Nadie puede negar al menos dos hechos al respecto de Zack Snyder. Primero, que se trata de un director con una visión única, sin igual en el mundo de los blockbusters actual. Segundo, que de un tiempo a esta parte ha logrado erigirse en uno de los creadores más comentados y mediáticos, con hordas de fans capaces de revivir una película estrenada cuatro años atrás y mover a un gigante estudio para que gaste 70 millones de dólares y otros tantos en márketing para que el director pueda rehacer sus pasos y ofrecer una versión 1.5 con la que se quede satisfecho. En marzo millones de personas volverán a pagar por ver una historia cuyo final ya conocen. Es algo inaudito.
Todo este buzz informativo, descubrir que hay un apoyo tan febril hacia un autor en tiempos en que los autores pierden velozmente poder de convocatoria frente a la omnipotencia del algoritmo, nos lleva a buscar las claves artísticas que le convierten en alguien distinto. Además, todo el que haya visto su cine se ha preguntado alguna vez cuál puede ser la raíz de su excepcionalidad discursiva, por qué demonios siempre un filme de Snyder tiene el regusto de alguien que no saca sus sabores del mismo repertorio culinario que utilizan los demás.
Ayn Rand, la mujer que creía en el poder del egoísmo
Ayn Rand (1905-1982), filósofa y escritora, es la madre de una corriente de pensamiento llamada objetivismo. De familia pudiente judía y de origen ruso, se trasladó a EEUU en 1924 movida por su amor hacia el Hollywood de fantasía que veía en las películas. Empezó en los '30 como guionista (se codeó con Cecil B. De Mille), continuó como novelista y terminaría de los 60 en adelante como ensayista de tintes filosóficos. Sus escritos más distinguidos fueron las novelas La rebelión de Atlas (1957), siendo ésta su opus magna, y El manantial (1943), menos redonda como vehículo ideológico pero también muy estimada.
Ésta última es de un gran interés para Snyder, ya que ha mostrado su deseo por adaptarla. En 2016 declaró que estaba en conversaciones con Warner, quien mantiene los derechos de la novela, para llevarla al cine. Pero en 2020, ya con su relación con el Universo DC mucho más enfriada, ha dicho que la adaptación se mantendrá por el momento en el cajón de proyectos pospuestos, aunque tiene medio terminado el guion para llevarla a serie de televisión si algún día puede.
No puede circunscribirse a Rand a la corriente ideológica de ninguno de los grandes partidos estadounidenses, pues ella estaba, por ejemplo, en contra de Reagan y algunas de sus políticas. Pero sí ha sido enarbolada por un amplio sector de la derecha de su país, y su ideario fue después usado para fundamentar algunas políticas pro laissez faire. En su momento la ensayista fue una suerte de gurú intelectual en las altas esferas de poder, tenía hasta un frente de acción, llamado el Colectivo Objetivista, donde varios periodistas, políticos y empresarios se daban cita semanal y se debatía y acordaba ayudar a la difusión de su ideario.
Si la Carta Magna estadounidense recoge que los derechos inalienables de toda persona son "la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad", las ideas de Rand llevan esto a una vertiente absolutista: aristotélica de base, Rand promulga que el "egoísmo racional" es la base de la ética objetivista, la única conducta virtuosa por la que todo individuo debería oriental su vida. Nadie debería hacer ninguna otra cosa que perseguir aquello que le reporte felicidad y satisfacción, por eso el héroe randiano, o el "hombre ideal", es un hombre de moral intransigente cuya fe en su propio talento y racionalidad es inquebrantable.
Nada le impide ser generoso, pero esto no es virtuoso, sólo se convierte en virtuoso si lo hace porque cree que puede sacar algo de ello. Toda forma de altruismo es un vicio.
