John Allen Chau creyó que era una buena idea cristianizar a los sentineleses. No lo era
He aquí una historia propia del siglo XVI: misionero cristiano siente la llamada del deber y se embarca en un largo viaje oceánico para contactar con tribus desconocidas y salvajes, enseñarles la palabra de Dios y consagrarlas al Nuevo Testamento, ofreciéndoles un camino de luz y salvación. Las tribus en cuestión, al observarle, reaccionan con hostilidad. Nuestro héroe perece bajo un mar de flechas, incapaz de hablarles del Señor.
Sucedió en el Océano Índico. En 2018.
¿Qué? El misionero en cuestión era un devoto y joven evangélico cristiano llamado John Allen Chau. Chau se encontraba en el remoto archipiélago de Andamán, en el golfo de Bengala, propiedad soberana de la India pero más próximo a la península de Malaca. Al parecer, su misión era clara: acudir a las diminutas islas Sentinel en kayak, entablar contacto con las tribus locales y convertirlas al cristianismo. Mostrarles la Biblia.
Salió mal.
¿Por qué? Se cree que los sentineleses llevan 60.000 años habitando su pequeño archipiélago. Sus costumbres y ritos sociales se remontan al inicio de los tiempos, y su pericia tecnológica es baja hasta el punto de que se pone en duda su descubrimiento del fuego. Se sabe, eso sí, que tienen armas: flechas y arcos en su mayoría que despliegan de forma ostentosa y agresiva cada vez que un foráneo se acerca a las costas de su pequeña isla.
Los contactos con los sentineleses han sido limitados. Tanto colonizadores británicos como documentalistas anglosajones (National Geographic acudió al archipiélago en los setenta) han tratado de estudiarlos, sin éxito. Se sabe poco de su población (se cree que en torno a los 400) y de su idioma (aislado). La India logró un contacto pacífico en los 90, pero fue efímero. Desde 1997, prohíbe a cualquier persona poner pie en la isla.
La evangelización. Los motivos que empujaban a Chau eran puramente religiosos. Según se publicó en diversos reportajes, el hombre, en su veintena y de nacionalidad estadounidense, conocía los riesgos de entablar contacto con los sentineleses. Diversos pescadores de las islas Andamán le habían advertido de la prohibición y de la peligrosidad del viaje. Pese a ello, se embarcó en una canoa y navegó hasta Sentinel del Norte.
Fue abatido por los nativos. Murió atravesado por sus flechas.
Las tribus. Por surreal que parezca, aún quedan tribus no contactadas en pleno siglo XXI. Una gran mayoría se encuentran en los confines del Amazonas, y no todas son agresivas. Otras tantas han sorteado la modernidad gracias al aislamiento del océano Índico o Pacífico. La isla de Nueva Guinea, uno de los mayores tesoros antropológicos y culturales del mundo (no existe otro lugar del mundo de tamaña diversidad lingüística), cuenta con un sinfín de ellas.
El contacto. A menudo, viven en terrenos de orografía compleja y nula autoridad del estado moderno, lo que ha prevenido a científicos y antropológocos de acceder a ellas. Su incierto número puede rondar el centenar en todo el planeta (unas 40 sólo en las provincias indonesias de Nueva Guinea, absolutamente vedadas al progreso moderno). Los sentineleses son bastante célebres por su peculiar agresividad y su remotísima localización.
Es común que las tribus desconozcan el mundo exterior. Las leyes, de forma frecuente, les protegen (en gran medida porque no están inmunizados a numerosas enfermedades, y cualquier contacto podría ser fatal). Chau posiblemente conociera esta realidad. Decidió ignorarla.
Imagen | Crhistian Caron/Survival International
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*Una versión anterior de este artículo fue publicada en noviembre de 2018
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