El domingo de madrugada, las 3 serán las 2 en un ejercicio de prestidigitación horaria que se repite cada año en otoño y en primavera, esta vez en sentido contrario. El cambio de hora, que se hace en teoría por una cuestión de eficiencia horaria (algo a estas alturas ya más que cuestionado), es ya casi una tradición, un entretenido divertimento con el que aliñamos las semanas en torno a cada equinoccio.
Pero no todo en esta vida es cuestión de bombillas. Más allá de la cuestión energética, cambiar la hora tiene determinados efectos sobre nuestro cuerpo y nuestra vida cotidiana, ya que de alguna forma altera nuestra relación con la luz natural: ponemos patas arriba nuestros ciclos circadianos para acomodarnos a las horas de luz.
Un jet lag en pequeñito
Cuando viajamos atravesando uno o varios husos horarios, nos llevamos con nosotros nuestro tiempo de partida para aterrizar en otro diferente. Esto es: que para tu cuerpo pueden ser las 12 de la noche pero para tu reloj (una vez puesto en hora) son las 7 de la mañana. Esto causa un tremendo descoloque al organismo que se pasa varios días durmiéndose por los rincones a deshora, pidiéndote cenas a la hora del desayuno y en general descolocado, cansado e irritable.
Con el cambio de hora ocurre lo mismo a aunque a menor escala: el cuerpo se acuesta en un horario y de pronto se levanta en otro. Aunque el salto se hace en la noche del fin de semana precisamente para que la mayoría de la población lo haga con toda la suavidad posible, hay personas más sensibles que otras, y para algunos los días siguientes están marcados por el cansancio, el descoloque del sueño y la fatiga.
Los niños son los que peor lo llevan
Para la mayoría estos efectos son ligeros y se pasan pronto, pero si tienes hijos puedes estar acordándote del cambio de hora (y no para bien) durante unos cuantos días. Los niños son los que más notan el cambio horario y los que más tardan en acomodarse a la nueva hora (si bien normalmente es más problemático el cambio de primavera que el de otoño).
Esto es así por dos motivos. Primero, porque los niños suelen seguir rutinas estrictas que hacen sus días predecibles y les dan seguridad. Y segundo porque para ellos, una hora parece un periodo de tiempo mucho más largo que para un adulto. Si sumamos ambas cosas, resulta que el cambio de hora es una alteración significativa de algo muy importante. Normal que les afecte.
Esos efectos pueden ser problemas para irse a dormir a su hora y luego para despertarse cuando les toca, irritabilidad, problemas de atención y de concentración, etc. Para sobrellevarlo, lo mejor es tener un poco más de paciencia de lo habitual. También conviene mantener las rutinas horarias normales, aunque los primeros días cueste un poco más, de forma que la adaptación sea lo más rápida posible.
Otros posibles efectos del cambio de hora
Como decíamos, es el cambio de hora al horario de verano el que suele causar más trastorno porque supone dormir una hora menos, mucho peor, dónde va a parar, que dormir una hora más.
Por eso, uno de los efectos del cambio de hora es que se reduce tanto la cantidad como la calidad del sueño. Esto, que todos comprendemos de forma intuitiva, fue analizado en un estudio que midió el sueño de 10 adultos durante 10 días y determinó que su sueño se reducía hasta en 60 minutos en cantidad y hasta un 10% en eficacia.
Existen también algunos estudios que sugieren que el cambio de hora de primavera va seguido de varios días en los que aumenta el número de infartos, mientras que el de otoño provoca durante los días siguientes menos infartos. La causa serían las alteraciones del sueño que señalábamos justamente en el punto anterior.
Parece que los cambios de horario y de sueño provocan también un aumento en los accidentes de trabajo y de tráfico. Según un estudio entre 1983 y 2006, los lunes posteriores al cambio de hora hay un aumento en el número y gravedad de los accidentes de trabajo. En cuanto al tráfico, al alterarse las condiciones de luz en que se realizan los desplazamientos rutinarios en coche, los días siguientes a los cambios de horario se producen un mayor número de accidentes.
Por último, algunos estudios sugieren que los cambios de horario producen un aumento en la tasa de suicidios durante los días siguientes, debido a la desestabilización que produce en personas que padecen enfermedades mentales.
Bueno, pero ¿ahorra energía o no?
Más allá de los efectos más graves pero escasos, podría merecer la pena pasar unos días un poco descolocados si esto tuviese un gran impacto sobre nuestro consumo energético, porque no está el planeta como para andar tirando kilowatios a lo loco. Pero no parece que ese impacto sea tan grande al fin y al cabo.
Con este cambio de horario se pretende aprovechar la luz por las mañanas aunque de noche oscurezca antes. El problema es que, según un estudio, el consumo energético que se ahorra por las mañanas después se produce por las tardes, de forma que nos quedamos exactamente igual que antes del cambio de hora.
En otras cuestiones relacionadas con la economía, el cambio al horario de invierno también se ha revelado como un lastre: los días siguientes al cambio se produce menos por la falta de sueño, y además decae la motivación al ver que se hace de noche antes. De hecho, en lugares como España donde la jornada laboral se extiende durante todo el día, de pronto se vuelve normal salir de noche de la oficina.
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