El año pasado, sólo un selecto grupo de sellos discográficos independientes logró colarse entre los cien discos más vendidos de España. Uno de los agraciados, por méritos propios, fue Pep’s Music Group. ¿La razón de su éxito? El segundo disco de Gemeliers, Mil y una noches: más de 40.000 copias vendidas, disco de platino y quinto larga duración más solicitado en las tiendas de toda España. A su lado, gigantes internacionales como Adele y fenómenos transversales nacionales como Pablo Alborán. Gemeliers, una pareja de hermanos gemelos sevillanos surgidos de La Voz Kids, se confirmaban como un fenómeno de masas.
¿Cómo lo habían logrado? La pregunta puede deslizarse frente a los ojos de cualquier adulto soltero o aún demasiado lejano al pulso adolescente de sus hijos. A priori, Gemeliers son la enésima encarnación del fenómeno fan adolescente: dos muchachos atractivos con canciones milimétricamente compuestas y producidas para arrasar en estadios y radiofórmulas (pese a que suenen bastante menos de lo que debieran por ventas). Un capricho generacional, otro más, una nota al margen, no demasiado brillante, en los libros de historia del pop español. ¿Cabe algo más que añadir, es que acaso hay algo más interesante sobre ellos?
Cabe, claro, tanto en su favor como en la búsqueda de una explicación que los aborde. Una suerte de movimiento de masas cíclico del que ahora ellos son protagonistas, y del que se benefician por las pulsiones del ser humano, tan semejantes de generación en generación. Dicho de otro modo: ¿por qué hay adolescentes que desarrollan tal grado de devoción hacia un producto musical prefabricado y cargado de clichés? Para averiguarlo, hemos acudido a Mariajo Rodríguez, licenciada en en Psicología Social por la UCM, especializada en Etnografía.
Gemeliers o el mito del héroe antropológico
"Un segundo, ¿el héroe? ¿Qué tiene de heroico esto?".
Más de lo que pueda parecer a simple vista. Hay romanticismo, por ejemplo, y un relato de conquista amorosa frente a dificultades (el padre con mirada reprobatoria). Pero ante todo, hay un espejo que mimetiza los mitos heroicos de nuestro bagaje cultural. Rodríguez plantea el análisis del fenómeno Gemelier en dos niveles: por un lado, el antropológico, que acude a las "señas de identidades culturales", y por otro, el psicosocial, "más cerca del devenir diario y de la construcción de identidades". Hablemos del primero.
"Para cualquier cultura en la Tierra, un héroe es aquel a quien nos queremos parecer, por una parte, y por otra, aquel que nos dice cómo tenemos que actuar cuando no sabemos qué hacer", explica Rodríguez. Fenómenos de masas, ídolos populares que engarzan en el plano antropológico con "las narraciones míticas sobre el héroe", personas que, por convenciones sociales, merecen nuestra admiración y aprobación. ¿Cómo se construye esto último y qué lo condiciona? Fácil: nuestra propia personalidad y nuestras propias aspiraciones. La construcción de ídolos surge, en gran medida, del "reflejo de nuestro mejor yo".
"Por un lado, los héroes, al igual que los líderes, reflejan quién es nuestro mejor yo. Y por otro, más normativo, nos dicen cómo tenemos que ser cuando no sabemos serlo", añade. Esta construcción alegórica de los ídolos se ha mantenido de forma más o menos sostenida a lo largo de nuestra historia, con variantes en función del ámbito cultural. Los elementos que definen nuestro mejor yo son mutables, eso sí, pero siempre apuntan hacia el éxito. Y en el caso de una sociedad de masas e hipercomunicada como la nuestra, "éxito" se parece mucho a ganar grandes cantidades de dinero abarrotando estadios de miles personas.
El héroe es depositario de nuestras mejores virtudes: es contumaz en su esfuerzo, se sobrepone a toda clase de dificultades para alcanzar su éxito y, además, lo hace en gran medida con una finalidad de carácter altruista, por el bien común. Es un ser admirable en todos los sentidos, una admiración que responde a la necesidad de las sociedades de crear referentes valiosos y modelos de conducta. "Ok, construimos héroes, lo hemos hecho siempre, ¿pero por qué estos en particular, aquí y ahora?". Para obtener un retrato completo del éxito de Gemeliers hay que acudir a otras variables: a la parte "psicosocial" de su triunfo.
