Wonder Woman no es sólo un símbolo feminista: en países como Líbano, es un icono de opresión

Ha sido un año ajetreado y movido para la Mujer Maravilla.

En octubre de 2016, las Naciones Unidas hizo un anuncio sorprendente: Wonder Woman sería la nueva embajadora para el empoderamiento femenino, aprovechando el lanzamiento de una nueva campaña para impulsar el Objetivo de Desarrollo Sostenible número cinco: conseguir la igualdad de género y la autonomía de todas las mujeres y niñas para el año 2030.

El anuncio, que coincidía con el 75 cumpleaños de Wonder Woman y con una nueva superproducción Hollywood basada en el personaje de cómic, fue recibido con una gran cantidad de críticas.

Mientras que el icono feminista de ficción fue durante mucho tiempo un representante de las mujeres fuertes y liberadas, su apariencia occidental, su imagen sexualizada y su belleza idealizada no se corresponden con las características de millones de mujeres jóvenes de todo el mundo. En realidad, son rasgos alienantes.

Las feministas se ensartaron con la decisión. ¿Acaso la ONU estaba dando a entender que ninguna mujer de carne y hueso estaba a la altura del trabajo de embajadora? Más de 44.000 personas firmaron una petición que acabó con "una mujer menos en la política". Con la misma rapidez como había llegado al puesto, la Mujer Maravilla perdió su nuevo trabajo.

¿Qué significa ser feminista?

Sin embargo, la película sigue obteniendo beneficios en taquilla y desde su estreno el 2 de junio ya ha recaudado 571 millones de dólares en todo el mundo.

La directora de la película, Patty Jenkin, está siendo aclamada como "obra maestra del feminismo subversivo". Es la primera vez que desde la película Supergirl de 1984 tenemos a una superheroína como principal protagonista de una superproducción.

La película (dirigida por una mujer y protagonizada por una mujer) cuenta una historia sobre la justicia, sobre un personaje que lucha contra las fuerzas del mal por el bien mayor. Como Mujer Maravilla, Gal Gadot, supera la manida narrativa de "damisela en apuros" y se declara autosuficiente. ¿Puede que estemos siendo demasiado generosos hablando de feminismo en este caso?

En un artículo reciente, Hollywood Reporter escribía que Warner Bros había creado "lo que se podría describir como una Wonder Woman postfeminista", con Jenkins "dándole vulnerabilidad a la fortaleza del personaje tradicional". Incluso Gal Gadot, la actriz israelí que protagoniza la película, decía que: "Hay que reconocer el trabajo de Patty por no haber hecho del personaje una simple mandona". Un concepto nada feminista.

En lugar de representar a las mujeres reales, la Mujer Maravilla satisface la imagen social de la mujer ideal. Inhumanamente fuerte, súper sexy y reforzada por su excepcionalidad, Wonder Woman es una "contradicción andante sobre todas las cosas con las que las mujeres de hoy tienen que cargar sobre los hombros".

¿Cuántas mujeres o chicas de verdad en el mundo pueden tener a Wonder Woman como modelo a seguir? ¿Acaso queremos que sea su modelo?

Tampoco hay muchos comentarios positivos sobre la idea de interseccionalidad en la película: el reconocimiento de que las múltiples identidades de las mujeres (no solo su sexo, sino también su identidad de género, raza, clase, orientación sexual o religión, entre otros) las pone en riesgo de ser víctimas de muchos tipos de opresión.

¿Acaso las feministas no se han dado cuenta de que la película es, simplemente, muy occidental y con prevalencia de personajes blancos?

Mientras tanto en el Líbano

En el Líbano, donde actualmente vivo y trabajo, Wonder Woman ha sido prohibida en todo el país, algo que no solo ha entristecido a los fans, sino que también ha impactado a los grupos defensores de las libertades civiles y ha aumentado la preocupación por la censura del gobierno.

La decisión se basa en la Ley de Boicot a Israel de 1955 que prohíbe las relaciones económicas con Israel, "un estado enemigo", incluyendo cualquier "institución o persona que tengan residencia en Israel". La actriz Gal Gadot cumple claramente con estos requisitos.

