Hace apenas unos días, el mundo superó los 200 millones de dosis inyectadas. Y visto con perspectiva, en el conjunto de los casi 8.000 millones de personas que vivimos en él, puede parecer una anécdota. Pero es más que eso: porque, aunque estamos aún muy lejos de alcanzar algo parecido a una inmunidad colectiva mundial, 200 millones de dosis acercan a las vacunas a la gran prueba que les falta superar: la de la realidad.
Y es que, hasta la fecha, los datos que tenemos sobre las vacunas cuelgan directamente de unos ensayos clínicos que, por muy realistas que sean, nunca pueden ser capaces de captar todos los problemas, aristas y coyunturas que luego explotan en la vida real. Por eso, llevamos semanas pendientes de los datos que nos llegan de los países que llevan más avanzadas las campañas de vacunación. Ahora, por fin, tenemos varios casos que analizar.
Lo que podemos esperar de las vacunas en el mundo real
El "gran experimento israelí": Durante meses hemos seguido el éxito, caída y posterior resurgir de Israel como un modelo de éxito contra el coronavirus. Este "resurgir" ha tenido mucho que ver con la eficacia de su programa de vacuna: desde el 19 de diciembre, el país de 9,2 millones de habitantes ha conseguido vacunar al 31,5% con ambas dosis de Pfizer y al 48,9% con la primera.
Para conseguirlo, Israel llegó a un polémico acuerdo con la farmacéutica para, entre otras cosas, compartir los datos del país y permitir ofrecer datos "reales" sobre la efectividad y seguridad de la vacuna con un grado de detalle que las legislaciones sobre datos y privacidad de la mayoría de países no permitirían. De esta forma, Israel accedía a convertirse en una especie de "gran experimento" epidemiológico. Un experimento que, a la luz de los datos preliminares, les ha salido bastante bien.
¿Cuáles son los datos? Según los datos que se han hecho públicos por el ministerio israelí, y que necesitan análisis mucho más profundos, dos semanas después de haber recibido la pauta completa de la vacuna de Pfizer, se observa una efectividad del 98,9% para prevenir la muerte. No han sido los únicos estudios, un preprint decía la semana pasada que 94% contra los síntomas del COVID-19, del 93,5% contra la hospitalización y del 93% contra la muerte.
De hecho, en lo que (de confirmarse) quizás sea la mejor noticia de todas por esperada, según estos trabajos la vacuna podría tener una eficacia del 89.4% para prevenir las infecciones del virus, sean éstas sintomáticas o no. Es decir, las buenas noticias que llevamos meses esperando -- evidencias de que los vacunados no pueden contagiar -- empiezan a materializarse. Como digo, es pronto para afirmarlo a ciencia cierta, pero el tamaño de las muestras (casi dos millones de personas) nos permite ser moderadamente optimistas.
Eso sí, estos no son los únicos que tenemos. Es más, los que tenemos son muy interesantes porque ayudan a comprender la complejidad de analizar e interpretar cifras como las de Israel. Pese a las eficacias 'teóricas' que hemos ido cubriendo estos meses, la realidad aún nos puede dar algunas "sorpresas".
En Escocia, sin ir más lejos, han estudiado el riesgo de hospitalización desde el 8 de diciembre hasta el 15 de Febrero (un periodo en el que se administraron más de un millón de dosis). Los resultados muestran que la primera dosis de Pfizer reduce el riesgo de hospitalización en un 85% (muy parecido al dato israelí), mientras que la de AstraZeneca lo hace en un 94%. En Inglaterra, los datos son algo peores, pero el enfoque de vacunación ha sido mucho más excéntrico y experimental.
La luz al final del túnel. En los últimos días el mundo no ha dejado de obtener buenas noticias a medida que, por primera vez, se consolida una bajada global de casos. Eso no quiere decir que las restricciones vayan a desaparecer rápidamente, ni que las nuevas variantes no puedan hacernos dar marcha atrás, pero permite salir de viejas dinámicas y mirar la pandemia de otra manera: constructivamente.
Imagen | Hospital Clinic
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