Si no puedo ser ellos, quiero ser parte de ellos
"Cuando admiramos a un héroe, sea juvenil, adolescente o adulto, lo que hacemos es proyectar exactamente igual que hacemos a nivel antropológico. Proyectamos tanto deseos como rasgos de personalidad, carácter, como logros desde el punto de vista comportamental. Los éxitos que tiene uno, etcétera. En definitiva, el poder, el estatus, el dinero y la deseabilidad que esos personajes tienen: proyectamos nuestros deseos sobre ellos", explica Rodríguez. Del ritual antropológico al plano terrenal, individual de los ídolos pop: nuestra devoción por ellos es aspiracional, porque nos encantaría ser como ellos.
Pero, por lo general, no podemos. Gemeliers y cualquier otra estrella popular mediática son atractivos, tienen dinero, estatus social, poder y prestigio. Pero sus logros son especiales en tanto que son minoritarios e inalcanzables. ¿Qué hacer para formar parte del mito? "Como yo no puedo ser ellos, al menos soy parte de, pertenezco a su tribu. Participo de una forma parcial en su identidad. Y por eso me hago fan. No puedo ser Gemelier, pero llevo su colonia", pone como ejemplo. No sólo eso: a la participación ritual en el fenómeno fan, compartido por una comunidad social, se une la representación: Gemeliers conectan con miles de personas porque "dicen mejor que otras personas lo que yo estoy sintiendo".
Pasamos del héroe al líder, cuyo reflejo se manifiesta tanto hacia arriba (es quien expresa de mejor modo todo lo que no podemos expresar, sirve de vehículo de expresión), como hacia abajo (es normativo: nos dice cómo sentir, nos ofrece roles y modelos de conducta).
Todo lo anterior se mezcla de forma definitiva con los fenómenos de masas creados a partir del siglo XX, gracias al crecimiento de los medios de comunicación capaces de llegar a audiencias enormes, y a otro factor de no menor calado: la adolescencia y el carácter generacional, pero también emocional, de la música de Gemeliers. En ambos casos, el resultado final es un producto que se vale de todo lo explicado con anterioridad para, a través del márketing, ofrecer exactamente lo que miles de adolescentes desean escuchar.
La viralización y el fértil campo de la adolescencia
"Modelos de referencia, sean en narraciones, mitos o cuentos, hemos necesitado toda la vida. Pero desde hace doscientos años se ponen en el candelero algunas figuras, algunos personajes, algunas personas, a los que, por lo que sea, queremos hacer de ellos unos líderes. Unos modelos y unos espejos", sugiere Rodríguez. La construcción del héroe siglos atrás tenía mucho de abstracta y mitológica, en el más puro sentido de la palabra, y poco de terrenal. La llegada de los medios de comunicación y la construcción de la sociedad de masas los convierte en reales: ahora puedes viralizar a tu héroe, lo puedes rentabilizar.
En esencia, cada generación decide qué clase de ídolos quiere tener en un momento dado. Esa elección, fruto natural de las tendencias culturales, que nunca son permanentes, permite diseñar productos musicales para convertirlos primero en fenómenos de masas y, segundo, en máquinas de generar dinero. "Los dibujan muy bien, les dan mucha salida y los presentan compactos, sin fisuras. Como si te presentaran un cuadro perfectamente hecho con todas las virtudes en las que tú te pudieras estar proyectando permanentemente". El márketing es la argamasa del ídolo de masas: el pegamento que une el aspecto mítico del héroe, las características del líder y el proceso de identificación colectiva.
Todo esto explota de forma grandilocuente durante la adolescencia, público al que se dirige de forma explícita Gemeliers (ellos mismos lo son). Como explica Rodríguez, la adolescencia es un terreno fértil para el fenómeno fan porque es un momento de construcción de nuevas identidades. "Vamos probando para ver cuál es la que mejor nos cuadra. Por eso es más fácil enganchar con un fenómeno fan". En años de diversas inseguridades emocionales y personales, la selección de una identidad compartida por un colectivo permite soslayarlas y formar parte de un proceso socializador, permite no quedarse solo, sentirse protegido.
