A Santiago Abascal no le gusta el cine español actual. Puede que esto no sea ninguna sorpresa, pero sí lo son sus últimos comentarios, un recetario para “volver a hacer el cine español grande de nuevo”: después de que se confirmara que ningún representante de la formación había sido invitada a la gala de los Goya, Vox puso por redes que planeaban recomendar a los miembros de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España hacer una película “sobre Blas de Lezo, por ejemplo, porque los españoles volverían al cine y ellos dejarían de pedir subvenciones”.
Blas de Lezo fue uno de los mejores almirantes de la historia de la Armada Española, el estratega que impidió la conquista británica de Cartagena de Indias en 1741, una figura que tiene en su poder encarnar el sentimiento patriótico español como lo hace Nelson para los británicos o Patton para los norteamericanos (y por eso una figura predilecta entre nacionalistas, que le han mitificado más allá de los hechos reales) y un tipo tremendamente cinematográfico: era cojo, manco y tuerto.
Animados por el revuelo de las declaraciones, Vox ha ido ampliando la propuesta, hasta que Abascal se ha postulado como patrocinador de la misma. “Es evidente que hay un público que garantiza el éxito. Estoy dispuesto a irme a buscar a Mel Gibson si aquí no hay quien quiera realizarla o invertir en ella”.
Para el actual ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, sus declaraciones son una broma “en la línea lamentable de crear polémicas artificiales". Y es cierto que Vox, como muchas otras entidades públicas, se alimentan de su capacidad de provocar a los medios para que hablemos de ellos. Pero lo que Abascal ha ignorado por desconocimiento o mala intención es lo que puede que no sepan muchos de los que se hayan imaginado la gloria del cine español en forma de una especie de “Braveheart” patrio. En realidad, una megaproducción histórica española sería una idea terrible desde el punto de vista financiero.
“Nadie vería una película sobre Blas de Lezo. Costaría por lo menos diez millones de euros y no recaudaría ni la mitad. Ninguna película española basada en hechos históricos y con ambiciones espectaculares ha sido rentable en los últimos ¿40? años”. Es el comentario de Miguel Blanco, aficionado al cine y crítico en multitud de cabeceras. La experiencia avala la afirmación.
Estos espadazos son una ruina: las grandes juergas del cine histórico
El Dorado, una reconstrucción de las aventuras de Lope de Aguirre dirigida por Carlos Saura en 1988, suele aparecer en los ránkings nacionales e internacionales de los mayores fracasos comerciales de la historia del cine. Costó, de la de aquella, 1.000 millones de pesetas, unos 15 millones de euros de los de ahora, siendo así la película más cara del cine español hasta la época. Los españoles sólo dejaron 5 millones de pesetas en taquilla.
Nueva película más cara del cine español, nueva aventura económica. Para la quinta entrega de su saga de novelas sobre Alatriste, El caballero del jubón amarillo, Arturo Pérez-Reverte era el fenómeno cultural español de la temporada. Telecinco no quería dejar perder el tren, y apostó a lo grande. Los muchos problemas de producción que fueron saboteando el presupuesto hicieron que la película costase 24 millones de euros, para los 23 millones que recaudó sumando toda su circulación en la taquilla mundial, unas cifras que, cuando hablamos de megaproducciones como este, significan no alcanzar la rentabilidad.
Por si fuera poco, la ínfima calidad de la producción también le ganó no poca sangre en prensa, así como inspirados juegos de palabras. Un reciente intento por lavar la imagen del personaje y relanzar el fenómeno literario en formato serial por parte de Telecinco también se ha estrellado al poco de lanzarse.