De esa forma, y bajo el ideario de Rand, si todos siguiésemos estas premisas de egoísmo racional el mundo iría mejor. ¿Todos? Bueno, no todos porque hay dos clases de humanos, los que se dejan llevar por la racionalidad y los que lo hacen por la irracionalidad, a saber: emociones, sentimientos, impulsos, deseos o caprichos. En el mundo deseado de Rand, una meritocracia pura, los que han llegado arriba son los más válidos, lo han hecho siempre única y exclusivamente por méritos propios y no por la existencia de clases o beneficios heredados. El peligro, pues, son aquellos que pretenden redistribuir la riqueza o poner parapetos a las posibilidades creadoras de los entrepreneurs, de los superhombres nietzscheanos. El individuo virtuoso lo es todo y la masa es el mal.
Buscando el objetivismo o incorporándolo a distintas obras por el camino
Todos hemos reconocido alguna vez la autoría epidérmica de Snyder. Una manera de rodar las escenas de acción que potencien la combinación de momentos al ralentí con otros en los que los ataques y los puñetazos aparecen acelerados, creando una especie de profundización estética en esos momentos que los dulcifica, los hace más potentes y hermosos. Esto se lo vimos muy claramente en 300 (2006) y Watchmen (2009), ambas adaptaciones al cómic.
Curiosamente la idea de 300, una fiel adaptación de un cómic de Frank Miller, ya era de partida la obra de un autor que, además de coquetear con el fascismo, amaba la ideología objetivista. En 300 subyace la idea de que unos pocos pero fundamentalistas fueron capaces de detener la invasión de la barbarie, y que cada uno de sus guerreros por el hecho de encarnar esa virtud en el combate eran más válidos que decenas de soldados sin convicción y todo esto se manifiesta de forma perfecta en la gran pantalla.
Los conocedores de Watchmen salieron del cine viendo que la versión de Snyder había pervertido el tono filosófico original de la novela gráfica. Ni rastro queda de la sátira de la idea de que los superhéroes, como personajes fuera de la ley, deben imponer su visión de justicia: ahora se nos hace ver que el nihilismo vital en el que transitaba el ánimo de estos "héroes" en su madurez (física e ideológica, al darse cuenta de que en realidad hacían más mal que bien a la sociedad) era algo épico y encomiable en lugar de algo trágico, como reflejaba la obra original del británico.
Snyder, además, parece alinearse más con los dos personajes más criticados por las viñetas, El Comediante, un sádico y pirómano político, y Rorschach, concretamente pensado para encarnar en su momento el ideario objetivista que proliferaba en los años 80 cuando Alan Moore lo creó.
Se ha hablado ya mucho sobre esa transformación de Rorschach que hizo que muchos de los jóvenes espectadores de la película encontrasen en esta figura su reflejo identitario en versión engrandecida. En el mundo Snyder-Rand, como buenos románticos, la integridad es una cualidad muy muy importante, haciendo deseable la propia muerte o el suicidio antes que abandonar tus ideas. Rorschach es, entre otras cosas, un fundamentalista moral que desprecia a cualquier pecador, drogadictos o prostitutas, por ejemplo. No ese ser patético y maloliente arrebatadamente egocéntrico, miope emocional a la hora de entender que el mundo que le rodea que sí reflejaba el de Moore.
Del Comediante de Snyder llama la atención el tratamiento que el director hace de la escena en la que por poco viola a la Espectro de Seda original. En la obra se refleja esta escena con horror pero también con un cierto flirteo en la dirección, mostrando cómo la heroína parece que estaba "pidiendo" que le ocurriese. Cuando años después Espectro recuerda ante su hija aquellos felices días, a pesar del intento de violación, llega a mostrar amor hacia su casi-abusador. Si bien esto en el tebeo se trataba como el discurso fruto de una víctima del sistema patriarcal que no ha sido capaz de salir de su jaula, en la película se trata con un puntito más de dulzura.
Esta visión de la violencia sexual hacia la mujer como un acto menos condenatorio que como lo ve hoy la mayoría de la población conecta también con la propia visión de Rand. En la novela de El manantial, a la que han llamado en alguna ocasión "la versión de Crepúsculo de los libertarios", el protagonista masculino, una encarnación de hombre ideal de la escritora, viola a la protagonista femenina, clara personificación de Rand. En la novela la penetración forzada es explícita y clara, no se trata de ningún juego sexual. Aún así, esa "feroz sensación de humillación" da a la protagonista un placer superior que la libera del aburrimiento sexual anterior y la conduce a los brazos de su violador.
