Hace poco más de un mes se estrenó el tráiler de la nueva película de Alejandro Amenábar. Ambientada a mediados de 1936, narra los últimos meses de vida de Miguel de Unamuno, interpretado por Karra Elejalde. Cualquier recorrido por la vida de Unamuno tiene un hito en la celebración del "Día de la Raza" el 12 de octubre de 1936. En el imaginario popular, aquel día el fundador de la Legión, Millá-Astray, afrentó al escritor con gritos de "¡Muera la inteligencia!" y "¡Viva la muerte!". El aludido, según esta versión popular, hizo gala de un aplomo infinito y respondió aquello de "venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir (…)".
A los habituales comentarios con sorna del estilo "otra película española sobre la Guerra Civil" se sumaron algunas voces que tachaban de falso el incidente y resucitaban este artículo publicado el año pasado en El País. En él se recogen las conclusiones del bibliotecario de la Universidad de Salamanca, Severiano Delgado, que, según su parecer, refutan el relato oficial (ese era el término empleado) del enfrentamiento con Millán-Astray en el paraninfo de dicha universidad.
Por si esto no bastara para encender la polémica, dos de las autoridades citadas en la susodicha pieza eran Colette y Jean-Claude Rabaté, probablemente los más conspicuos biógrafos del escritor. El matrimonio Rabaté no debió quedar satisfecho con esta interpretación de sus palabras, porque apenas dos semanas más tarde, el mismo diario publicó un artículo de la pareja acusando a Delgado, el bibliotecario, de tergiversar los hechos.
Los pecados de Delgado son, a juicio de los biógrafos, dos: un inaceptable salto de fe desde el "no sabemos qué sucedió exactamente" al "no sucedió" y haber escogido cuidadosamente solo aquellas fuentes que podía desacreditar, ninguneando otras más pertinentes. Antes de entrar en materia, me veo en la obligación —moral— de advertir a los lectores de que en absoluto soy un experto en el tema, así que mi única pretensión en este artículo es analizar las fuentes propuestas por ambas parte con más detalle del que permiten dos columnas en un periódico. Nada de lo aquí expuesto es, por supuesto, original. Al final figura la bibliografía, aunque está mencionada varias veces a lo largo de este artículo.
Los argumentos de Delgado
Delgado intenta poner en entredicho tanto lo ocurrido durante el enfrentamiento como la grave trascendencia de este. Para ello, entre otras fuentes, acude a un pasaje de la biografía de Unamuno, escrita por el matrimonio, donde se afirma que el relato de Luis Portillo tiene una clara intención dramática, más que de pura narración histórica. Portillo fue colega de Unamuno en la universidad salmantina, mas no asistió al famoso acto en el paraninfo, que maquilla y falsea para resaltar la figura de su compañero. Los expertos coinciden en que su crónica de la fiesta de aquel 12 de octubre no puede tenerse por otra cosa que no sea un ejercicio de literatura para una revista literaria.
No obstante, en 1961, esta fábula basada en hechos reales —la de Portillo, para que nadie se pierda en el baile de relatos— apenas era conocida y, por tanto, aún no había sido desacreditada. En consecuencia, el hispanista Hugh Thomas la usó como cimiento para la exposición de los hechos que recogió en su libro The Spanish Civil War. La popularidad del libro sirvió para fijar esta versión, y no otra más rigurosa, en la imaginación colectiva.
El problema de la réplica de Delgado a esta versión no reside tanto en las fuentes que escoge como en las que desdeña. Habíamos dicho que su argumentación gira en torno a dos aspectos: qué pasó y qué consecuencias tuvo. Empecemos por lo segundo, que es más sencillo.
El bibliotecario asegura que fue un acto "brutalmente banal", que hubo tensión entre los ponentes, pero como en tantos otros eventos durante aquel convulso periodo. En definitiva, que se dieron cuatro gritos, quizá cruzaron algunos exabruptos, pero al acabar aquello, cada cual siguió su camino. Entre las pruebas de esto último figura una fotografía en la que (parece que, al menos) Unamuno y Millán-Astray se dan la mano al acabar, ya casi en la calle, lo que, por alguna extraña razón, demuestra que no sucedió gran cosa —lo cual es un tanto sorprendente, ya que la existencia del altercado no está en entredicho—.
Como los cónyuges y biógrafos cuentan en su biografía En el torbellino. Unamuno en la Guerra Civil (2018), resulta difícil sostener que no tuviera mayor importancia dadas las repercusiones que sabemos fehacientemente que originó aquella intervención. Lo que expongo a continuación está en su totalidad extraído de esta biografía.
