Se les dio por muertos con la llegada de los CD en la década de los 80. Llevaban años cogiendo polvo en el desván de cada casa. Y ahora, vuelven a ser el formato físico más popular y de mayor recaudación de ingresos de la industria de la música. Los motivos son muchos y muy variados: el auge del coleccionismo, la notable calidad de sonido o simplemente la experiencia física de la música en una era de efímero digital. Las ventas se han disparado durante la última década. Y la pandemia sólo hizo acrecentar el fenómeno.
Pero hay un problema. Uno bastante grande. Conseguir que se fabriquen cada vez más vinilos es un desafío en pleno 2021. No hay fábricas, hay escasez de materiales y una cadena de distribución totalmente fundida.
Las ventas. El año pasado, las ventas de vinilos superaron por primera vez a las del CD. Las ventas globales alcanzaron ese año los casi 1.000 millones de euros. Y en los primeros seis meses de este año, se vendieron 17 millones de discos de vinilo en Estados Unidos, generando 450 millones en ingresos minoristas, casi el doble de 2020, según la Recording Industry Association of America. En Reino Unido, hubo 4,8 millones de ventas, un incremento del 10% a causa de la pandemia. En España se vendieron 1,2 millones de vinilos aquel año, un incremento en su facturación del 24%.
Las grabaciones físicas son ahora solo una parte del negocio de la música en general pero también sirven como un fuerte indicador de la lealtad de los fans, y estrellas como Taylor Swift o Drake están haciendo del vinilo una parte importante de su marketing.
Sin producción suficiente. Sin embargo, hay señales preocupantes de que la bonanza del vinilo haya superado la capacidad industrial necesaria para sostenerla. Los atascos en la producción y la dependencia de máquinas de prensado de décadas de antigüedad han provocado retrasos sin precedentes. Hace un par de décadas, se podían hacer en un mes, ahora puede llevar hasta un año, causando estragos en los planes de lanzamiento de los artistas.
Ni siquiera las estrellas más famosas se salvan. En una entrevista de la BBC Radio, Adele, cuyo álbum 30 sale en noviembre, y seguramente será un éxito, explicó que su fecha de lanzamiento se había fijado hace seis meses para que los vinilos y los CD se hicieran a tiempo. Basta decir que en 2017, Sony volvió a abrir su planta de prensado japonesa después de 30 años, la señal más clara de una importante de que quería hacer algo con respecto al renacimiento del vinilo.
Los problemas. Los expertos en música y fabricación citan una variedad de factores detrás de este problema. La pandemia cerró muchas plantas durante un tiempo, y los obstáculos en la cadena de suministro global han ralentizado el movimiento de todo, desde el cartón y cloruro de polivinilo, el material con el que están hechos los discos, hasta los álbumes terminados. A principios de 2020, un incendio destruyó una de las dos únicas plantas en el mundo que fabrican discos de laca, una parte esencial del proceso de creación de discos.
Pero el problema más importante es simplemente la oferta y la demanda. El consumo ha crecido mucho más rápido que la capacidad de la industria para hacer discos. Y el negocio se basa en una infraestructura obsoleta de máquinas de prensado, la mayoría de las cuales datan de la década de 1970 o antes y son muy caras de mantener: pueden costar hasta 300.000 euros cada una. Y lo que es peor: hay ridículamente pocos tornos en existencia, o al menos los de gran capacidad necesarios para producir discos en masa. En general, hay falta de conocimiento, profesionales, máquinas y envíos.
Las grandes discográficas, en busca del pastel. Desde hace varios años, los sellos más grandes de la industria de la música, como Universal y Sony, se han subido al tren del vinilo, para bien o para mal. En este reportaje de Investment Monitor, varios sellos discográficos “indie” relatan cómo algunas discográficas importantes están pagando a las prensas de vinilo más grandes del mundo para que comprometan sus máquinas sólo con sus pedidos. Esto se resume mejor en la transformación del Record Store Day, y cómo se ha hecho de una versión mini y no corporativa del Black Friday para vinilo una herramienta de marketing.
Y lo que es peor: hay ridículamente pocos tornos en existencia, o al menos los de gran capacidad necesarios para producir discos en masa. La falta de recursos parece afectar a toda la cadena. Hay falta de conocimiento, profesionales, máquinas y envíos.
Por qué Europa central domina la industria. Muy pocos países pueden producir discos en masa. Aunque el Reino Unido alberga el mayor número de plantas de prensado de Europa, las más grandes y famosas se encuentran (con diferencia) en Europa continental, a saber, Alemania y la República Checa. El vinilo estuvo cerca de su desaparición total a principios de los 2000. Ambos países, al igual que el Reino Unido y EEUU, solían tener grandes existencias de viejas máquinas de vinilo. Sin embargo, durante el declive de la industria en las décadas de 1990 y 2000, el Reino Unido y (en mayor medida) EEUU desmontaron y vendieron la mayor parte de este equipo ante lo que parecía ser el inexorable aumento de los CD.
Mientras tanto, los alemanes se aferraron a sus máquinas, como los checos, sobre todo gracias a los subsidios gubernamentales. La República Checa, junto con Polonia, solía ser un productor de vinilo clave para la Unión Soviética, un legado industrial que ahora vale su peso en oro. En resumidas cuentas: Europa central lidera la producción mundial de vinilo gracias a su monopolio sobre las máquinas originales, las habilidades necesarias para ejecutarlas y el coste de su mano de obra. El problema, ahora, lo tienen las discográficas. Y los fans, claro.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario