Los desodorantes de cuerpo completo no son una innovación reciente: llevan con nosotros más de cuatro décadas. Sin embargo en los últimos años su popularidad ha ido creciendo. Tanto es así que en junio la revista Forbes dedicaba una pieza a este éxito.
A comienzos de año, distintas marcas de productos de higiene lanzaban al mercado versiones de cuerpo entero de sus desodorantes. Esto nos ha hecho preguntarnos ¿qué son exactamente estos desodorantes? ¿En qué se diferencian de los convencionales? Y ¿llegará esta “moda” hasta nuestros lares?
Antes de explicar este fenómeno, tratemos de comprender su alcance. Esta nueva ola de desodorantes de cuerpo completo comenzó en 2018 pero ha sido ahora cuando ha despegado. Según The Economist, las búsquedas (en inglés) para “desodorante para todo el cuerpo” aumentaron un 1.000% en el mes de marzo de este año. Aclaran, eso sí, que la cifra de la que se partía era muy baja.
Los nuevos productos han sido acogidos, cuanto menos, con curiosidad por parte de los usuarios; aunque hay expertos que dudan de la necesidad de recurrir a este tipo de recursos, al menos por parte de la población general. Los problemas de sudoración excesiva suelen afectar típicamente a una porción reducida de la población.
¿Y cómo funcionan estos desodorantes? En general, los desodorantes funcionan de dos maneras. Bien cambiando el olor causado por el sudor (los desodorantes convencionales), bien evitando que nuestras glándulas sudoríparas generen esta secreción (antitranspirante).
Los desodorantes de cuerpo completo suelen serlo en el sentido estricto del término. Al fin y al cavo, los antitranspirantes pueden funcionar bien para el uso localizado, pero sudar es un proceso fisiológico importante, especialmente para la correcta termorregulación de nuestro cuerpo en días de calor.
Si el uso del desodorante se ha centrado tradicionalmente en las axilas es por un buen motivo. No todo el sudor humano es igual. De hecho nuestro cuerpo tiene dos tipos de glándulas sudoríparas: las glándulas sudoríparas ecrinas y las apocrinas.
Las ecrinas son las que pueden encontrarse en la mayor parte del cuerpo. Estos conductos desembocan directamente en el exterior de nuestra piel, donde liberan la mezcla de agua y sales que llamamos sudor. El mal olor que asociamos al este está sin embargo vinculado con las glándulas sudoríparas apocrinas.
Estas glándulas desembocan en folículos pilares, el conducto por el que crecen los pelos. Como puede intuirse, estas son más habituales en zonas con más pelo, como axilas, cuero cabelludo e ingles. El sudor de estas glándulas arrastra consigo sustancias que sirven de alimento a bacterias que habitan en nuestra piel, bacterias que son en realidad las que causan este mal olor que asociamos al sudor.
Los desodorantes convencionales, incluyendo antitranspirantes, están ideados para ser utilizados en las axilas, uno de los “puntos calientes” de las glándulas apocrinas. Sin embargo los desodorantes de cuerpo entero buscan camuflar los olores del sudor expulsado por las glándilas ecrinas.
Oferta o demanda
Según explica Unilever, la empresa matriz detrás de algunas de las marcas cosméticas más reconocidas (también fuera del contexto de la cosmética) y fabricante de desodorantes tanto “tradicionales” como de cuerpo entero, el origen de este producto está en que los usuarios de estas versiones ideadas para las axilas tendían a utilizarlas en otras partes del cuerpo.
Esto es problemático porque podía causar reacciones adversas. De ahí la necesidad de idear productos que no causaran este tipo de reacciones aun utilizándose en áreas más sensibles. Aunque esta es la aproximación de esta empresa, no todos los productos de este tipo tienen por qué poder utilizarse en todo tipo de pieles y áreas, por lo que conviene informarse antes de escoger uno u otro producto.
También puede variar la fórmula concreta que se utilice. Por ejemplo, la propia Unilever señala que el ingrediente desodorante clave en sus productos es el neodecanoato de zinc, el compuesto utilizado en otros desodorantes de sus marcas cosméticas.
No todos los expertos creen que el detonante de esta nueva tendencia esté en la demanda sino en la oferta. Muchos citan a la historia del marketing de otros productos de higiene como indicador. La historia de los desodorantes comenzó en 1888 con la comercialización de Mum. Poco después, en 1903, llegaría el primer antitranspirante. Pero fue en la década de 1910 cuando estos productos comenzaron a despegar.
Los anunciantes de estos productos combatieron primero la creencia de que los desodorantes no eran buenos para la piel, pero en unos años pasaron de la estrategia defensiva a una agresiva campaña de marketing que haría historia. El objetivo ya no era convencer a la población, explicaba la historiadora Juliann Sivulka a Smithsonian Magazinne, el objetivo era hacer que las personas que creían que era un producto innecesario comenzaran a sentirse avergonzadas de su propio olor corporal.
El límite entre mantener un aroma que no resulte en incomodar a las personas de nuestro entorno y la obsesión por el olor corporal es difuso y ha ido cambiando a lo largo de diversas circunstancias. A lo largo de la historia pueden encontrarse instancias en las que tanto el olor corporal como el énfasis “excesivo” en la higiene se han utilizado como “arma arrojadiza” a la hora de denostar a rivales y enemigos, quizá eso sea el mejor ejemplo de cómo de expuestos estamos a los cambios socioculturales.
Ha llovido mucho desde entonces y el sector ha crecido notablemente. Según el semanal británico The Economist, el mercado del desodorante movió en 2023 6.600 millones de dólaresen los Estados Unidos. Según datos de Statista, en 2021 en Europa la cifra era de 24,1 millones de dólares, pero con un crecimiento continuo bastante estable.
Imagen | MissKarin
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