Y la tecnología obligó a repensar la poesía

Todo estaba pactado,
menos la poesía

Antonio Lucas

Críptica, impenetrable, ajena. La poesía está acostumbrada a ser la incomprendida, la minoritaria. Sin embargo, ríe en la era hiperconectada porque ha encontrado en internet un espacio natural por el que viajar y mostrarse verso a verso.

La tecnología ofrece refugio a la poesía en sus redes sociales —aunque en ellas no siempre haga sol—, pero también le permite transgredir gracias a la experimentación con máquinas y algoritmos y la fuerza a mirar con ojos críticos el aislamiento y la soledad de esta tecnosfera.

¿Qué impacto tiene la técnica en la creación poética, cómo respira la poesía en los tiempos de Facebook?

El mundo hiperconectado late en la poesía

El poeta se piensa. Se repiensa. Se despiensa —o eso desea, salir de sí—. Y para ello recurre a la poesía. Aunque lo hace sin saber siquiera qué es la poesía —eterna pregunta—: ha de inventarla con cada nuevo poema.

Igual que ha estado siempre abierta a tener dudas acerca de sí misma, la poesía ha sido también el género más poroso, subversivo y transigente con la experimentación. El surrealismo, el dadaísmo o el trabajo del grupo Oulipo así lo han atestiguado en el siglo XX.

Hoy, el mundo hiperconectado transpira también en la poesía: en sus temas, sus formas y en su recorrido. Habitamos en una tecnosfera que modela nuestra subjetividad y que entra en los lenguajes artísticos, también en el poema.

Agustín Fernández Mallo.

Cada momento produce su propia poesía porque cada momento produce su forma de imaginar el mundo y de pensar el mundo. Y como el mundo nunca es igual a sí mismo, la poesía tampoco puede ser igual a sí misma”, explica el poeta Agustín Fernández Mallo.

Las redes sociales, entorno propicio

Por su naturaleza fragmentada, la poesía es el género más llamado a encontrar su sitio en las redes sociales. Herramientas que se perfilan como una oportunidad para dar a conocer el trabajo poético, históricamente relegado a un eco reducido y en ocasiones elitista. Las redes permiten conectar con otro público, darles otros espacios a los poemas, tienen potencial como canal de distribución y educación.

Podría existir una masa mayor de gente que gracias a las redes sociales perdiera el miedo a la poesía, que la dejara de ver como algo críptico y hermético. Podrían entrar a una poesía más accesible y de ahí llegar a otra poco a poco.

Peio H. Riaño, periodista y escritor.

Quien sostiene eso es el periodista y escritor Peio H. Riaño. Ahora bien, cree que es necesaria una “perspectiva realmente original que haga de esas redes algo más que un gallinero. (…) Ir más allá de un mero paisaje, de ser única y exclusivamente un cajón donde meter unos versos”.

¿Pero es que puede un gallinero llegar a ser un entorno propicio para la poesía? Matiza Riaño:

Puede serlo, igual que una plaza mayor puede ser un entorno propicio para la poesía. De hecho, la poesía es un elemento de resistencia, debe estar, igual que el arte, en entornos que no sean exclusivos, no puede reducirse al gueto de los poetas, tiene que estar allá donde no se la espera. No puede ser un elemento autista, tiene que llegar y relacionarse.

Elena Medel por Cristian Tena

La poesía ha ganado visibilidad gracias a la red —“hoy resulta posible para una editorial minúscula llegar a un mayor número de lectores”—, según la poeta y editora Elena Medel, aunque no está convencida de que eso se traduzca en un mayor número de lectores de poesía.

“Internet ha acercado cierto tipo de poesía a nuevos públicos, pero no sé si esos nuevos públicos acceden después a otro tipo de poesía; he sustituido la esperanza por las dudas”, confiesa Medel.

Creación rápida, consumo vertiginoso

Si bien servicios como Twitter o Facebook llevan la poesía a más personas, esa moneda tiene dos caras —alerta Fernández Mallo— porque también muchísima gente se lanza a escribir, “lo cual quiere decir que se propaga más buena poesía, pero también más mala poesía”.

Toni Juliá.

Se escribe más, pero no mejor porque se escribe rápido para un consumo vertiginoso. Se han perdido los filtros de la edición y el sosiego de una creación pausada, de dejar macerar los poemas, algo que inquieta al editor de la revista poética El Axolote, Toni Juliá.

“La motivación de escribir es que te lean, nos gusta sentirnos deseados. En muchos casos se persigue lo fácilmente compartible en vez de lo complicado y literario. El amor en los tiempos de Facebook, literatura-marketing”, critica.

Un ‘hashtag’ que diga #niundíasinpoesía acompañado de una cita me parece algo ridículo. Es de una mediocridad infinita, es desestimar la capacidad que tiene la poesía para apuntarse un tanto con el disfraz de poeta, es manipular la poesía para ganar unos puntos a los ojos de todos”, opina Riaño con dureza.