Por otro lado, el mensaje primario y emocionalmente directo de Gemeliers contribuye a conectar de forma rápida con miles de adolescentes. "Los ídolos musicales hablan de sentimientos, y en la adolescencia lo que prima más que cualquier otra variable son los sentimientos y las sensaciones, precisamente de lo que habla la música. Es más fácil establecer un puente para conectar con un adolescente cuando eres músico, más aún cuando tienes su edad. El poder de identificación es mucho mayor cuando tú eres adolescente y has ganado el éxito, lo que se supone que es el objetivo de la sociedad".
La música de Gemeliers hace referencia a cuestiones básicas: sensaciones, sentimientos, emociones. Su poder de arrastre es descomunal (y de ahí que el fondo de sus canciones se parezca tanto al de otros grupos adolescentes: son prioridades inmutables en la vida post-infancia). "Está movido por las grandes palabras, el amor, la decepción. Elementos universales que se expresan con un vehículo sonoro. La música transmite de un golpe y sin necesidad de palabras muchísima más tonalidad de sensación, conecta con la parte más primaria e impulsiva del cerebro". Conectan porque su abanico de temas son muy empáticos con las preocupaciones de su audiencia, muy aspiracionales, muy identificables.
Los riesgos de ser puro de corazón
Es decir, cuando Gemeliers hablan sobre lo mucho que desean estar con una chica, o del desamor y la desazón que sienten al no poder estarlo, logran dotar de verosimilitud y de un vehículo de representación a miles de chavales que sienten exactamente lo mismo. El armazón de márketing se desdibuja entre palabras que, como los héroes de antaño, expresan mejor que nosotros lo que sentimos (y durante la adolescencia, lo que sentimos es exponencialmente más dramático y exagerado). Es una "llamada directa al corazón" que conmueve, engancha y, para colmo de bienes, dota de identidad colectiva. Es perfecto.
Como cualquier apasionado por la música, la literatura o el cine habrá podido comprobar, la empatía y la delegación de representación en nuestros ídolos siempre está presente en nuestra vida. En la adolescencia, simplemente, es más exacerbado: conforme creces, vas "cerrando caminos de identificación", como entreve Rodríguez. "Si ahora me preguntan por Los Pecos, me muero de vergüenza. Yo que soy un adulto, que tengo un camino formado y que he aprendido a construir mis emociones y mis defensas, lo que me dice la figura de Los Pecos y el ser fan es mi propia permeabilidad, mi falta de definición de roles, mi blandenguería, etcétera. Como adolescentes, se nos ve más el plumero".
O lo que es lo mismo, nos exponemos más, hemos aprendido peor a proteger nuestras emociones, que en su momento exaltamos a través del fenómeno fan. En pleno proceso hacia la madurez, éramos menos cínicos, más puros, y por tanto más capaces de participar en procesos de fervor colectivo, crédulos, como el que envuelve a Gemeliers. Dejábamos al descubierto todas nuestras emociones, hoy problemático. Todo eso desaparece a lo largo de los años, cuando, como cuenta la psicóloga social, elegimos una línea de identidad y dejamos de oscilar. Gemeliers vienen y van, pero el proceso anterior, no.
La búsqueda de referentes y de iconos jamás cesa. En la edad adulta, optamos por otros, más perdurables. "Pink Floyd, Led Zeppelin, tienen más recorrido porque no son las emociones del corto plazo. Lo que perseguimos con ese tipo de grupos es una sofisticación". También nos acercamos a grupos y elementos culturales "de calidad", asociados a unas notas de prestigio. Es más complejo que Gemeliers, sí, pero cuidado: "Gemeliers captan perfectamente la foto del momento y la sensación que tienes en tus 14 años". Prestigiosos o no, conectan, resultan importantes a miles de personas. Dan en la tecla adecuada.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario