Vine se ha convertido en la meca del neo-humor digital: fragmentos de seis segundos idóneos para montajes frenéticos y esbozos de historias contadas de forma exprés, ideales para ser consumidos en momentos dispares, en impases del trabajo o de eventos sociales, tremendamente adictivos. O mejor dicho: se había convertido. Todo ese torrente de creatividad muere hoy. Lo aniquila Twitter.
Los motivos son variados: desde la explicación más evidente (la tendencia natural de Twitter a fracasar y a dispararse en su propio pie cada vez que tiene una oportunidad) hasta otros más estratégicos (concentrar los vídeos en Twitter en un momento en el que YouTube se está comiendo a la televisión y en el que Facebook, al menos de momento, lo ha apostado *todo* a la narración audiovisual). Pero en cualquier caso, representa el final de Vine. Una muerte que no por anunciada resulta menos dramática.
¿Pero por qué una plataforma que había logrado hacerse un hueco entre redes sociales atestadas de vídeo, dirigiéndose a un público joven y creando su propia narrativa se ve condenada al fracaso, muy enraizada en los dispositivos móviles? Para comprenderlo mejor, nos hemos sentado con tres de los creadores en español más exitosos de Vine: Gazz, Berry Berryuca y Rubentonces. Y esto es lo que nos han contado:
De forma resumida, hay dos dinámicas: por un lado, el estancamiento de Vine como plataforma. Vine tenía cierto recorrido y había agotado parcialmente el modelo que, en un principio, le hizo ser tan, tan exitoso. Si bien ofreció un espacio novedoso para nuevos humoristas y creadores audiovisuales condensando en seis segundos historias pequeñas y nuevas narrativas, había llegado al punto de la saturación: crecer es difícil cuando tienes sólo seis segundos.
"Vine era una aplicación que hacía tiempo que no se renovaba, que había inventado un formato que fue rompedor, pero que se quedó donde estaba", explica Gazz. De ahí que, como cuenta Berry, gran parte de los usuarios habían comenzado a trasladarse a Instagram. La aplicación, hasta hace escasos días estática, había comenzado un proceso de transformación que, primero, acabó con Vine, y ahora amenaza con pisar en su propio terreno a Snapchat.
Y si bien Snapchat puede ser la siguiente, condenada por el inmenso arrastre de Instagram, Vine ha caído antes por sus propios problemas (y por los de Twitter). "A Vine le ha faltado mucha comunicación entre su empresa y sus creadores de contenido", analiza Gazz, que apunta, junto a Rubentonces, hacia otra dirección: YouTube. Es el modelo a seguir. Mientras YouTube ha promocionado contenido nativo, jóvenes talentos y creadores en su entorno, Vine los ha dejado de lado. No había comunicación, Vine creció de forma orgánica y natural, pero desde la plataforma no se cultivó el talento.
El resultado, como cuenta Rubentonces, es que todos sabían que iba a tener un final, "pero no tan pronto y tan de golpe".
Para el recuerdo nos quedarán cosas tan brillantes como estos 100 mejores Vines que en su momento recuperamos. Pero Twitter, sea como fuere, ha matado al humor: ha logrado que toda una generación que estaba rompiendo las reglas y creando en un entorno totalmente novedoso, haciendo uso no sólo del humor narrativo y oral sino también del montaje audiovisual, tenga que buscar otras salidas. Pero si Vine muere, su humor, su escuela, no lo hace con él. Vine ha muerto, viva Vine.
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