Una camiseta, 2.700 litros de agua: el gigantesco impacto medioambiental de la industria textil

¿Cuánto cuesta la ropa que llevas? Más allá del precio que ilustra la etiqueta, casi todos los consumidores están más o menos familiarizados con las condiciones laborales de quienes fabrican nuestros pantalones y camisas. Grandes industrias en Bangladesh o la India que producen a gran escala y a un precio mucho menor gracias a las peores condiciones laborales. Es un gran borrón en la industria de la moda. Pero hay otro, menos conocido: el medioambiental.

El problema, en cifras. Un último informe de UNECE, la comisión económica para Europa de Naciones Unidas, ha puesto algunas cifras al fenómeno. A saber: la industria de la moda es la segunda emisora de CO2 en términos agregados; produce alrededor del 20% del agua residual y/o contaminada del planeta; y genera más de 21.000 millones de residuos y basuras en un sólo año. Son números que revelan una gigantesca carga para el planeta y que se concentran en el sudeste asiático.

Tu camiseta, 2.700 litros. Como siempre, el impacto se mide mejor si lo comparamos con algún objeto cotidiano de nuestro día a día. Por ejemplo, la camiseta de algodón tienes en tu armario ha costado 2.700 litros de agua, más o menos la cantidad que un humano normal puede ingerir a lo largo de dos años y medio. La camiseta en sí no requiere de tanto agua, claro, pero los hiperproductivos cultivos que sostienen el voraz ciclo productivo de la industria sí.

Ese agua termina vertida en ríos, manglares, lagos y otros ecosistemas que se ven dañados. En lugares como Bangladesh, es un problema enorme.

Irá a más. La cuestión es que cada vez compramos más ropa. Porque cada vez se produce más a un menor precio. Y porque la demanda está aumentando gracias al acceso a la clase media de grandísimas bolsas de población en China y en la India. Si entre 2000 y 2014 el volumen de ropa producida se duplicó por los nuevos hábitos de compra en Occidente, la explosión económica de las potencias demográficas asiáticas auguran un proceso idéntico, pero maximizado.

¿Cómo limitarlo? En parte, comprando menos. Hoy en día las camisas y las cazadoras vaqueras que llegan a nuestro armario tienen una vida útil un 50% más corta que hace 15 años. La mitad de los productos colocados en las tiendas son desechados por la industria o por los consumidores en el plazo de un año. Otra vía es reduciendo la dependencia de agentes químicos por parte de la industria, aunque la utilización de tejidos "orgánicos" sea igualmente contaminante (y se venda a un precio mayor).

Todo llega al aire. Más allá del agua, todo termina en nuestra atmósfera. La utilización de poliéster, un derivado del petróleo, ha ido al alza durante los últimos años. Su producción es un contribuyente neto al calentamiento global: sólo en 2015 lanzó 700.000 millones de kilos de CO2 a las capas más bajas de la atmósfera, el equivalente a unas 185 centrales térmicas de carbón. A la altura de 2050, los recursos consumidos por la industria se habrán triplicado. Y con ellos, la polución generada.

Imagen | REACH/Flickr

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