Pocos movimientos de vanguardia resultaron tan fascinantes como el surrealismo. Enclaustrados en sus talleres, los grandes nombres del movimiento crearon lienzos fantásticos y paranormales, espejos del alma deformados y llevados a un estadio imposible e incognoscible. Fue un movimiento memorable, y su halo llegó hasta nuestros días.
Erik Johansson bien podría ser un heredero directo de sus tradiciones pictóricas, aunque en el lado de la fotografía. Sus trabajos rozan los mismos mundos oníricos e imposibles de Dalí o de Escher, pero lo hacen sin una gota de CGI y utilizando montajes fotográficos reales. No hay nada más allá de fotografías, inteligentemente compuestas, en estas imágenes.
Utilizando sus cámaras y su fiel Photoshop, Johansson se ha labrado una merecida fama en el entorno europeo fotográfico. Nacido en Suecia y residente en Praga, ahora abre una nueva exposición en la Dunkers Kulturhaus de Helsingborg, en Suecia, titulada Bending Reality. Y consiste exactamente en eso: en 100 metros cuadrados repletos de fotografías que fusionan por la vía de la imagen mundos inconexos y extraños entre sí.
Su trabajo se puede disfrutar plenamente en su página web y es fascinante incluso para aquellos que recelen del tradicional artificio técnico, probablemente poco emocional, del surrealismo clásico. Al modo de Dalí en pleno siglo XXI, Johansson también visita los mismos mundos del más allá, los universos deformes de la imaginación y los espacios dominados por perspectivas y escalas imposibles. Productos de los sueños, sin duda.