A todos nos gustaría ser un poco más felices.
El problema está en que muchas de las cosas que determinan la felicidad están fuera de nuestro control. Algunos estamos predispuestos genéticamente a ver el mundo de color de rosa, mientras que otros lo ven todo más oscuro. Cosas malas nos pasan y ocurren en todo el mundo: la gente puede ser cruel y el trabajo puede ser tedioso.
Sin embargo, sí que decidimos la forma en la que pasamos nuestro tiempo libre y esa es la razón por la que merece la pena preguntarse cuáles son las actividades de tiempo libre que están asociadas a la felicidad y cuáles no. En un nuevo análisis de 1 millón de adolescentes de Estados Unidos, mis coautores y yo hemos examinado cómo pasan los adolescentes su tiempo libre y qué actividades están relacionadas con la felicidad y cuáles no.
Queríamos ver si los cambios en la forma en la que los adolescentes pasan su tiempo libre podrían explicar en parte el descenso de los niveles de felicidad en los adolescentes desde 2012, así como el descenso en los niveles de felicidad en adultos desde el año 2000. En nuestro estudio, hemos analizado datos representativos a nivel nacional en Estados Unidos en alumnos de entre 16 y 18 años de forma anual desde 1991.
Cada año les preguntamos a los adolescentes sobre su felicidad en términos generales y a qué dedican su tiempo libre. Nos hemos dado cuenta de que los adolescentes que pasan más tiempo quedando con amigos, haciendo ejercicio, practicando deporte, participando en servicios religiosos, leyendo o incluso haciendo los deberes eran más felices. Sin embargo, los adolescentes que pasan más tiempo en Internet, jugando a videojuegos, en las redes sociales, mandando mensajes, usando chat de vídeo o viendo la televisión eran menos felices.
Dicho de otra manera, toda aquella actividad que no incluyera una pantalla estaba relacionada con una mayor felicidad y toda actividad que incluyera una pantalla estaba relacionada con una menor felicidad. Las diferencias eran considerables: los adolescentes que pasaban más de cinco horas al día conectados tenían el doble de posibilidades de ser infelices que aquellos que pasaban online menos de una hora al día.
Por supuesto, puede que el motivo sea que la gente que no es feliz quiera matar el tiempo con actividades que incluyan una pantalla. Sin embargo, hay un número cada vez mayor de estudios que demuestran que la causa de la infelicidad suele ser el uso de las pantallas y no al revés.
En un experimento, los participantes a los que se les pedía que se desconectaran de Facebook durante un fin de semana eran más felices, se sentían menos solos y estaban menos deprimidos cuando acababa el fin de semana que aquellos que habían continuado usando Facebook. En otro estudio, los adultos jóvenes a los que se les pedía que dejaran Facebook por motivos laborales eran más felices que aquellos que seguían teniendo sus cuentas activas.
Además, varios estudios longitudinales muestran que el tiempo que se pasa usando una pantalla provoca infelicidad, pero que la infelicidad no hace que pasemos más tiempo usando pantallas. Si quieres comprobar los consejos de esta investigación, solamente tienes que hacer algo muy sencillo: deja el móvil o la tablet y ponte a hacer algo, lo que sea.
No son solo los adolescentes
Esta relación entre felicidad y uso del tiempo es algo preocupante porque la generación actual de adolescentes (a la que llamo "iGen" en mi libro del mismo nombre) pasa más tiempo delante de una pantalla que cualquier generación anterior. El tiempo que los adolescentes pasan conectados se ha duplicado entre 2006 y 2016; y un 82% de los adolescentes de 17 años usan las redes sociales a diario (en comparación con el 51% que las usaba a diario en 2008).
Es evidente que la felicidad de los adolescentes ha caído en picado desde 2012 (el año en el que la mayoría de los estadounidenses se hizo con un smartphone). Lo mismo pasó con la autoestima y con el nivel de satisfacción de sus vidas, especialmente el nivel de satisfacción con sus amigos, con la cantidad de momentos de diversión y con sus vidas en general.
Este declive en el bienestar se asemeja a otras investigaciones que demuestran un aumento en los problemas de salud mental entre la generación iGen, incluyendo síntomas de depresión, altos niveles de depresión, autolesiones y suicidios. Especialmente si los comparamos con el optimismo y el positivismo casi incansable de los millennials, la iGen es mucho más insegura y depresiva.
Algo parecido parece estar ocurriendo entre los adultos: mis coautores y yo ya nos habíamos dado cuenta de que los adultos mayores de 30 años eran menos felices de lo que eran hace 15 años y que los adultos cada vez tenían sexo con menos frecuencia. Puede haber muchas razones para estas tendencias, pero los adultos también pasan cada vez más tiempo con las pantallas de lo que lo hacían antes. Esto podría incluir menos interacciones cara a cara con otras personas, incluyendo con sus parejas sexuales. El resultado: menos sexo y menos felicidad.
Aunque los niveles de felicidad en adolescentes y en adultos disminuyeron durante los años con mucho paro durante la crisis (2008-2010), los niveles de felicidad no han remontado desde 2012 cuando la economía se recuperó progresivamente. Al contrario, puesto que los niveles de felicidad han seguido bajando a pesar de la mejora en la economía, haciendo que sea poco probable que los ciclos económicos hayan influído en los bajos niveles de felicidad desde 2012.
El aumento de la desigualdad salarial podría ser un factor influyente, especialmente en el caso de los adultos. Pero si fuera el caso, los niveles de felicidad tendrían que haber estado empeorando desde la década de los 80 cuando la desigualdad salarial comenzó a aumentar. Por el contrario, los niveles de felicidad comenzaron a bajar aproximadamente en el año 2000 en el caso de los adultos y en 2012 en el caso de los adolescentes. A pesar de todo, es posible que las preocupaciones sobre el mercado laboral y la desigualdad salarial alcanzaran su punto máximo en los primeros años del siglo actual.
Lo que nos pareció sorprendente es que los adolescentes que no usan los medios digitales para nada eran un poco menos felices que aquellos que usan los medio digitales un poco (menos de una hora al día). A partir de ahí los niveles de felicidad iban bajando con el aumento de horas de uso. De ahí podemos llegar a la conclusión de que los adolescentes más felices son aquellos que utilizan los medios digitales, pero durante un tiempo limitado.
La respuesta, por lo tanto, no está en dejar de usar las tecnologías. La solución es algo que ya sabemos: hay que hacer todo con moderación. Utiliza tu teléfono para todas esas cosas que te pueden resultar útiles, pero también déjalo de vez en cuando y ponte a hacer alguna otra cosa. Te sentirás más feliz.
Imagen: Nik Shuliahin/Unsplash
Autor: Jean Twenge, San Diego State University.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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