Vivimos enganchados a la nostalgia. Y eso podría tener beneficios en nuestro equilibrio psicológico

En su canción Time Was (El Tiempo era), el cantante contracultural Phil Ochs rememora un pasado "cuando un hombre podía construir una casa y tener su propia familia. Los años de paz pasarían; podía ver cómo sus hijos crecían. Pero de eso hace ya mucho tiempo". Para Ochs, todo pasado fue más fácil y, por tanto, mejor: "Había pocas preocupaciones... un hombre podía mantener su orgullo; tenía a la justicia de su parte... había autenticidad en cada día".

Ochs grabó el tema Time Was en 1962, cuando solamente tenía 22 años, y todavía le quedaba por ver lo peor de la década de los 60 en EEUU: los asesinatos del presidente John F. Kennedy y del senador Robert F. Kennedy, la polarización que supuso la guerra de Vietnam y los movimientos a favor de los derechos sociales y de la mujer.

Medio siglo más tarde (gracias a las rápidas y dramáticas consecuencias de las agitaciones sociales y políticas, así como a los avances tecnológicos que han transformado radicalmente nuestra vida cotidiana) hay quien podría anhelar aquellos tiempos en los que "había pocos problemas" y "cada día era auténtico".

Estar constantemente conectados a Internet y a las redes sociales puede que esté relacionado con mayores niveles de ansiedad y depresión. Los mensajes y la comunicación online han creado malentendidos y discordias, siendo muchos los que sienten que han perdido el control sobre su privacidad. Una encuesta reciente revelaba que incluso la mayoría de los estadounidenses piensa que la cultura y forma de vida de los Estados Unidos ha cambiado para peor desde la década de los 50.

¿Pero cuál es el efecto a largo plazo? ¿Estamos ante una reacción psicológica positiva o ante una trampa peligrosa?

Una añoranza agridulce

En la vida, los cambios son algo normal y no una excepción; la transformación llega a todos los aspectos de nuestro mundo, desde el crecimiento físico hasta el progreso científico. Mientras tanto, la novedad no deja de ser un antídoto para el aburrimiento, el estancamiento y la saciedad.

Sin embargo, la gente anhela la estabilidad y un cambio puede poner en peligro su bienestar, especialmente cuando se requiere un nuevo conjunto de habilidades para satisfacer las nuevas demandas. Los cambios inesperados o extremos pueden producir estrés, puesto que nuestra capacidad de controlar las situaciones depende de un grado razonable de previsibilidad (imagínate cómo sería si al tirar una piedra no supieras si va a ir hacia arriba o a hacia abajo).

Cualquier tiempo pasado fue mejor. (Mr Cup/Fabien Barral/Unsplash)

La nostalgia es un sentimiento agridulce en el que anhelamos el pasado. Es dulce porque nos permite revivir buenos tiempos durante unos momentos; es amarga porque reconocemos que esos tiempos no pueden volver. Anhelar nuestro propio pasado se conoce como nostalgia personal y preferir una época lejana se denomina nostalgia histórica.

A pesar de que la nostalgia es universal, la ciencia ha demostrado que un anhelo nostálgico por el pasado es más probable que se produzca durante los períodos de transición, al igual que cuando se pasa a ser adulto o cuando se pasa a la tercera edad. Tener que desplazarse o alienarse debido a un conflicto militar, a cambiar de país o al progreso tecnológico también puede producirnos nostalgia.

Una fuerza estabilizadora

A la hora de afrontar la inestabilidad, nuestra mente echa mano de nuestros recuerdos positivos del pasado, que tienden a ser más claros que los negativos o los neutros.

En el pasado, se veía a la nostalgia como algo malo: un retiro en un contexto de incertidumbre, estrés o infelicidad. En 1985, el teórico psicoanalítico Roderick Peters describía la nostalgia extrema como algo debilitante "que persiste e interfiere profundamente con los intentos del individuo para hacer frente a sus circunstancias actuales". Pero la investigación contemporánea, incluyendo la mía propia, ha puesto en entredicho este concepto de mala adaptación.

Un estudio de 2015 demostró que la reminiscencia nostálgica puede ser una fuerza estabilizadora, puesto que puede fortalecer nuestro sentido de la continuidad personal, que nos recuerda que poseemos una "tienda" de recuerdos poderosos que están profundamente entrelazados con nuestra identidad. La persona que en su día escuchó las historias de su abuelo, que jugó a fútbol durante la adolescencia y que después se fue de fiesta hasta alcanzar la madurez, sigue siendo la misma persona a día de hoy.

La memoria como refugio. (Kate Williams/Unsplash)

La investigación que he realizado desde 1998 ha demostrado que los recuerdos nostálgicos tienden a centrarse en nuestras relaciones y que nos pueden consolar durante momentos difíciles o de estrés. A pesar de que ya seamos personas independientes y maduras (tal vez incluso un poco hartas), no dejamos de ser los hijos de nuestros padres, los hermanos de nuestros hermanos y los confidentes de nuestros amantes. Durante el desarrollo de un estudio retrospectivo sobre las experiencias de la infancia, me he dado cuenta de que recordar que cuando éramos niños experimentamos el amor incondicional nos puede ayudar a tranquilizarnos en el presente, especialmente durante tiempos difíciles.

Estos recuerdos pueden alimentar nuestro valor a la hora de enfrentarnos a nuestros miedos, tomar riesgos razonables y hacer frente a los retos. En lugar de quedarnos atrapados en el pasado, la nostalgia puede liberarnos de la adversidad, promoviendo el crecimiento personal.

Mis estudios también han demostrado que las personas con una mayor propensión a la nostalgia son más capaces de hacer frente a la adversidad y son más propensas a buscar en los demás apoyo emocional, asesoramiento y ayuda práctica. También son más propensas a evitar las distracciones que les impiden enfrentarse y resolver sus problemas.

La delgada línea de la nostalgia

Pero a pesar de todos sus beneficios, la nostalgia también puede hacer que nos refugiemos en un pasado idealizado. El deseo de escaparnos en el imaginario, un mundo idealizado de una era anterior (incluso tiempos que no hemos vivido en primera persona), representa un tipo diferente de nostalgia que se conoce como nostalgia histórica.

La nostalgia histórica a menudo está relacionada con una profunda insatisfacción con el presente y una preferencia por las cosas como eran hace mucho tiempo. A diferencia de la nostalgia personal, una persona que experimenta nostalgia histórica podría tener una perspectiva más cínica del mundo, marcada por el dolor, el trauma, los remordimientos o las experiencias adversas durante la infancia.

Todo tiene sus límites. (Quinn Dombrowski/Wikipedia)

Sin embargo, desde el punto de vista de la terapia, los informes sugieren que la nostalgia personal puede ser utilizada para ayudar a las personas que sufren las consecuencias de los traumas causados por la violencia, el exilio o una pérdida. Al mismo tiempo, una persona que ha sufrido un trauma y no ha recibido el tratamiento adecuado, podría llegar a verse abrumada por una forma negativa de nostalgia que produce un anhelo permanente por volver al pasado.

En última instancia, cuando nos centramos en nuestras propias experiencias vividas (en nuestra "tienda" de recuerdos) la nostalgia es una herramienta útil. Es una manera de aprovechar el pasado de forma interna para sobrellevar los cambios y tener esperanza en el futuro.

Autor: Krystine Batcho, profesora de psicología en Le Moyne College.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

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