Tras años trabajando con periféricos de toda la vida, me pasé a los ergonómicos. No pienso volver atrás

Da igual la marca que elijas, pero un ratón y teclado ergonómico te pueden ahorrar dolores de cabeza futuros (y de articulaciones)

Es curioso, pero hay cosas importantes a las que no prestamos atención hasta que recibimos un toque de atención, y es algo que ocurre a menudo en temas de salud. Cuando nuestro cuerpo nos manda un aviso crítico es cuando empezamos a poner remedio a la situación, aunque de antemano ya supiéramos que no estábamos haciendo las cosas bien. En mi caso, y tras 10 años teletrabajando usando el teclado y el ratón durante, al menos, ocho horas al día, ha sido ahora.

Mi hombro brazo derecho me ha sacado tarjeta amarilla con dolores en el supinador y en los flexores de la muñeca. Sí, básicamente son dolores habituales si no cuidas tus hábitos durante mucho tiempo a la hora de teclear y no afectan a todo el mundo, pero me ha tocado. Sabía que existían los ratones y teclados ergonómicos, pero nunca les hice caso hasta que, casi por obligación, empecé a usarlos.

Después de un periodo de adaptación y meses de uso, puedo decir que me ha cambiado la vida.

Un teclado partido por la mitad

Voy a empezar por lo que llegó antes, el teclado. Hace un par de años empecé a notar que me dolía el deltoides y los músculos alrededor del codo. Resulta que tenía algo de inflamación en el supinador largo y en el tejido fibroso de la zona. Tras saber a lo que me dedicaba y que no era un Roger Federer, el problema estaba a claro: tenía que cambiar mi postura a la hora de escribir.

Mi fisio me recomendó un teclado ergonómico, pero no un modelo concreto, así que me puse a investigar y me compré uno de Microsoft que ya está descatalogado. Me costó un poco acostumbrarme y la primera semana escribía a ritmo de tortuga, pero a la semana siguiente era como si hubiese usado ese teclado durante toda mi vida. Es alucinante lo rápido que nos adaptamos, pero no notaba una mejora. El dolor seguía ahí y era como un pinchazo en la zona que se mantenía durante todo el día. Y así cada día.

Altura máxima y mínima

Soy algo impaciente y pensé que iba a ser un proceso rápido: cambiar de teclado = dejar de sentir molestias instantáneamente. No fue así, pero poco a poco, alrededor del mes de uso, los dolores desaparecieron. Realmente, aunque el teclado me ayudó, no me gustó nada la sensación porque adoro los teclados mecánicos y, de hecho, tengo varios por casa. Así que fui alternando: media jornada el ergonómico y, cuando hiciera artículos largos o jugara a videojuegos, el mecánico. Soy de la opinión de mi compañero Juan Carlos: cuando pruebas uno, no hay vuelta atrás.

Pero es un rollo estar así… hasta que el Dygma Raise llegó a mi vida. Se trata de un teclado bastante raro y que llama la atención no sólo por su elevación, sino porque está partido por la mitad. Es un teclado mecánico, así que me encanta, pero además el tacto es muy bueno y lo mejor es que, al tener dos partes separadas, puedo adaptar la anchura para que quede en el mejor punto tanto para los antebrazos como para los hombros.

Que la inclinación sea al contrario de la de otros teclados también tiene su razón de ser, ya que la muñeca (siempre que nos sentemos a la altura correcta) descansa de una forma muy natural y puedo inclinarlo cuanto quiera para no tener que hacer un giro antinatural. Lo cierto es que hay otros switches que me gustan más, por eso hay días que no lo uso y cojo otro teclado, pero procuro usar un teclado ergonómico tres/cuatro días a la semana y no he vuelto a sentir molestias.

El trackball, un 'ratón' que no se mueve

A comienzos de este año empezó el dolor en los flexores de la muñeca. Es algo que no utilizaba al contar con el teclado ergonómico, pero me estaba doliendo bastante y… la culpa era del ratón. Tengo el que parece que es el ratón oficial de los editores de Xataka, el Logitech MX Master 3, pero también uso mucho el trackpad de Apple cuando estoy en el iMac. Me encanta porque es precioso y los gestos funcionan genial, pero al final, tanto en uno como en otro, hacemos un movimiento que, al menos a mí, no me viene bien.

Hace unos años ya tuve molestias y busqué información sobre otro tipo de ratones, pero como el dolor se fue de la misma manera que vino, no seguí indagando. Uno de los artículos que encontré fue el de Juan Carlos hablando sobre su amor a los trackballs y pensé: "no me acostumbro a uno de esos ni de casualidad". El caso es que volvemos a mi motivación para comprar el teclado ergonómico: me dolía la muñeca y no quería seguir así, por lo que hace un par de meses compré el MX Ergo de Logitech.

