollado y socialmente aislado para ver si un pueblo podía creerse algo tan extraordinario con unos pocos recursos y la complacencia puntual de los medios de comunicación.

Habrá que seguir investigando.

Ummo: Lo increíble es la verdad

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