A mediados de los 2000 Esperanza Aguirre, una política con pocas sospechas de antipatriotismo, también tuvo una idea: conmemorar el levantamiento del Dos de Mayo. El telón de fondo serían los Episodios Nacionales de Galdós y el director a la tutela del proyecto José Luis Garci. Querían hacer una gran producción, pero vanagloriándose de no gastar excesivo presupuesto. No fue así. Sangre de Mayo terminó costando 16.5 millones de euros que corrieron por parte de Telemadrid, es decir, de la televisión pública. Sólo consiguieron recaudar 700.000 euros en taquilla
Encontrarás Dragones, de Roland Joffé, contó en 2011 las aventuras de Josémaría Escrivá de Balaguer (es decir, el fundador del Opus) durante la Guerra Civil. Una obra que contó con reparto y financiación internacional (Charlie Cox, Wes Bentley) y cuyo retrato del santo tuvo la aprobación de población conservadora (La Razón la ponía muy bien). Costó 31 millones de euros. A duras penas recaudó uno.
El Capitán Trueno, en 2011: 8.39 millones de presupuesto y una taquilla de 700.000. La Mula, contando la Guerra Civil desde las filas del bando nacional y con Mario Casas de protagonista: siete millones y 160.000 en taquilla. Tirant lo blanc, un filme que recrea la liberación de Constantinopla en el siglo XV y que no duda en tildar continuamente a los moros de "perros" (por fidelidad al texto original, se entiende): 15 millones de euros, 1.5 de recaudación y distintos chanchullos públicos. El vanaglorioso proyecto cántabro Altamira: 10 millones de euros para recobrar 400.000.
Ágora de Alejandro Amenábar, Manolete de Menno Meyjes... la lista sigue. Hasta 1898. Los últimos de filipinas, producida por el magnate del fútbol y del cine bajo sospecha de corrupción Enrique Cerezo, uno de los ejemplos más recientes de esta tendencia, dejó los mismos resultados: seis millones para ver cómo volvían a las arcas dos.
Un (supuesto) cambio ideológico tampoco salvaría al cine español
Hay muchas formas de leer estos resultados. Puede que al público español no le gusten demasiado las recreaciones históricas. Puede que la calidad final de estas obras, que suele necesitar de una enorme inyección financiera, no cumpla unos objetivos mínimos ni tan siquiera con lo que, para los presupuestos que se manejan en nuestro cine patrio, son enormes inversiones.
También puede ser que, pese a lo que cree Santiago Abascal, el público potencial de nuestro país que responda a este tipo de narrativas, patrióticas y conservadoras, no sea el suficiente. Hay otra razón extra para apoyar esta tesis: su fuerza de consumo tiene un impacto muy poco relevante cuando se intenta demostrar a la inversa. Pensemos en algunos de los escándalos recientes del cine español, los famosos boicots a directores y películas porque alguien de la producción ha dicho algo políticamente incorrecto. Fernando Trueba dijo que no se había "sentido español" ni "cinco minutos" de su vida, la película sólo recaudó 400.000 euros en su estreno, que no deja de ser lo mismo que recaudó la primera parte de la película, La niña de tus ojos, en su primer fin de semana 18 años atrás y sin boicot mediante.
Cuando Miren Gaztañaga, actriz del reparto de El Guardián Invisible, dijo que al pensar en un español pensaba en un cateto, se lanzó la campaña #BoicotElGuardiánInvisible. ¿La consecuencia? 1.2 millones de euros de recaudación en su primer fin de semana.
El crítico que apuntábamos al principio de este texto opina que, si las recreaciones históricas han sido un coladero de dinero en la historia de nuestro cine reciente, no se debe a la falta de intentos ni tampoco a su variedad de estilos y sensibilidades (muy diversas entre las citadas ahí arriba), sino a que los españoles han dejado de ir al cine por costumbre y ya sólo lo hacen movidos por las películas evento, lo que sólo beneficia a grandísimos estudios como Warner o Disney. Ya en 1992 hablaban los medios de la "crisis del cine español", hablando de lo exiguo de sus recaudaciones.
Por suerte para Abascal, Enrique Cerezo lo va a intentar una vez más. Producirá una obra audiovisual sobre Blas de Lezo. En formato serie, eso sí, y contará con la participación de RTVE, aunque aún no se ha conocido si la televisión pública pondrá dinero para ello o no.
En España, si quieres triunfar, sólo hay dos fórmulas aseguradas: hazte una comedieta o contrata a Bayona.
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