Curiosamente, tiempo después también se lo compró Juan Carlos, escribiendo sobre su experiencia. Tengo tres cosas que decir de este ratón: me acostumbré enseguida, me encanta su diseño, pero no me lo volvería a comprar por un motivo muy sencillo: se ensucia lo que no está escrito y tiene una función que no necesito. No me molesta que no lleve USB-C o que la batería no dure tanto, pero en mi casa se ensucia muchísimo.

¿Los culpables? Tres gatos a los que les gusta acostarse al lado del ratón cuando estoy trabajando. Todos los ratones se ensucian, pero en el caso de un trackball, tenemos un sensor que recoge el movimiento de la bola y, en este modelo, tres piezas que la sujetan. Cuando se acumula suciedad en ella, se producen movimientos erráticos o la bola se desplaza con más dificultad. Es muy fácil de limpiar, pero tengo que hacerlo cada semana.

Ahora bien, no es el motivo principal por el que no lo volvería a comprar. Cuando me decidí por un trackball, opté por Logitech porque ya tenía algunos periféricos de la marca y, concretamente, por este MX Ergo (80 euros) porque tiene un botón que permite reducir mucho los DPI de la rueda. Es como una especie de modo más preciso y, como pensaba que me costaría mucho acostumbrarme, decidí pagar el sobreprecio de este modelo frente al del Ergo M575 (38 euros, una diferencia importante).

Mi sorpresa fue cuando lo recibí, lo conecté y, tras una media hora, parecía que llevaba toda la vida trabajando con un trackball. Es complicado explicarlo y es de esas cosas que, si nunca has tocado uno, lo mejor es probarlo, pero es alucinante lo rápido que me acostumbré a desplazar el ratón sin mover el periférico por la mesa. Además, es comodísimo usarlo cuando los gatos se acuestan al lado, ya que no hay que moverlo.

Ahora bien, tendría que haber cogido el modelo más barato o el de otra marca, ya que ese modo preciso no me parece necesario. Pero, dicho esto, no me arrepiento de nada porque el dolor se ha ido. Quizá en un trackball futuro opte por uno de Kensington, cuya rueda se controla con el índice para mover menos la articulación del pulgar, que a veces me molesta, pero estoy muy contento. Y sí, antes que con el trackball, probé con un ratón vertical, pero me seguía doliendo la muñeca.

Y otra cosa: he intentado jugar a shooters con él… y no lo recomiendo. Para juegos de estrategia o títulos algo más calmados, lo cierto es que te acostumbras enseguida. Depende, evidentemente, de cada uno, pero ya digo que me ha sorprendido lo rápido que pillé el truco a este periférico. Otro detalle importante es que soy diestro, ya que si te duele la muñeca, eres zurdo y buscas un trackball, la oferta es tremendamente limitada, aunque hay alternativas como el de Elecom por unos 40 euros o el mencionado Kensington (aunque este último es carísimo, 135 eurazos).

La guinda: silla y escritorio

Aunque estoy muy contento con los resultados, al final he ido poniendo tiritas después de la herida. Eso me ha llevado a tomar la decisión de que este 2024, además de en juegos retro, voy a gastar dinero en mis herramientas de trabajo.

Tras unos 7 años con una silla gaming (nunca más compraré una), he apostado por la popular Markus de Ikea que sí, no es la más ergonómica del mercado, pero calidad/precio me parece que está realmente bien. Además, he comprado un tablón de madera y un sistema de patas elevables de manivela. Tengo dos escritorios, uno hecho a medida donde paso la mayor parte del tiempo y otro que usaba para hacer fotos para las reviews y que tenía sobre unas patas normalitas.

Ahora, lo que hago es trabajar media jornada sentado y la otra media en el escritorio elevable. No voy a descubrir ahora a nadie los beneficios de estos escritorios, ya que se conocen de sobra y hasta se pueden combinar con una cinta para caminar, como tiene mi compañera Amparo, pero el cambio de postura al escribir, la silla y el ratón ha mejorado mi bienestar a la hora de trabajar frente al PC durante tantas horas. Y mi siguiente objetivo es un brazo de monitor para poder elevarlo algo más, pero primero tengo que decidirme por un monitor porque no sé si lo quiero más grande o ultrapanorámico.

Sin más, esta ha sido mi experiencia al apostar por 'ergonomizar' mis periféricos para trabajar en el ordenador y cómo, realmente, mi vida ha mejorado gracias a ello. Si tienes unas molestias similares y esto te sirve de ayuda, genial. Y si llevas años usando periféricos de este estilo y quieres comentar tu experiencia, encantado de leernos en comentarios.

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