Ninguna entidad vegetariana ha reconocido el flexitarianismo como una opción acorde con su idiosincrasia. A pesar de ello, esta opción nutricional no solo ha ganado identidad, sino que está cogiendo fuerza por momentos. Para muchos, resulta la opción que mejor se adapta a sus necesidades éticas y morales.
Sin embargo, para algunos investigadores, el flexitarianismo va más allá, convirtiéndose en una posible solución a los problemas de recursos del mundo. ¿Estamos ante una moda más? ¿O existe algún tipo de evidencia que avale esta visión?
¿Qué es el flexitarianismo?
La palabra está documentada, por primera vez, en un artículo de 1992, refiriéndose a una cocina flexible, orientada hacia el vegetarianismo pero sin ser estricta. La idea del semivegetarianismo no es nueva, y antes de la aparición de esta palabra ya existía quien practicaba una dieta mayormente vegetariana pero incluyendo productos animales en una proporción mucho más pequeña.
El flexitarianismo, según se entiende a día de hoy, consiste en una práctica mayoritariamente vegetariana a la hora de escoger alimentos, añadiendo algunos productos de origen animal, pero en una proporción muy reducida. Por definición, el vegetarianismo no reconoce el flexitarianismo en ningún caso. "El flexitarianismo no tiene nada que ver con la alimentación vegetariana", nos explica Lucía Martinez, Dietista/Nutricionista experta en nutrición vegetariana y autora de Dime qué Comes. "Es una alimentación tradicional u omnívora, como lo quieras llamar".
Efectivamente, detrás del nombre existe, en realidad, un patrón que encaja muy bien con la idea omnívora tradicional, cuando eliminamos ultraprocesados y excesos de grasa y azúcares. "Si la analizamos, veremos como no es tan nueva como pensamos", nos explica Pilar Esquer, experta en nutrición aplicada a la dirección de empresas: "Nuestros abuelos y bisabuelos fueron los primeros 'flexitarianos', pues antaño se comía mucho más producto vegetal y muchísimo menos animal. La llamada 'dieta de pobres', basada en legumbres más que en carne y pescado los mantenía sanos".
El flexitarianismo, según sus defensores, no se puede identificar con el semivegetarianismo, el pescovegetarianismo o el pollotarianismo. En el flexitarianismo no existen restricciones nutricionales como tal. En vez de eso, lo que se aboga es por una alimentación basada en vegetales, pero que bien podría identificarse con una nutrición omnívora saludable, más que con otra cosa.
"La dieta flexitariana", insiste Lucía, "es una dieta tradicional sin más. La llamada 'dieta mediterránea', bien entendida podría llamarse flexitariana. La frecuencia de consumo de alimentos de origen animal no está definida, solo sabemos que es más baja que la habitual. Y todos los organismos competentes recomiendan aumentar el consumo de fruta, verdura y legumbre y bajar sobre todo los cárnicos".
¿Tiene algún sentido nutricional?
"Desde el ámbito de la salud", nos explica Pilar, "escuchamos como prácticamente todas las enfermedades que nos aquejan tienen, en mayor o menor medida, algo que ver con nuestra forma de comer. Y de todos los hábitos alimentarios que tenemos, el consumo de alimentos de origen animal, y especialmente la carne, es el más nocivo". Con estas palabras, Pilar hace referencia al consumo excesivo de productos cárnicos que se refleja en la sociedad.
"Creo que cualquier iniciativa o hábito que suponga reducir la excesiva ingesta de proteína de origen animal y aumentar, por tanto, la de alimentos de origen vegetal, debe ser bienvenida", comenta. Por su parte, Lucía es más cauta: "Si me preguntas por una opinión profesional, sobre si es saludable, pues depende de cómo se plantee, como cualquier otra dieta".
Como cualquier otra dieta que reduce los productos de origen animal y aumenta los de origen vegetal, el denominado flexitarianismo ha demostrado tener cierta utilidad dietética. Pero como bien apunta Lucía, todo depende de la manera en la que se administra la dieta, y no tanto en su supuesta naturaleza. "Para mi no hay ninguna duda", comenta Pilar al respecto. "La salud mejora, y mucho, cuando reducimos la ingesta de proteína de origen animal y, en especial, de carne".
"Hay una cantidad ingente de evidencia científica que sostiene esto. En realidad, hay tanta ya que los organismos oficiales como la OMS y los gobiernos de muchos países ya están recomendando su reducción, a pesar del tremendo poder del lobby de la carne”, comenta Pilar. “Un excesivo consumo de carne está detrás de enfermedades tan graves, y tan en auge, como el cáncer o los problemas cardiovasculares que son la primera causa de muerte en el mundo, y un largo etc".
