"El que la sigue, la consigue", dice el viejo dicho castellano. Y, al menos en el caso de los defensores del compostaje humano, parece que es verdad. Finalmente, y tras muchos intentos, el estado norteamericano de Washington se ha convertido en el primero en permitir la conversión de cadáveres en abono.
A partir de 2020, los washingtonianos podrán morirse de forma completamente respetuosa con el medio ambiente. O, quizás más exacto, podrán asegurarse de que sus restos formen parte del ciclo de la vida. Y es que, según Katrina Spade, una de las grandes defensoras de la idea, no hay mejor homenaje a tus seres queridos que transformarlos en un árbol.
Cuando tus seres queridos pesan dos carretillas de abono
El Gobernador del estado, Jay Inslee, firmó la ley el 21 de este mes dando vía libre a un proyecto que lleva muchos años en marcha y que entrará en vigor, si todo va bien, el 1 de mayo de 2020. Con esta ley, las empresas autorizadas podrán introducir dos nuevas técnicas en el mundo funerario:
- la primera será esta “reducción orgánica natural”, mezclando el cuerpo con productos biodegradables como astillas de madera o paja para convertirlo en compost en unas pocas semanas);
- la segunda se denomina "hidrólisis alcalina" y consiste en la disolución de los tejidos corporales con una mezcla de hidróxido de potasio y agua a altas temperaturas. Dos horas y solo quedan huesos.
En el caso del compostaje, la técnica está inspirada por el tratamiento que hacen de las reses muertas los ganaderos de la región. Aunque mucho más seguro y controlado. El equipo de Spade, por ejemplo, ha conseguido desarrollar pequeños sarcófagos hexagonales que, mediante técnicas de aceleración orgánica, descomponen los cadáveres en treinta días.
Durante el debate de la ley, que ha sido muy largo y sobre el que hemos hablado en más de una ocasión, los defensores del compostaje humano han explicado que es una medida eminentemente práctica: la técnica sería más barata que los habituales embalsamientos, entierros o incineraciones, pero sobre todo su huella medioambiental es mucho más baja.
Cada año, en EEUU mueren 2,7 millones de personas y la mayoría acaba o enterrada en un ataúd o incinerada. Según los proponentes, este sistema podría evitar más de medio millón de toneladas métricas de CO2 en 10 años. Lo que se necesita ahora mismo para producir la energía de 54.000 hogares norteamericanos en un año. Además minimizaría otros problemas derivados de la contaminación de aguas subterráneas que se dan en los cementerios tradicionales.
No está claro si estos beneficios se materializarán en los sistemas finales que se comercializarán a partir de mayo de 2020, pero la tendencia a transformar la industria funeraria en algo eco-friendly lleva ya muchos años en marcha. Hace ya casi diez años que las primeras empresas empezaron a plantear este tipo de ideas, pero se encontraron con limitaciones legales como las que se acaban de levantar en EEUU. Parece solo cuestión de tiempo que la revolución verde llegue a un sector que lleva descansando en paz quizás demasiado tiempo.
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