La cuestión climática capitalizará gran parte del discurso político global durante las próximas décadas. Ursula von der Leyen es muy consciente de ello. La flamante nueva presidenta de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión, ha colocado a la política climática en el centro de sus prioridades, y ha anunciado un "Green Deal" europeo a implementarse durante su mandato, similar al planteado por el ala más progresista del Partido Demócrata estadounidense. El objetivo, conseguir que el continente neutralice sus emisiones para 2050.
Es un plan muy ambicioso. Y requiere de medidas drásticas.
La aviación. Lo cuenta en exclusiva Tagesspiegel, diario berlinés: el borrador esbozado por la Comisión para sus primeros cien días de gobierno incluiría una reforma del sistema de certificados de emisión en la industria aeroportuaria. Ahora mismo, toda aerolínea que quiera operar sobre suelo europeo debe comprar derechos de emisión, certificados que le habilitan a un número determinado de emisiones a lo largo de un año. Los derechos son instrumentos de mercado, recalan en las arcas de la Unión Europea y funcionan como un incentivo negativo a la contaminación.
Si una aerolínea quiere emitir más, tiene que pagarlo. La idea de Von der Leyen es subir las tarifas.
¿Cuánto? Según el periódico, los certificados le han costado a la industria de la aviación más de €600 millones sólo en 2019. El objetivo de la Comisión sería duplicar la cuantía, aumentando la suma en unos €750 millones al año. Entre 2021 y 2027, las aerolíneas tendrían que desembolsar unos €5.000 millones en derechos de emisión. Un coste que, como es de prever, terminará repercutiendo en el consumidor. En la práctica, la medida funcionaría como freno al incesante flujo de pasajeros aéreos. Sólo en 2018 el volumen de clientes de las aerolíneas aumentó en un 6,1% (PDF), una tendencia consolidada a lo largo de la década (PDF).
Borrador. Se trata de una idea preliminar que podría implementarse o no. Pero es de prever que los gobiernos del continente adopten políticas similares a corto plazo. Von der Leyen anunció tras su elección que todos los sectores, "desde la aviación hasta el transporte marítimo", tendrán que contribuir en la reducción de su huella medioambiental, y que "las emisiones deben tener un precio que cambie nuestro comportamiento". Es una filosofía compartida desde el gobierno alemán, del que formaba parte, y que quiere utilizar los impuestos a la aviación para desarrollar motores menos contaminantes.
Paralelismos. El ejecutivo de Macron ya ha coqueteado con ideas similares. Su ministra de Transporte anunció en julio un "eco-impuesto" a todos los vuelos que operen desde aeropuertos franceses. Entraría en vigor en 2020 y reportaría a las arcas nacionales unos €180 millones anuales. Un gravamen que repercutiría explícitamente en el billete (1,5€ más para la clase turista; hasta 18€ más para los asientos premium). La Organización de Aviación Civil Internacional implementó un sistema de derechos de emisión similar al europeo (2012) hace tres años, y aspira a fijar "topes" a las emisiones en 2020 (penalizando cualquier exceso).
Subvenciones. Es decir, hay un camino relativamente claro hacia el aumento de la factura a abonar por la industria de la aviación, y en consecuencia, por sus clientes. Uno muy distinto al seguido hasta ahora por los gobiernos europeos. Como vimos en su día, Ryanair opera en multitud de aeropuertos del continente gracias a las generosas ventajas fiscales que le ofrecen los ayuntamientos, cuando no varios millones de euros en subvenciones directas. En la práctica, Europa ha estado subvencionando las emisiones. Era una medida popular, dado que ofrecía vuelos baratos a millones de turistas en ciudades medianas.
Mentalidad. Pero el clima político y la cultura de los europeos está cambiando. Hemos visto cómo en Suecia los vuelos internos se han desplomado un 8% gracias al fenómeno Greta Thunberg, explícitamente contraria al empleo de aviones. La creciente concienciación medioambiental permite que los gobiernos, y instituciones como la Comisión Europea, puedan fijar políticas más duras para con la industria de la aviación. Está por ver la recepción popular: el continente ya está acostumbrado a volar muy barato. Subir precios nunca agrada a nadie.
Por supuesto, el borrador filtrado por Tagesspiegel incluye muchas otras medidas en materia medioambiental. La aviación, cuyas emisiones crecieron un 5% durante el año pasado en un contexto de caída generalizada en el resto de sectores industriales de Europa, es el próximo gran caballo de batalla verde.
Imagen: Andrés Kudacki/AP