El Líbano e Israel tienen una larga historia de conflictos (el enfrentamiento más reciente se produjo en 2006) y el Líbano tiene prohibido a sus ciudadanos viajar a Israel. También se prohíbe la entrada a cualquier persona que tenga un sello israelí en el pasaporte y está prohibida la compra de productos israelíes.

Una soldado israelí. (Israel Defense Forces/Wikipedia)

Más que un desacuerdo político, la campaña de boicot a los partidarios de las relaciones entre Israel y el Líbano, se trata de una "resistencia contra la ocupación", lo que quiere decir que la prohibición no tiene que ver con los israelíes o con el judaísmo, sino más bien se trata sobre el proyecto sionista apoyado por el gobierno que ha significado violaciones de los derechos humanos contra Palestina y contra el pueblo palestino.

Pero la aplicación de la ley es desigual, puesto que empresas como Hewlett-Packard y Coca-Cola, supuestamente prohibidas, operan en el país de forma activa sin problemas y en el Líbano ya se han proyectado muchas películas con actores israelíes, incluyendo Star Wars (con Natalie Portman) y la serie de Fast and Furious (con Gal Gadot).

El gobierno libanés tampoco es consecuente a la hora de apoyar a la población palestina, puesto que a los palestinos se les niega sistemáticamente el acceso a los puestos de trabajo, a la salud y a la ciudadanía. En el Líbano, el sentimiento popular sobre Palestina oscila entre la indiferencia y el resentimiento a la simple y pura discriminación.

Gal Gadot. (Gage Skidmore/Wikipedia)

Tal y como el investigador del Líbano Halim Shebaya señalaba en un artículo de opinión del 2 de junio, habría sido un mensaje mucho más impactante si el pueblo libanés se hubiera negado a ver la película por simbolizar la opresión en vez de dejar a los políticos tomar la decisión por ellos.

Si esta censura era un acto de solidaridad, es poco probable que los palestinos lo entendieran de esa manera. Permitir que se pueda ver la película y donar la recaudación para apoyar a los palestinos que viven en el Líbano (por ejemplo, para organizaciones de mujeres palestinas) sí que habría sido claramente un acto solidario.

La importancia de la interseccionalidad

La dudosa censura en el Líbano y el dudoso feminismo de Wonder Woman pueden parecer polos opuestos, pero ambas cosas están relacionadas por la interseccionalidad. Tanto en la región árabe como en los Estados Unidos existe un creciente debate sobre si el feminismo y el sionismo son compatibles.

Uno de los bandos cree que ambas cosas son compatibles. La estudiante Andrea Cantor defendía su compatibilidad en un artículo del Huffington Post a principios de este año. "Israel es más que un gobierno", escribía. "Es un país que permite que las personas transexuales militen en el ejército", y que tiene "posturas progresistas sobre los derechos de las mujeres y del colectivo LGBTQIA".

El otro bando, por el contrario, se cuestiona si son compatibles. Linda Sarsour, una importante activista palestino-americana, ha sido una clara defensora de la opinión de que no se puede ser feminista y sionista a la vez.

Como mujer árabe criada en los Estados Unidos, no cuestiono la elección de la actriz israelí Gal Gadot para interpretar a Wonder Woman (porque, de hecho, rara vez se niega en Hollywood un papel a un actor debido a sus creencias y a los espectadores no es algo que les importe), pero lo que si cuestiono es que la pongan como icono feminista global. ¿Es apropiado que una declarada sionista se convierta en el emblema del empoderamiento de la mujer occidental?

Al final, a pesar de sus esfuerzos, Wonder Woman simplemente expone la narrativa dominante del feminismo de las mujeres blancas y la indiferencia mundial hacia la situación en Palestina. Su fracaso a la hora de desafiar el status quo es demasiado relevante como para ignorarlo, porque un feminismo que se arraiga en la opresión no es feminismo en absoluto.

Autor: Lina Abirafeh, directora del Instituto de los estudios sobre la mujer en Oriente Medio, Universidad Americana de Líbano.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

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