En los últimos 40 años, el aumento de casos de próstata en Europa solo se puede calificar de 'dramático'. Mirando los datos, puede constatarse que esta enfermedad ha pasado de afectar a 89,6 europeos de cada 100.000 en 1985 a afectar a 385,8 en 2007.
Y sin embargo, a lo largo de estas cuatro décadas se han producido muy pocos (o ningún) cambios en la mortalidad. ¿Qué está pasando aquí?
Un problema que se lleva discutiendo mucho tiempo. Pero, hasta ahroa, la evidencia era parcial y de diversa calidad. Por ello, un equipo europeo de investigación coordinado por Salvatore Vaccarella, de la Agencia Internacional para Investigación sobre el Cáncer, decidió estudiar el problema a gran escala.
Para ello, han analizado los datos de incidencia y mortalidad de 26 países europeos (19 de ellos miebros de la UE) entre 1980 y 2017. Así descubrieron que, en efecto, la incidencia ha crecido de una manera desproporcionada. También descubrieron que el pico de número de casos ocurrió a mediados de los 2000 y, desde entonces, ha bajado ligeramente en muchos países (aunque se mantuvieron altísimas y, en los últimos cinco años estudiados, volvieron a crecer).
¿Y las diferencias son realmente tan grandes? Según los investigadores, para el conjunto de los países estudiados, mientras la incidencia pasó de 89,6 por cada 100.000 hombres en 1985 a 385,8 en 2007, la mortalidad pasó de 23,7 por cada 100.000 en 1983 a 35,6 en 2006.
¿Y por qué pasa esto? Esa es la gran pregunta porque si estuviéramos viendo un aumento 'natural' de la incidencia de la enfermedad, la mortalidad debería crecer de forma relativamente proporcional a los casos. Pero no ocurre eso y la explicación está en el cribado. Es decir, en la prueba de PSA (antígeno prostático específico) que en las últimas décadas se ha generalizado como método de cribado por defecto.
¿Qué es el PSA (y cómo funciona la prueba)? La prueba del PSA es la que se usa para medir la cantidad de 'antígeno prostático específico' que hay en sangre. En general, esta proteína la producen tanto las células normales como las células malignas (cancerosas) de la próstata, pero los niveles suelen estar elevados solo en personas con cáncer de este tipo.
El problema es que es que se trata de una prueba muy sensible, pero muy poco específica. O sea, que los pacientes con cánceres de próstata tienen la PSA elevada; pero el hecho de que esté elevada la PSA no significa que se tenga cáncer (y, de hecho, es bastante probable que se tenga otra cosa). El cribado, por tanto, tiende al sobre diagnóstico.
¿Sobrediagnóstico? Efectivamente. Porque, como señalaba Rafael Marcos-Gragera del Instituto Catalán de Oncología en SMCes, los datos sugieren "que muchos de los cánceres detectados podrían ser inofensivos y no habrían impactado la vida de los pacientes si no se hubieran diagnosticado".
El sobrediagnóstico puede parecer un tema menos, pero "conlleva riesgos como tratamientos innecesarios, deterioro en la calidad de vida y un uso ineficiente de los recursos sanitarios". Es decir, cuando hablamos de cáncer de próstata, la evidencia disponible nos dice que las pruebas que usamos causan muchos más problemas de los que nos gustaría.
¿Y tiene solución? "El futuro del cribado, decía también Marcos Luján, jefe de urología del Hospital Infanta Cristina, "pasa en estos momentos por incluir pruebas que reduzcan el sobrediagnóstico, como el uso de la resonancia magnética (aunque su viabilidad en términos de costes puede ser una limitación)".
Es decir, el futuro del cribado (en esta u otra enfermedades) es conseguir ser sensibles y específicos. La buena noticia es que empezamos a discutir este tema de una vez por todas.
Imagen | National Cancer Institute
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