Fernández Mallo está convencido de que se producirá una autorregulación y que finalmente sólo sobrevivirán las propuestas solventes, experimentales o no.

Mientras el tiempo actúa de filtro, Juliá recomienda acercarse a la poesía con calma. “No existe reflexión en la escritura ni en la lectura. Conclusión: hay que ponerle pausa a la vida”. Pausa, pues, para la poesía.

De vuelta a la carne

Caminamos sumidos en esta tecnosfera de frías máquinas que nos venden vida bajo una pretendida piel de vasos comunicantes. La ubicuidad de la tecnología influye no sólo en la forma de hacer poesía, también en la materia que la compone.

En los versos se hacen habituales nuevas palabras, términos como “internet”, “iPhone” o “link”: “cuando el ser humano amplía su mundo construyendo cosas, todas esas cosas se implementan tarde o temprano como temáticas”, apunta Fernández Mallo.

Medel piensa que en los poemas actuales se destila “otra manera de ver la soledad, distinta, más como aislamiento"

El poeta introduce en el poema la tecnología: ya sea para ensalzarla, repudiarla, criticarla o ironizar con ella. “La tecnología no es la balsa a la que agarrarte en el naufragio, ni es el paraíso, ni es la isla, ni es el barco que te rescata. Es un invento más del hombre y en su mano está pervertirlo o sacarle provecho”, añade Riaño.

Sin embargo, lo más llamativo en estos tiempos de deificación de la técnica —con su hiperconectividad y su soledad— es que los escritores están volviendo a los temas carnales: la piel, el sexo, el contacto.

“Aparecen el cuerpo, la carne, la sangre o la materialidad de las cosas, justo cuando esa poesía se está haciendo en internet. Es como si fuera un efecto rebote en un ámbito totalmente digital”, cuenta el autor de Nocilla Dream.

Medel piensa que en los poemas actuales se destila “otra manera de ver la soledad, distinta, más como aislamiento”.

Experimentación: con ustedes la tecnopoesía

Más allá de influir en su temática y difusión, la tecnología está teniendo un impacto directo en la forma de crear y presentar los poemas: experimentación a golpe de bit.

Algoritmos que combinan versos de forma aleatoria —como esta máquina de haikus del New York Times—, generadores automáticos de texto o poemas interactivos y/o multimedia son algunas de las propuestas que se enmarcan bajo la llamada tecnopoesía.

"Un poema es una máquina pequeña (o grande) hecha de palabras", decía William Carlos Williams

La investigadora y profesora de la Universidad de Buenos Aires Claudia Kozak define la tecnopoesía como aquella poesía experimental que se relaciona con la técnica y se aleja del aislamiento de la palabra para trabajar en el “deslinde de los lenguajes”. El tecnopoeta se erige en programador que produce lenguajes más que obras.

Ya en los años cuarenta del pasado siglo, el escritor William Carlos Williams decía que un poema es “una máquina pequeña (o grande) hecha de palabras” y que como en toda máquina, “su movimiento es intrínseco, ondulante, de carácter físico más que literario”.

Miriam Reyes, Iván Marino, Gustavo Romano con IP Poetry o Charly Gradin con Peronismo Spam son algunos de los artistas que buscan abrir las fronteras de la poesía mediante los recursos que ofrece la tecnología.

“El mayor campo de experimentación es la palabra. Más allá de la palabra no sé qué puede haber. ¿Más que la palabra para experimentar? Al final, las herramientas, las tecnologías son casi una metáfora de la palabra, un fracaso poético porque es como eludir ese mayor rango experimental que es el lenguaje”, subraya Riaño.

Para él, experimentar con la tecnología no deja de ser una cuestión de estilo, una anécdota formal:

“Este tipo de guiños son más centrífugos, tienden a que nada te moleste, a que todo sea divertido, trivial, una tontería”

Pero para los tecnopoetas la experimentación no sólo implica divertimento, también “interpretación sensorial y pensamiento”, defiende Kozak.

A Fernández Mallo, defensor de la experimentación, le interesan esos lugares donde la técnica completa la experiencia y es constitutiva del poema:

“He de admitir que he visto resultados fascinantes en este tipo de máquina que están a la altura de cualquier poema que pueda hacer un humano directamente”.

“Estoy muy a favor de este tipo de experiencias, de que nos coloquemos en las zonas de borde. Porque en los límites de las cosas es donde se da todo lo que nos puede interesar o, por lo menos, nos abrimos a la posibilidad de que ocurra algo, aunque luego el resultado no sea del todo satisfactorio”, afirma el autor de Ya nadie se llamará como yo.

Máquinas, inteligencia artificial y azar inciden en la cesión del yo poético. Y Fernández Mallo destaca que la experimentación y la influencia tecnológica contribuyen a reflexionar, una vez más, sobre la filosofía poética, a repensar la poesía:

“¿Hasta dónde llega el yo poético, hasta dónde la acción humana, qué es una máquina al fin y al cabo?”.


Imagen de cabecera | Desapariciones, una serie de fotografías de Miriam Reyes hechas a partir de un poema de la escritora

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