El ayuntamiento de Madrid ha sido uno de los últimos en cancelar su programación festiva: 2020 no tendrá fiestas de San Isidro. Del mismo modo que sucedió con la Semana Santa, la Feria de Abril de Sevilla ha sido pospuesta a septiembre y la de Jerez se ha desplazado a octubre. Y a juzgar por las circunstancias actuales, parece que la suspensión y aplazamiento de fiestas será la tónica que veremos en los próximos meses.
A pesar de que la actual prórroga del estado de alarma concluye el próximo 26 de abril, el presidente del Gobierno ya ha manifestado su intención de pedir un tercer aplazamiento que dure hasta el 10 de mayo. De cumplirse este pronóstico, estaríamos hablando de que a mediados de mayo comenzaría a levantarse el confinamiento total y a implementarse nuevas medidas de desescalado.
Es decir, el mero hecho de abandonar el estado de alarma no es sinónimo de que la vida normal esté a la vuelta de la esquina. Sin ir más lejos, científicos de la Universidad de Harvard acaban de publicar un estudio en la revista Science donde afirman que, a falta de un tratamiento contra la Covid-19, el distanciamiento social intermitente podría alargarse hasta el año 2022.
Y aunque un verano sin celebraciones al aire libre es un escenario atípico para la mayoría de los españoles, este contexto se torna dramático para un sector que vive explícitamente de las aglomeraciones: las orquestas. "Los más optimistas del sector hablan de que quizás podamos volver en entre julio y agosto, los más pesimistas dan la temporada 2020 por perdida", afirma José Antonio Blas, director de la orquesta Paris de Noia, en una conversación con Magnet.
Orquestas paradas y verbenas en el aire
Incertidumbre. Esa es la palabra que más repiten las orquestas y los músicos y cantantes que las componen. "No sabemos que va a pasar. Nadie nos dice nada. Tenemos muchas actuaciones todavía por cancelar, pero damos por hecho que se van a caer", apunta Roberto Outes, director del grupo Tekila. De hecho, esta orquesta comparte programación el primer fin de semana de julio con dos de sus homónimas más solicitadas: Panorama y Paris de Noia.
Estas tres orquestas están citadas en la localidad de Piedras Blancas (Asturias) para celebrar las fiestas del concejo. Sin embargo, a pesar de que este ayuntamiento acaba de cancelar sus fiestas de San Isidro, Roberto Santiago, su concejal de Festejos, prefiere no adelantarse a la hora de suspender las del próximo mes de julio.
"Tomar decisiones más allá de quince días, ahora mismo, no sirve de mucho porque las cosas están cambiando muy rápido. Las fiestas de San Isidro las hemos cancelado por proximidad en el tiempo y, obviamente, por cordura. Pero no me atrevo a hablar más allá. En el caso de que tuviésemos que cancelar las de julio, quizás podríamos hablar de tratar de ubicarlas en septiembre. Pero prefiero no aventurarme todavía a nuevas hipótesis. Además, la psicosis entre la gente sigue siendo muy grande y lo que antes se concebía como un momento de fiesta y reunión ahora lo vemos como un problema", explica Santiago.
Lo mismo sucede con otras festividades programadas a lo largo de la geografía española entre finales de junio y principios de julio. La hoguera de San Juan de A Coruña que es la cita más multitudinaria del verano coruñés pende de un hilo actualmente. Desde La Voz de Galicia apuntan que el ayuntamiento gallego está esperando indicaciones del Ejecutivo para decidir qué camino tomarán finalmente.
Por su parte, el ayuntamiento de Alicante ha cancelado todas las verbenas del mes de junio y el de Cádiz ya ha suspendido su noche de San Juan. Igualmente, los organizadores de O Marisquiño, el festival vigués celebrado a principios de agosto, también han cancelado la edición de este año y los San Fermines continúan en el aire.
Sin embargo, Roberto Outes de la orquesta Tekila sostiene que "El problema no reside solamente en que los ayuntamientos decidan cancelar o no sus festejos, sino también en que los vecinos que colaboran en las comisiones de fiestas no están pudiendo salir de sus casas a recaudar el dinero". Las orquestas saben que viven de las aglomeraciones y el contacto físico que conlleva sacar a la gente a bailar. Algo que les lleva a ver la temporada casi insalvable.
"Aunque estamos intentando mover fechas a los meses de septiembre y octubre, la situación económica sería igualmente muy complicada porque perderíamos la mayoría de las actuaciones programadas para junio, julio y agosto. De media, en junio, tenemos 15/16 actuaciones y, en julio, unas 20. Si estas fiestas se cancelasen no sería viable reprogramarlas todas en el otoño, básicamente, porque faltan días del calendario", explican desde Paris de Noia.
Y es que, el sector de las orquestas y las verbenas está muy supeditado a los fines de semana y al verano, lo que dificulta adaptar toda la agenda a finales de año. "De nada serviría, si es que se pudiese, mover las fechas al otoño o incluso el invierno. Mientras que en verano puedes tocar un miércoles y llenar una plaza porque la gente está de vacaciones y hay turistas, en invierno eso es impensable. Si programas un miércoles del mes de octubre, entre que la gente trabaja al día siguiente y que hace frío, te quedas solo. No va nadie", argumenta Outes de la orquesta Tekila.
