Unos científicos han logrado filmar la risa de las ratas al hacerles cosquillas, y es divertidísimo

Las ratas comparten con nosotros algunas reacciones emocionales y no necesitamos que una película de Pixar nos lo diga. A esa conclusión han llegado unos científicos alemanes que, tras tres años haciéndole cosquillas a un grupo de ratas, ha determinado que no sólo les gusta, sino que ese gesto les provoca la misma alegría y nerviosismo que a los seres humanos.

Lo más llamativo del asunto, además de la confirmación científica de la emoción animal de esta especie, es que desde el Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de la Universidad Humboldt, en Berlín, han grabado todas las reacciones. En un impresionante video en el que se recogen los sonidos de los roedores a través de ultrasonidos, podemos oír directamente el jolgorio que sienten cuando uno de los científicos les agita cariñosamente pecho y espalda.

Las inquietantes (pero hermosas) risas a 50 kilohercios

Si ya contabas con que los mamíferos podían (podíamos) mostrar gozo, ahora gracias a este equipo sabemos cómo se produce la risa. Basándose en trabajos anteriores de la década pasada que no prosperaron, los investigadores han demostrado con aparatos receptores de ultrasonidos que las ratas se ríen a una frecuencia de 50 kilohercios, 50.000 oscilaciones por segundo (así que sí, el scratch que escuchas en el video es la voz del animal). Eso está muy por encima de los 20 kilohercios que marcan el límite superior de nuestra ventana de frecuencias audibles.

Los registros ultrasónicos han podido mostrar el grado de alegría y sus características en diferentes escenarios. Tal y como se ve, el vientre es su centro de mayor recepción de estímulos, más importante que la espalda y muy superior a lo logrado cuando se les estimula la cola. Es especialmente bonito ver cómo, después de que les apliquen los toques, las ratas se quedan contentas por un rato largo.

Existen dos tipos de cosquillas: la knismesis y gargalesis. La que vemos en el video (y en la que se han centrado los investigadores) es la segunda, ya que, aunque es más agresiva, muestra de forma más clara nuestra reacción a este tipo de estímulos. La knismesis es la que se origina con el contacto de nuestra piel al entrar en contacto con una pluma u objetos similares, y provoca una sensación de comezón más que de carcajada. La gargalesis es la cosquilla tradicional, la de clavar y agitar partes punzantes de nuestro cuerpo (dedos, nudillos) en las zonas más sensibles de los demás.

El estudio berlinés explica que la reacción cómica es caprichosa. Varía según el animal y su estado emocional anterior. Las ratas estresadas, como nos ocurre a nosotros, no están tan receptivas a generar actitudes positivas que los ejemplares con un mejor humor previo. También hay, de forma natural, ratas más predispuesta que otras a la risa.

Un video alegre, pero con una esencial investigación detrás

Este estudio, que se ha publicado este mes en la revista Science, no sólo ha servido para que un puñado de científicos tenga uno de los trabajos más llamativos de su centro (pocos trabajos parecen tan divertidos como pasarse tres años haciendo reír a ratas), sino para demostrar por primera vez en la historia de la ciencia que la risa puede ser el resultado de la estimulación de la corteza somatosensorial (la que se encarga del “disfrute”). Esa ha sido la opinión de Elise Wattendorf, neurocientífico de la Universidad de Fribourg, en Suiza.

Con sus cosquillas y unos escáneres cerebrales, los científicos descubrieron cuáles eran los circuitos neuronales activados cuando se provocan estos gestos. Al invertir el proceso y estimular el circuito cerebral detectado con electrodos (y eliminando posibles interferencias externas), confirmaron que la alegría de los animales fue la misma que cuando se les hacía cosquillas. Por cierto, estos no han sido los únicos científicos en grabar a ratas mostrando alegría por las cosquillas. Aquí tienes otro video que lo demuestra:

¿Y por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos? Según la tesis del equipo de Humboldt, las cosquillas son una más de las vías que hemos desarrollado para incitar el contacto y la interacción social, algo vital para nuestra como especie (y que, por ello, compartirían todos los animales a los que la interacción con el grupo les facilita la supervivencia). Estas son las mismas conclusiones a las que llegó un estudio anterior (aunque menos exhaustivo) de Markus Wöhr sobre roedores alegres, en 2007.

Uno de los investigadores, Ishiyama, explica que esto ha hecho avanzar no sólo los estudios sobre la alegría entre ratas, sino entre todos los mamíferos, como nosotros, ya que el humano como sujeto de estudio sobre este fenómeno es más incómodo (nuestras emociones son más complejas, hay más variables que entran en juego al ver nuestras reacciones). Según Ishiyama, la ciencia se ha centrado demasiado en estudiar las emociones negativas, como la depresión, pero centrar el tema desde el otro lado puede ayudarnos a arrojar más luz sobre qué y cómo es nuestra felicidad. “Además, trabajar haciendo cosquillas es divertidísimo”.

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