La violación como detonador de la liberación de la mente femenina es, a su vez, lo que se trata de fondo en la única película con guion original de Snyder, la siguiente después de Watchmen, Sucker Punch (2011). Lo que en un primer momento las audiencias suponían que iba a ser una crítica a la hipersexualización de las mujeres en el mundo del cómic y los videojuegos, se convirtió en una celebración de ello con coartada feminista. En las distintas capas de realidad que operan en la película, las mujeres se empoderan (al menos parcialmente) por la vía del sexo (los bailes contoneantes de Baby Doll) o ven despertar su deseo de liberación sólo porque han sido víctimas del mismo (lo que le pasa a Baby Doll en el mundo real), y en las escenas descartadas hay un nuevo coqueteo con el abuso sexual como forma de autoafirmarse y descubrirse a sí mismas.
Como han señalado otros adeptos al objetivismo, toda la película culmina en algo que se parece mucho al discurso sexual de la propia Rand en La rebelión de Atlas.
Madurez, oscuridad, gotiqueo y hombres superiores
Aunque lo que más ha sido criticado de su obra ha sido su tratamiento sobre el mito de Superman, y esto ha ocurrido, precisamente, por inocular en sus carnes mitológicas algo que parecía completamente contrario a sus principios. Como buena obra de cultura pop con casi un siglo de historia, este superhéroe ha sido muchas cosas, pero hay al menos dos elementos constantes en su bibliografía:
- Superman encarna la idea del bien más ingenuo, del altruismo puro.
- Superman no mata.
El Hombre de Acero (2013) fue la primera vez que Snyder quiso llevar a la pantalla al personaje y la primera vez que molestó a los fans del mismo. Desde su más tierna infancia, nuestro alienígena favorito aprende en esta ocasión por parte de su padre adoptivo que debe mantenerse al margen de la sociedad y no salvar a nadie.
Según Jonathan Kent, él es único y está por encima de los mortales, y la masa, idiota e irracional, si descubriese que es superpoderoso, lo capturaría, posiblemente para intentar socializar su capital físico y ponerle a trabajar salvando esto o aquello, cuando él no le debe nada a nadie. Así que su padre le dice que no debe intervenir en este mundo, aunque eso implique la muerte de los inocentes, aunque esos sean sus compañeros de escuela. A los 17 años de Clark, Pa Kent, hombre inmensamente íntegro (como Rorschach, como los personajes de las novelas de Rand) es capaz de dejarse arrastrar por un tornado y morir pidiéndole a su hijo que no le rescate con tal de mantenerse fiel a su ideario.
Más adelante en la película y por primera vez Superman luchará contra los villanos destruyendo la ciudad a su paso mientras mueren miles de personas sin que Superman parezca inmutarse cuando no hace tantos años en otras adaptaciones la muerte de una única persona era algo que provocaba el llano inconsolable del héroe y la consecución de grandes gestas para evitarlo.
También en Batman v Superman: El amanecer de la justicia (2016), cuando vemos que el superhéroe va a hacer por fin un acto que pueda salvar a la humanidad, acabar con Doomsday, una especie de bomba nuclear de quintillones de megatones andante, su motivación será "racionalmente" egoísta. Antes de atestarle el golpe de muerte a la bestia mirará a los ojos a Lois Lane, su pareja, y dirá: "Este es mi mundo. Tú eres mi mundo". Es decir, que se nos dice que ha decidido acabar con la amenaza del fin de la existencia del planeta sólo porque, de no haber planeta, Clark Kent no podría seguir en él amando a su novia.
