Ha vuelto el eurodance. Veinte años después, han resucitado los Vengaboys. Miles de austríacos se congregaban en Viena este fin de semana para escuchar al cuarteto holandés y su bombardeo de bakalao pop. No nuevos éxitos, no, los mismos, y más concretamente We’re going to Ibiza, que ha irrumpido con fuerza en el país para convertirse en la canción más bajada en iTunes. El que fuera un himno ibicenco en favor de la liberación sexual, hoy se ha transformado en una oda anticorrupción.
El caso Ibiza: desde finales de 2017 gobernaba en Austria el partido democristiano ÖVP junto a la ultraderecha del FPÖ. Dos diarios nacionales destaparon hace dos semanas un importante vídeo en el que se veía al entonces vicecanciller y exjefe del FPÖ, Heinz Christian Strache, hablar semanas antes de las elecciones generales en un reservado de Ibiza con una presunta millonaria rusa (en realidad una actriz), prometiendo favores políticos y contratas públicas a cambio de donaciones ilegales para su partido.
La tumba del fascismo: después de la filtración el líder de la ultraderecha, Heinz Christian Strache, hizo lo que no habían conseguido multitud de polémicas por su comportamiento antisemita o los lazos con los neonazis de su partido: abandonó el cargo. Negó cualquier irregularidad, escudándose en que nunca llevó aquellos planes a cabo, pero reconoció que la filtración era “catastrófica” para la imagen del partido. Los democristianos actuaron expulsándoles de la coalición del gobierno y metiendo a expertos en los puestos anteriormente ocupados por ellos.
Boom boom boom boom: así poco a poco fue calando la asociación musical. En el momento de la Strache dejase el gobierno 5.000 personas se congregaron en la Heldenplatz, cercana al palacio presidencial, coreando el popular tema noventero. El comediante alemán Jan Boehmermann, al que se ha vinculado con la filtración, subió la canción a su Twitter el pasado domingo. También un programa de televisión de sátira local utilizó el tema. Poco a poco We’re going to Ibiza se iba convirtiendo en himno.
Antifa in my room: y de ahí a la noticia de esta semana. El Gobierno de los conservadores ha caído por una moción de censura, la primera vez que un Ejecutivo austriaco es destituido por una moción de confianza desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Socialdemócratas, una parte de los ecologistas y los mismísimos ultraderechistas del FPÖ han tumbado a los democristianos y su jovencísimo canciller Sebastian Kurz, que apenas ha estado 500 días en el cargo. El pretexto del FPÖ es distanciarse de las corruptelas de su anterior líder. El breve gobierno se ha caracterizado por duras políticas migratorias, recortes sociales y reformas para reducir el déficit.
We like to party. Y de ahí a las 6.000 personas que se han congregado este fin de semana para cantarle a Ibiza y a un futuro gobierno más abierto, solidario y social, con el mismo entusiasmo por el futuro que caracterizaba a la Europa precrisis que también encarnaron veinte años atrás. “Celebramos que haya nuevas elecciones porque toda esta política antisocial nos ha puesto de los nervios. Cruzamos los dedos para que en septiembre llegue algo bueno”, deseaba una asistente mientras se ondeaban banderas antifascistas alrededor de los Vengaboys, encantados de su renovada iconicidad democrática.