Aquella misma tarde, Unamuno fue abucheado en el Casino, del que era presidente honorario. Su propio hijo, que había sido advertido del peligro por el líder falangista de la ciudad, juzgó oportuno llevarse casi a rastras a su padre para evitar males mayores. Si bien esta trifulca aún podría ser considerada normal, no sucede lo mismo con lo que ocurrió en los días que siguieron al infausto discurso. El día 13, la corporación municipal decidió retirar el acta de concejal a Unamuno por su "antipatriótica actuación ciudadana" (acta que le devolvió, simbólicamente, el Ayuntamiento de Salamanca en 2011).
Sus males no acabaron aquí. Dos días después de su discurso, el 14 de octubre, el claustro de la alma máter resolvió, en reunión ordinaria, retirar su confianza al aún rector y considerar el cargo como vacante. El mismísimo Franco ratificó ese cese en dos decretos del día 23. A la luz de estas consecuencias, parece complicado pensar que aquel rifirrafe fue trivial.
Quién dijo qué aquel 12 de octubre
Sin embargo, examinadas ya las secuelas, hay que señalar que la verdadera discrepancia reside en el primer punto: quién dijo qué. Popularmente, el núcleo de la intervención de Unamuno es el "venceréis, pero no convenceréis". Dos exclamaciones se atribuyen, por otra parte, al militar: "¡Muera la inteligencia!" y "¡Viva la muerte!", probablemente proferidas a causa de las alabanzas del rector a José Rizal, mártir de la causa filipina (Millán-Astray combatió en Filipinas).
Como decíamos, el maquillaje de la versión de Portillo lleva años expuesto y no es ningún secreto para los expertos. El problema de la revisión de Delgado consiste en que los adornos de ese relato le sirven para impugnarlo en su totalidad, mientras que otros expertos consideran que, en lo esencial, es cierto.
Por ejemplo, existen indicios importantes de que si Unamuno no dijo "venceréis, pero no convenceréis", al menos sí algo bastante parecido: "vencer no es convencer". Delgado cita esta variante, pero como una frase pronunciada "en otras ocasiones". La cuestión es que hay pruebas muy convincentes, que Delgado o el periodista parecen olvidar, que atestiguan que esa frase sí fue pronunciada, centrándose en testimonios que, por otra parte, tampoco lo niegan (en palabras del bibliotecario, simplemente "se alejan del relato de Portillo"). Curiosamente, si la refutación de Delgado está poco fundamentada, menos lo están las críticas a la película, pues es esta segunda oración, más realista, la que se oye en el tráiler.
¿Qué indicios son estos? Por un lado, los Rabaté aportan una prueba material. Durante la intervención de los cuatro oradores previstos para aquel día, Unamuno garabatea palabras sueltas en el reverso de una carta que portaba. Está esbozando el discurso que (casi) improvisará en breves momentos. Entre estas notas podemos leer, dos veces, la frase "vencer y convencer".
La segunda es un testimonio revelador, pues pertenece al propio Millán-Astray. En su biografía Millán Astray, legionario, el historiador Luis Eugenio Togores (muy poco sospechoso de simpatizar con la causa republicana, por decirlo suavemente) da cuenta de un documento inédito fechado en 1942; se trata, nada menos, que de un informe titulado Conducta observada por D. Miguel de Unamuno, en su calidad de Rector Honorario de la Universidad de Salamanca, con motivo de la fiesta del día de la Raza de 12 de octubre de 1936. Con tan descriptivo título es innecesario aclarar su contenido, pero sí deseo destacar el siguiente fragmento: "También dijo «que una cosa era vencer y otra convencer». Y yo estimo que con esta insidia quería seguramente decir: que venciendo con las armas no se gana la razón".
El propio fundador de la Legión nos sirve tanto de testigo poco inclinado a exaltar la figura de Unamuno como de exégeta. Respecto a la efímera intervención del legionario, la polémica es algo más irrelevante. Algo similar a "¡Muera la inteligencia!" o "¡Muera la intelectualidad traidora!" debió aullar, a tenor de lo que cuentan los testigos. Probablemente algo más cercano a lo segundo, pues él mismo se lamentaba en una carta al padre del dramaturgo Alfonso Paso de que, habiendo voceado "¡Si esto es la inteligencia, muera la inteligencia!", solía citarse solo la segunda parte —siendo justos, no es una frase precisamente amable, pero sí menos grotesca que sin esa prótasis—.
En resumen, la versión tradicional peca de un exceso de imaginación, con toda seguridad producto del enardecido relato de Portillo, pero no carece de cierto trasfondo de verdad que el bibliotecario de Salamanca pretende negarle. Es harto conocido por los expertos que la refriega verbal entre Unamuno y Millán Astray está engalanada, así que, por lo demás, tampoco parece una novedad digna de mención.
The Spanish Civil War: Revised Edition (Modern Library War)
En el torbellino: Unamuno en la Guerra Civil (Estudios)
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