Japón siempre ha tenido una relación muy especial con los trenes. El país cuenta con más de 27.000 kilómetros de raíles repartidos a lo largo del archipiélago, de los que hacen uso la alucinante cifra de 7.000 millones de usuarios al año (usuarios, que no personas, términos en absoluto intercambiables). Desde sus orígenes a finales del siglo XIX, el tren ha sido un modelo de transporte básico para los japoneses.
Y si a esto sumamos la particular obsesión de los japoneses con la tecnología, la eficiencia y el respeto a las convenciones sociales informales, el resultado es, como casi siempre que hablamos de la nación nipona, una cultura muy particular. Tanto que los trenes (o los aviones) apenas llegan tarde. La puntualidad japonesa, tan legendaria, llega al extremo de ser fiscalizada por segundos. Si tu tren sale 20 segundos antes o después de lo previsto, podrás reclamar.
El último y maravilloso ejemplo es el de la línea Tokio-Tsukuba, operada por Tsukuba Express. La conexión cubre los 45 kilómetros permanentemente urbanizados que separan a ambos municipios, y ayer, desgracias de la vida, el tren de las 9:44:40 salió a las 9:44:20... Veinte tristes seguros que podrían ser nada menos que una complicación menor (e incluso firmada a ciegas) para los pasajeros de un AVE o un TGV, pero toda una vergüenza para la compañía.
Como vimos en su momento, los pulsos y las motivaciones que dirigen a la sociedad nipona (respeto absoluto por la autoridad y jerarquía, total abnegación al trabajo bien hecho, valores tradicionales fuertemente imbricados con los avatares de la modernidad) son diferentes a la occidental. En ese contexto, Tsukuba Express tuvo que emitir un comunicado muy severo pidiendo "disculpas" por las "molestias causadas". 20 segundos, recordemos.
"La tripulación no comprobó suficientemente la hora de salida", por lo que ejecutó una operación de salida demasiado temprana. Esto es el resultado de la extrema rigidez de los horarios manejados por los trenes en Japón, muy frecuentes y muy puntuales (esa puntualidad es clave, por otro lado, para mover con eficiencia la ingente cantidad de pasajeros que transportan los trenes comerciales japoneses).
Pensemos en el metro de Tokio, por ejemplo: 13 líneas, 300 estaciones, casi 200 kilómetros de raíles. Millones de personas (es la ciudad más grande del mundo) dependen de su eficiencia para llegar puntuales a su casa y a sus trabajos. No sólo eso: el metro ha de estar perfectamente sincronizado con los trenes ligeros urbanos que conectan a la periferia e incluso con los ferrys que parten del puerto hacia otras poblaciones costeras. La puntualidad puede ser un atributo cultural, pero también ahorra problemas logísticos.
En 2014, Discovery Channel viajó a Japón para descubrir cómo demonios lograban ser TAN puntuales. Lo que se encontraron fue a conductores controlando el tiempo entre estación y estación con cronómetro (y llegando desfasados por décimas, una locura), un programa semestral de formación continuada para los trabajadores (con objeto de que no se durmieran en los laureles y no se acomodaran) y máquinas que eran capaces de solventar averías en cuestión de segundos.
El resultado de todos los factores es Japón, el único país donde una compañía puede disculparse por salir (que no llegar) 20 segundos antes de lo previsto.
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