En su búsqueda de materiales cada vez más eficientes, rentables, resistentes y sobre todo respetuosos con el medio ambiente, la construcción podría trazar un camino circular, con un mismo punto de partida y destino. El motivo: hay quien está convencido en el sector de que el gran aliado de los arquitectos es… La piedra, los mismos bloques que se empleaban hace ya siglos para levantar muros, castillos y catedrales.
El recurso quizás no sea nuevo. El argumentario, sí. Sus defensores están convencidos de que, por costes, prestaciones y calidad, las rocas salidas de las canteras pueden ser la respuesta para reducir la huella de CO2 que deja la industria cuando utiliza otros recursos, como el hormigón o el acero.
Y no es pura teoría. Hay quien ya lo traslada a la práctica.
La "tarea pendiente" de la construcción. No es ningún secreto. La construcción contamina. Y no poco. Datos hay de sobra para hacerse una idea del impacto que tiene el sector: la ONU estima que el 38% de las emisiones globales de CO2 relacionadas con la energía son achacables a la construcción y la operativa de los edificios, un impacto que se ha agravado a lo largo de los últimos años. Solo en Reino Unido se calcula que la industria es responsable de aproximadamente el 18% de la polución por partículas del país. Otra fuente notable de contaminación, bien estudiada por ejemplo en Bangladesh, es la fabricación de ladrillos.
Durante los últimos años el foco se ha puesto en la huella contaminante que se genera durante la producción de ciertos materiales, como el hormigón o acero. Al primero se le achacaban en 2021 al menos el 8% de las emisiones globales de CO2 de origen humano. Al segundo, la industria del acero, el 5% de las emisiones del mismo gas en la Unión Europea, porcentaje que sube al 7% si se adopta un enfoque mundial. Consciente de esos datos, el sector lleva tiempo buscando fórmulas para mantener su actividad y cumplir con los objetivos de descarbonización.
¿Y si la solución fuesen... las piedras? Eso es lo que creen algunos arquitectos, que han visto en las mismas rocas que ya empleaban nuestros ancestros para levantar dólmenes, castillos y enormes catedrales un recurso con características más que interesantes. Las piedras son al fin y al cabo resistentes, duraderas, ignífugas, están disponibles en grandes cantidades y su uso lleva aparejado unos niveles de consumo de energía y emisiones interesantes.
Su propuesta no pasa por limitarse a usarlas como revestimiento, en láminas que forran estructuras de hormigón y acero. No. Lo que plantean es ir un paso más allá y recuperarlas para las propias estructuras, con columnas y vigas de piedra maciza. "Desde hace unos 90 años, casi todos los edificios nuevos 'de piedra' no son más que un revestimiento de baldosas", explica al diario Financial Times el arquitecto alemán Amin Taha, fundador del estudio Groupwork, con sede en Londres.
Pero… ¿Y qué ventajas ofrece? Además de ser resistente, ignífuga y sobre todo abundante, tremendamente abundante, la piedra deja algunas ventajas que ya han captado la atención de parte del sector de la construcción. Básicamente señalan tres: construir con bloques macizos resulta rápido, económico y deja solo una fracción de las emisiones que suelen acompañar a otros materiales.
Si se atiende a los costes, Groupwork calcula que el uso de piedra maciza en vez de bloques de hormigón con revestimientos de piedra permite un ahorro notable en la construcción de edificios. Sobre todo cuando se deja desnuda. En concreto apunta a un recorte de gastos del 24%. "Los cimientos y sótanos de piedra son más baratos que los de hormigón", argumenta. No se limita a la teoría. Junto con la firma Webb Yates Engineers, Taha diseñó 15 Clerkenwell Lose, un innovador edificio de piedra de Londres. Financial Times va algo más allá y precisa que 317 de Finchley Road, un bloque de piedra de Londres que tiene detrás a Taha, costará 1.950 libras por metros cuadrados, bastante por debajo del promedio de la zona, de 2.500.
Costes y lo que no son costes. Así es. El ahorro no es el único argumento que esgrimen los defensores de la piedra. A diferencia de lo que ocurre con los ladrillos, el acero o el hormigón, los bloques sacados de canteras pueden reutilizarse si llegado el momento decide desmontarse el edificio que componen.
"Dentro de 30 o 300 años, una vivienda de piedra puede simplemente desmontarse y usarse el material en otro lugar", reivindica el arquitecto: "Con el hormigón armado es imposible. Lo mejor que se puede hacer es triturarlo y que se use como árido". "Cualquier edificio de piedra es en realidad una cantera. Se puede desmontar", abundaba hace poco Taha durante una entrevista con The Guardian. Otra ventaja es lo tremendamente abundante y extendido que está el recurso.
Pero... ¿Contamina menos? También en eso ven ventajas. Steve Webb, de Webb Yates Engineers, reivindica que la piedra garantiza "un ahorro de carbono inmediato" mientras que un árbol plantado para extraer madera tarda décadas en alcanzar la madurez. No es la única ventaja que aprecia: las canteras permitirían además un aprovechamiento más eficiente que la silvicultura, ya que —recuerda el ingeniero— un árbol ofrece 1,5 m3 de madera útil mientras que bajo la porción de terreno que ocupa puede extenderse una cantidad bastante mayor de piedra.
Hay estudios que concluyen que el carbono incorporado a un edificio de piedra, aun teniendo en cuenta la minería, el transporte y la construcción, será un 60% inferior que el de una vivienda de hormigón armado revestida con láminas. Otros expertos apuntan ventajas como la resistencia, fortaleza, diversidad de opciones y el escaso mantenimiento de las construcciones con mampostería de piedra.
De la teoría… A los hechos, que los hay también. Los defensores de la piedra no se han limitado a especular con sus posibilidades. Las han trasladado a la práctica. A lo largo de los últimos años se han levantado grandes bloques en los que la piedra juega un papel crucial, que va más allá del simple revestimiento.
Ejemplos los hay para dar y tomar: el edificio 15 Clerkenwell Close de Londres, construido con una estructura resistente de piedra caliza y que generó controversia en sus inicios; el inmueble residencial de Fichley Road que está levantando Claire Piffaut también en Londres; o el edificio residencial de ocho pisos y piedra maciza diseñado por Atelier Archiplien en Ginebra. Incluso en España hay algún que otro ejemplo reciente, como el impulsado por el instituto Ibavi en las Baleares con viviendas sociales levantadas con piedra de carga que se extrajo en Mallorca.
¿Son todo ventajas? En absoluto. La piedra destaca como un nuevo (viejo) aliado en un sector que se ha lanzado a la búsqueda de materiales que le permitan reducir su huella de CO2, lo que ha pasado por ejemplo por un (re)descubrimiento de la madera o nuevas formas de crear cemento, con procesos más respetuosos con el medio o que reciclan residuos, pero lo cierto es que la piedra no es perfecta.
Las canteras generan molestias, contaminan y pueden destruir hábitats. Sus propios defensores admiten que deben tenerse otros factores en cuenta, como "los impactos en la biodiversidad" o las malas condiciones laborales que pueden darse en las explotaciones de ciertos países. Con todo, reivindican el gran potencial de un recurso que ya usaban nuestros ancestros para sus dólmenes. "Es absolutamente 100% mejor que el hormigón y el acero", celebra Joe Duirwyn, especialista en materiales naturales de Architects Climate Action Network.
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