317 años después, Carlos II puede terminar lo que dejó pendiente.
En un ejercicio de mindblowing histórico sólo a la altura de los más grandes comediantes-troll de la historia, un usuario de Forocoches ha creado un perfil en Tinder de Carlos II, El Hechizado, el último monarca de la Casa de Austria que a su muerte sin descendencia, debida a sus múltiples enfermedades, taras y extrema fealdad, desataría una guerra de sucesión que cambiaría España y Europa para siempre.
Carlos II, usuario de Tinder, lleva ya dos días haciendo las mieles del puñado de afortunadas que se lo hayan topado en la red social. En un giro irónico de los aconteciminetos históricos, el perfil ha obtenido algún que otro "match", es decir, el favor gustoso de alguna mujer deseando profundizar en la personalidad de nuestro otrora monarca desgraciado.
El hilo, creado por Torico Zuviria, ha saltado a Twitter, donde lleva un día haciéndose viral por lógicos motivos lolísticos. La descripción de su perfil:
Carlos II, El Hechizado. Hijo de Mariana de Austria y Felipe IV. Eyaculador precoz por naturaleza, te miro y te enamoro. Busco una María Luisa de Orleans. Compañía para justas medievales y juglaría de Saber y Ganar. Me ponen las enaguas y empototre contra el clavicembalo. Se busca descendencia con urgencia.
Para sorpresa de cualquier historiador, Carlos II ya ha conseguido unos cuantos matches. Y las conversaciones han rotado sobre los temas mundanos y banales que se pueden encontrar en Tinder en pleno siglo XXI, pero con la prosa florida y las maneras clásicas de un hombre del siglo XVII. Algunos ejemplos:
Carlos II y la maldición de la endogamia
El origen de tanta riqueza humorística proviene de la desdichada existencia de Carlos II, hijo de Felipe IV y heredero, en su momento, al trono de España tras la desastrosa Guerra de los 30 años.
Tras años de endogamia practicada por los Habsburgo españoles, tanto por motivos de pureza sanguínea como con el objeto de establecer alianzas por todo el continente gracias a interesados matrimonios de conveniencia, Carlos II nació con infinidad de defectos físicos y enfermedades. Desde muy pronto la corte entendió que Carlos, el pobre, no estaba en sus cabales, y que era un rey sin capacidad ejecutiva alguna. Pasó toda su vida entre tratamientos médicos y tuvo un papel político testimonial.
Al final de su vida, Carlos II era poco menos que una chapuza humana. A su nacimiento, estas eran las palabras de embajador francés en Madrid a su monarca, en París: "El Príncipe parece bastante débil; muestra signos de degeneración; tiene flemones en las mejillas, la cabeza llena de costras y el cuello le supura (...) asusta de feo".
Tal espanto de ser humano era, tantos padecimientos tuvo que sufrir, que hoy sus condiciones médicas han sido exploradas a posteriori en macabros relatos escritos. Este pequeño texto escrito por el doctor Antonio Castillo, profesor, de la Universidad Complutense y Presidente de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas, es bastante clarificador y merece la pena ser leído en su totalidad, si bien debemos advertir de la imaginería en ocasiones en extremo desagradable que rodea la descripción física de Carlos II.
Un pequeño extracto sobre su niñez:
A pesar de ese régimen, el niño era enclenque, no sabía hablar y tenía frecuentes catarros y diarreas. Otra cosa muy grave era su escasa musculatura pues hasta los seis años no pudo andar ni casi mantenerse en pie lo que nos permiten diagnosticarle un raquitismo carencial por falta de Vitamina D, agravado porque apenas le sacaban al aire libre y menos a tomar el sol por el temor a los enfriamientos. Como patología infecciosa diremos que además de los padecimientos bronquiales, a los 6 años tuvo sarampión y varicela; a los 10, rubeola y a los 11, viruela. Añádanse a esto, ataques epilépticos hasta los 15 que reaparecieron al final de su vida.
En el apartado mental no mejoraba. Carlos II era un "débil mental que solo pudo comenzar a hablar de modo inteligible a los diez años" que mostró poco interés por gobernar y que pasaba más tiempo en las cocinas reales, hinchándose a chocolate, que en la Corte, decidiendo el destino de aquella España sin rumbo. Enlazó matrimonio pero, pese al entusiasmo, fue incapaz de consumarlo:
María Luisa, al año, seguía tan virgen como vino pues ni se consumó el acto matrimonial ni la precocísima eyaculación del Rey "permitían simultanear ambas efusiones" como elegantemente escribían los Médicos de Cámara. Y es que la impotencia de don Carlos era verdadera. Don Carlos, he dicho que, como agudamente ha señalado el Prof. Alonso Fernández, es casi seguro que padeció un Síndrome de Klinefelter, enfermedad genética que consiste en una alteración cromosómica expresada por un cariotipo 47/XXY, es decir, que tienen un cromosoma X supernumerario, lo cual determina una hipofunción testicular, con genitales pequeños y testículos atróficos, una azoospoermia, o sea, falta de formación de espermatozoides e incluso estrechamiento y fibrosis de los túbulos seminíferos. Y ahí está la clave: Carlos II tenía líbido, moderada erección de sus pequeños genitales pero faltaba la secreción espermática, aunque no la prostática que la precede y que los médicos de la época no la distinguían y por eso hablaban de "eyaculación precocísima".
El cuadro completo, en fin, es esperpéntico, y horripilante en los días finales de su muerte. Naturalmente, no hubo descendencia posible en esta situación, y Carlos II murió joven en 1700 sin hijo al que entregarle la corona. El país se dividiría en dos facciones, por un lado la borbónica, apoyada por Francia, y por otro la austriaca, apoyada por los Habsburgo austriacos, y España sería el escenario de una larga guerra de quince años que terminaría con un orden dinástico y territorial de casi dos siglos, con profundas implicaciones.
Pero si algo pervive en la memoria española, eso es el humor. Y qué mejor que mostrarlo en Tinder.
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