¿Cuál es el secreto del éxito? La respuesta más típica a esta pregunta siempre ha pasado por "el trabajo duro". Y aunque ciertamente ayude, hay un montón de factores que contribuyen a explicar por qué unas personas triunfan y otras no. Una muy importante es la imagen que proyectamos sobre los demás. Si nos perciben como personas seguras y carismáticas es más probable que nos topemos con más puertas abiertas.
Lo que también incluye la voz.
El cómo suenas. Lo ilustra un estudio publicado hace unos días por el Journal of Management Studies. Titulado "No es lo que dices sino cómo suenas", analiza el impacto que el tono de voz de los principales CEOs de Reino Unido, aquellos al frente de las cien empresas más importantes del país, tuvo en su escalada salarial. Los investigadores analizaron sus distintas trayectorias a lo largo de una década, centrándose en los tres primeros años de cada uno para controlar el efecto que sus resultados financieros pudieran tener más tarde en los accionistas.
La clave. Lo que encontraron en el camino fue un sesgo pro-voces masculinas por parte de los consejos directivos. Como explica Quartz en este artículo, aquellas voces graves y profundas se beneficiaron de subidas salariales hasta un 6% por encima del resto. El trabajo controla por un amplio rango de factores, ya sea la experiencia de cada CEO, su educación o su propia relación personal con el consejo. Es decir, hay un premio inconsciente y evolutivo hacia las voces percibidas como "fuertes".
Midiendo. Dado que nuestro timbre cambia y evoluciona con el paso de los años, generalmente hacia la gravedad, el estudio se fijó en un elemento inmutable de la voz: las áreas de dispersión de los formantes, el pico de intensidad de los sonidos que emitimos al pronunciar una vocal. Según los investigadores, es una medida de resonancia que contribuye a moldear la "profundidad" de las vocales. Una que no suele cambiar y que permite una medición estable durante varios años.
Es la memoria. ¿A qué se debe el sesgo? Aquí la psicología evolutiva tiene varias cosas que decir. Sabemos desde hace años que asociamos las voces masculinas a una mayor "fortaleza". A mayor masculinidad percibida de un timbre, es decir, a mayor profundidad y gravedad, mayor sensación de seguridad. Esto está relacionado con el tradicional peso que la fuerza física tuvo en los humanos desde los albores de la civilización. Un hombre que hablara de forma grave y resonante era fuerte, y por tanto tenía una posición más preponderante en los grupos sociales.
El siglo XXI. En términos presentes, esto se traduce en una confianza casi intuitiva en los CEO que disfruten de voces más graves. Aunque su fortaleza física ya no importe para dirigir una empresa. No es algo exclusivo del timbre: hemos visto en alguna ocasión como tanto el acento regional como el acento social son factores determinantes a la hora de acceder a un puesto de trabajo. Hablar con dejes regionales o con léxico de barrio tiene enormes penalizaciones en los procesos de selección (a igualdad de méritos).
Influye todo. Y no es solamente cómo hablas, sino también cómo te mueves por la vida. Las personas más ricas o pertenecientes a las clases más altas tienden a desenvolverse con una autoconfianza superior al resto (aunque no sean mejores o peores desempeñando una tarea), lo que les favorece en el mercado laboral (dan la impresión de estar más capacitados). Lo mismo vale para la supresión de la culpa o las acciones inmorales, más típica entre las personas ricas. Una actitud vital que de un modo u otro epata al entorno y permite escalar más rápido en el mercado laboral.
Partiendo, claro, desde una posición más privilegiada. Por más que esforzarse esté muy bien, el éxito está más relacionado con la suerte (dónde naces) que con el talento. Quién podría culpar al resto de la humanidad por haber dejado de creer en el mantra del trabajo duro.