Incluso la escena más vilipendiada de este capítulo de la franquicia podría tener una hipotética explicación randyana:
Batman y Superman están enemistados. Batman odia a Superman porque asume que es venerado por los humanos de forma injusta (es un "falso dios", se dice en la cinta; la religión no deja de ser una irracionalidad en el ideario objetivista), y además él ha llegado a su posición sin ser meritorio de ello porque no cree que esté motivado por objetivos racionales, como demuestra que Superman dejase que explotase el Capitolio. El odio del dueño de Industrias Wayne no proviene sólo de que Superman pueda hacer lo que le dé la gana, sino de que uno de sus actos le afectó personalmente: en su batalla contra Zod, el hombre capeado destruyó uno de sus edificios (con trabajadores dentro), lo cual sin duda habrá tenido consecuencias en sus finanzas.
Cuando ambos al unísono el nombre de Martha (casualmente sus madres tienen el mismo nombre de pila), es ahí cuando ve que su adversario también tiene una madre, Bruce lo humaniza. Ahí se da cuenta de que ambos han sido víctimas de un enredo de Lex Luthor, pero además con esa humanización le baja de su pedestal y asume que las acciones y contribuciones de Superman hasta la fecha tienen un trasfondo de voluntad de cambio del mundo por su propio bien, aunque esas acciones puedan estar, en su visión, equivocadas.
Buena parte de las críticas que recibe el cine de Snyder son que sus adaptaciones parece no entender las esencias de los personajes que adapta, y esto se debe en parte a que la mayoría de autores y escritores de estas sagas nada tienen que ver con el randyanismo. Más bien todo lo contrario, si algo suele caracterizar el mundo superheroico es el valor del sacrificio y la responsabilidad individual de los más fuertes para proteger a los más débiles, que es básicamente ideología antilibertaria, lo que vemos en los blockbusters de Marvel y en los cómics de DC salvo algunas excepciones. Es por eso que nos choca tanto lo que vemos en sus películas, esa esencia única, más allá de su tratamiento formal y fotográfico de la acción, que con su oscuridad y abigarramiento también es distinto.
Según el discurso de Snyder si sus adaptaciones son así, capaces de mosquear a parte de los fans, es porque su intención es aportar una madurez al género superheróico que muchos de los cómics no contemplan.
Snyder es peculiar a este respecto. Entiende el cine como una herramienta por la que la gente puede dejar llevar sus pulsiones y sus fantasías en la gran pantalla, y valora la ligereza y la provocación. Al ser preguntado por Trump, que no le gusta, afirmó: "¡Ya es hora de que tengamos un presidente diferente para que no nos tomemos la mierda tan en serio!". Sin embargo parece que no le gustan las sencillas historias de tipos con capa salvando el mundo porque eso no se corresponde con la tridimensionalidad moral del mundo real.
Esta diversión nihilista, esta manera de contemplar la pantalla como un campo de juegos, además de muchas de las cuestiones comentadas sobre la ideología randyana y el hecho de que sea uno de los pocos creadores en representar todo este espectro ideológico, está detrás del amor que su fandom le procesa, habida cuenta de que muchos de ellos están relacionados con la subcultura troll 4chanera. Quién sabe si ellos estarían contentos o no de que consiguiese finalmente adaptar El manantial, lo que sí adelanta Snyder es la reacción que provocaría: "Este libro sigue siendo muy importante para mí, pero es un tema muy delicado en este momento. La gente pensará que es propaganda de extrema derecha, pero yo no lo veo así. Creo que la historia es súper divertida, loca y melodramática sobre la arquitectura y el sexo".
Por último, hemos de mencionar que el objetivismo es una doctrina muy difícil de cumplir en el mundo real. Tal es así que hasta su misma ideóloga, aquella que se enriqueció durante años gracias a su talento creativo y fue capaz de conducir su vida en estos términos incluso pasando por encima de la voluntad de muchos de sus seres cercanos (su biografía es fascinante), no fue capaz de encarnarla. En los últimos años de vida, arruinada y acuciada por las facturas médicas de un cáncer de pulmón, tuvo que solicitar ayudas al Estado.
Tal vez por eso este discípulo de la maestra esté ayudando hoy a darle una nueva y renovada vida a sus preceptos gracias a la ficción, en vehículos carísimos que combinen el inmenso poder de seducción de la imagen con personajes que son capaces de ejecutar el racionalismo de forma perfecta sin la amenaza de un mundo real lleno de matices que acaben contradiciendo tu sistema.