Inversiones perdidas y los más afortunados al ERTE
Aunque orquestas como Tekila tienen actuaciones programadas a lo largo de todo el año, lo más habitual es que no haya actuaciones de noviembre a febrero, ambos inclusive. De esta forma, los meses de otoño e invierno suelen dedicarse a pensar, diseñar y construir el nuevo espectáculo. Y es aquí donde reside la tercera pata del problema que sufre el sector actualmente. El confinamiento decretado el pasado 14 de marzo pilló a orquestas como Paris de Noia con la maquinaria engrasada y lista para salir actuar.
"Tener una orquesta parada durante todo el verano es una lacra porque es durante estos meses cuando recuperamos el dinero invertido en el nuevo espectáculo. Paris de Noia es una de las orquestas que cuentan con mayor infraestructura, lo que nos lleva a invertir año tras año entre 100.000 y 200.000 euros. Ahora, la paralización del sector nos deja con la inversión hecha y el montaje construido", lamenta el director general de esta orquesta gallega.
Paris de Noia y Panorama son dos de las orquestas que cuentan con más trabajadores en plantilla, alrededor de entre 30 y 40 personas trabajan para cada una de ellas. Dadas las circunstancias, ambas han solicitado un ERTE que ya ha sido aceptado por el Ejecutivo y que garantizará que sus empleados puedan cobrar el 70% de su salario.
Aunque este mecanismo ha sido diseñado para garantizar unos ingresos mínimos, a Fatima Pego, cantante de la orquesta Panorama, no le ayuda a rebajar el miedo y la incertidumbre: "Llevo 15 años trabajando en el sector de las orquestas y es la primera vez en décadas que veo que quizás no podamos salir a cantar. Todo apunta a que las aglomeraciones no van a estar permitidas y, aunque lo entiendes y buscas que la gente se quede en casa para que esto pase lo antes posible, tienes miedo porque tu sueldo depende de ellas", explica.
Gracias a que durante estos últimos años ha compaginado su trabajo como cantante con el rol de presentadora de televisión, Pego tiene la esperanza de poder agarrarse a esta otra faceta, si el sector no remontara a lo largo del 2020.
Sin embargo, no todos los músicos, técnicos y cantantes tienen la opción de acogerse a un ERTE. El régimen de artistas por el que se rigen las orquestas permite que las empresas funcionen en base a un sistema de altas y bajas y contrataciones puntuales por bolos. Aunque aquí cada una se ajusta al modelo que más le conviene, la tendencia general es que los trabajadores estén asegurados los días que actúan o ensayan y, así lo ratifica Ricardo Outes de Tekila, cuya orquesta no puede acogerse a este sistema.
En la misma tesitura se encuentra Richard Blanco, cantante de la orquesta Galilea, una agrupación gallega que cuenta con una plantilla de 16 trabajadores. El confinamiento pilló a su empresa a punto de comenzar los ensayos y, por ende, con parte de las altas de los trabajadores sin tramitar. Blanco comenta que, aunque cada agrupación funciona de una forma, aproximadamente el 80% de las orquestas "te dan de alta el día de la actuación y, después, te vuelven a dar de baja" y así sucesivamente.
Para Blanco, el sector de las orquestas está muy vapuleado y parte de la culpa recae en los regímenes de cotización: "Llevo trabajando 30 años en orquestas que funcionaban muy bien económicamente, pero tal y como está montado nuestro sector solo acumulo 11 años cotizados. Para conseguir tener un año natural cotizado, tenemos que trabajar entre dos y tres años naturales", argumenta.
Y, claro, con una vida laboral dedicada en exclusiva al mundo de las orquestas y con la incertidumbre rodeando no solo a su sector, sino a otros muchos, Richard es incapaz de anticiparse a esta situación: "Soy diplomado en Educación musical, es decir, tengo estudios superiores que podrían darme alguna salida, pero la situación que nos deja la crisis sanitaria es muy incierta. Ponte que te paras a pensar en que, efectivamente, perdemos el verano, ¿en qué sector buscas trabajo? ¿Dónde va a ver demanda de trabajadores si mucha gente no va a poder gastar dinero?".
En esta línea y como colofón final para rematar esta tragedia económica, Richard Blanco de Galilea y Ricardo Outes de Tekila coinciden en que el año 2021 será quizás aún más preocupante: "Muchas orquestas tendrán que cerrar o prescindir de parte de su plantilla", opina Blanco.
Por su parte, Outes concluye: "El mercado será quien marque hasta donde podemos llegar. Si nosotros hacíamos un espectáculo que, en un símil futbolístico, equivaldría a la UEFA tendremos que bajar el listón y adaptarnos. Igualmente, quien hasta ahora estaba jugando en la Champions, pues tendrá que bajarse a UEFA. El nivel que manteníamos hasta ahora no creo que sea sostenible".
Imagen: Paris de Noia/Facebook