Una estampa inédita ha agitado la conversación mediática durante los últimos días. Centenares de personas se han agolpado en las puertas de las oficinas de Correos con sus papeletas electorales en la mano. ¿Su objetivo? Votar. La imagen ha dado pie a toda clase de teorías sobre una posible participación histórica, sinónimo de la fuerte movilización ideológica de estas elecciones, pero los números son tercos.
A esta hora, el voto por correo es un 9% más bajo que en 2016. ¿Qué ha pasado?
El sistema. Primero hay que entender el funcionamiento del voto por correo (distinto al voto desde el extranjero). Un elector sabe que no podrá acudir a su colegio electoral el domingo, pero desea ejercer su derecho. Correos le habilita un formulario que debe rellenar y entregar para recibir sus papeletas en casa. Al cabo de los días, cerrado el plazo, los mensajeros inician su reparto mediante correos certificados.
La entrega debe ser personal (DNI mediante). Se prueba dos veces en la dirección provista. Si el votante no está, tiene que ir a su oficina más cercana para recoger los sobres electorales, con los que podrá votar. En caso de que sí los reciba, tiene que ir igualmente a la oficina a entregar los sobres. Una vez recibidos por el funcionario de turno, habrá votado.
El problema. Hasta aquí, pocos problemas. Correos establece unos plazos generosos (más de un mes) para todas las elecciones, y el funcionamiento suele ser pulcro. En esta ocasión, sin embargo, no ha sido así: el adelanto electoral ha provocado que las fechas del voto coincidan con la Semana Santa y el 23 de abril (festivo en varias comunidades). ¿Resultado? Muchas oficinas (y sus repartidores) han cerrado jueves, viernes, sábado, domingo y martes.
A consecuencia, las entregas de correos certificados (las que incluyen las papeletas y los sobres a remitir a la mesa censal) no se han entregado a tiempo.
Plazos. Tanto Correos como Interior cayeron en la cuenta a mediados de semana. En teoría, el plazo para emitir el sufragio en las oficinas postales terminaba el pasado miércoles. Se extendió un día. Y el jueves, ante las muchas quejas recibidas por electores que aún no habían recibido sus papeletas, se extendió una vez más (horarios incluidos). A dos días de las elecciones seguirá siendo posible acudir a Correos y votar por una lista.
Colas. Y de ahí el caos y las protestas. Algunas oficinas han registrado hasta dos horas de espera para votar, con largas colas, inéditas, en las calles. Como diversos reportajes revelan, muchas personas lo han hecho contrariadas, indignadas por la mala organización. Las redes sociales también han recogido el descontento, mientras otros muchos han querido ver en las aglomeraciones una participación histórica.
Las cifras. Nada de eso. Más de 1.330.000 españoles han emitido ya su voto, pero es una cifra menor a la registrada para los comicios de 2016 (1.460.000). Casi un 9% menor. Las filas surgen de una concatenación de circunstancias: cierto retraso en el reparto de papeletas, el protagonismo de la Semana Santa y el cierre de las oficinas, y el repentino aplazamiento de los plazos. Y de ahí las paradójicas imágenes.
Imagen: GTRES