"Además", continúa, "la consecuencia inmediata de esta reducción de productos de origen animal es que aumentamos la ingesta de legumbres, cereales, verduras y frutas, y esto tiene, también, un impacto en nuestra salud de forma muy positiva". "En general, aumentar el consumo de frutas, verduras y legumbres será siempre positivo", coincide Lucía.
"La clave para salvar el planeta"
Además de una cuestión nutricional, existe una relación crucial entre la alimentación y la sostenibilidad. A día de hoy, muchos organismos están preocupados por la "salud del planeta". La OMS, por ejemplo, incluye entre sus metas el garantizar la sostenibilidad del medio ambiente. "Para mantener la ingesta tan abundante de proteína de origen animal que hoy en día consume el ser humano", nos cuenta Pilar, "tenemos que criar muchísimos animales".
"La cantidad de recursos necesarios para esa cría, es insostenible para el planeta. Para producir un solo kilo de carne necesitamos 700 Kg de cereal, 7,6 L de combustible y el agua equivalente a 6 meses de duchas. No parece un proceso demasiado eficiente", explica Pilar. "Las cifras de emisiones de gases efecto invernadero de la ganadería superan las de todos los medios de transporte juntos".
Como Pilar, organismos como la FAO están preocupados por el importante impacto que tiene la ganadería sobre el medio ambiente. Algunos expertos, sin embargo, creen que el flexitarianismo podría ser la respuesta ante esta problemática. La razón está, como podemos imaginar, en la reducción del consumo de carne, y la ganadería por tanto.
"El 50% del cereal que producimos, y más de un tercio de las capturas pesqueras, se destina a alimentar animales que luego nos comemos", nos comenta Pilar. "Si hablamos del consumo de agua que tiene la ganadería, veremos también cómo esta contribuye a la escasez de la misma en el mundo". Pilar hace referencia a la impactante huella hídrica de la ganadería: mientras que la de los cereales se estima en unos 0,5 L/Kcal, la carne de cerdo tiene una huella hídrica superior a 2 L/Kcal y la carne de vacuno algo más de 10 L/Kcal.
"Si todo estos recursos se concentraran en la producción de alimentos para el consumo directo humano, no tendríamos escasez de alimentos. Aunque la agricultura pasa también una factura importante a nuestro medio ambiente, parece sin duda una forma más eficiente e inteligente de alimentar a la especie humana", comenta la nutricionista.
Los beneficios de cambiar nuestros hábitos
La propia Organización Mundial de la Salud concuerda, en gran medida, con los expertos: "Es importante transformar los sistemas alimentarios de todos los sectores". Las recomendaciones que dan, tanto desde la FAO como de la OMS, tienen como objetivo una alimentación más saludable y un incremento de la sostenibilidad. El flexitarianismo, que se parece casi demasiado a una alimentación omnívora saludable, encaja en muchas de las premisas de estos objetivos.
"En mi opinión", explica Pilar, "el mayor atractivo que presenta esta nueva tendencia en la alimentación es que no prohíbe nada. Sus seguidores reducen de forma voluntaria y gradual la ingesta de animales, sin prohibirse su consumo. Solo este gesto ya mejora su salud en gran medida y colabora también a mejorar nuestro maltrecho medio ambiente".
"Pero, además, y esta es la parte que más me gusta", continúa, "cuando el cuerpo se siente mejor debido a ese cambio en la alimentación, gravita de forma natural y sin imposiciones, hacia esos alimentos que le proporcionan ese bienestar. Con lo cual, sin tanto esfuerzo por nuestra parte, logramos cambiar de hábitos y con ello mejorar nuestra salud y nuestro mundo".
Los cambios de hábitos son la mejor estrategia para ganar en salud. Dichos cambios no se justifican con cambios drásticos en la alimentación o en otros aspectos de nuestra vida. Al contrario, son actitudes que se ganan con el tiempo, donde la adherencia es el factor más importante. Pero, si hacemos caso a la OMS y la FAO, estos cambios de hábitos podrían ser muy beneficiosos, también, para nuestro pequeño planeta.
Con una reducción en el consumo de carne y productos animales ganaríamos más recursos vegetales para la alimentación humana, más suelo y más agua. También ganaríamos en salud, lo que reduciría el consumo de recursos en tratamientos, información y prevención. En definitiva, un cambio de hábitos, especialmente en el tipo de nutrición (y que podemos llamar flexitarianismo), podría tener un potencial muy positivo en la sostenibilidad mundial.
"Lejos de modas y nuevos nombres", nos comenta Pilar, "para hábitos no tan nuevos, yo recomendaría, sin duda, que fuéramos reduciendo poco a poco la ingesta de productos de origen animal y aumentando los de origen vegetal. Que cada cual se quede en el porcentaje que mejor le siente. Y estoy segura de que, incluso aquellos que la redujeran poco en un principio, acabarían comiendo cada vez menos productos animales cuando fueran percibiendo la mejora en su salud", zanja la nutricionista.
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