Volver a la normalidad. Cuanto antes y con el menor número de víctimas posible. Una vez que el coronavirus ha extendido sus tentáculos por los cinco continentes y la epidemia nos está obligando a tomar medidas nunca vistas en la historia reciente, esa "vuelta a la vida cotidiana" ha pasado a ser el objetivo fundamental de todos los países del mundo.
No faltan opciones y teorías. Pero, entre los numerosos planteamientos que se están discutiendo, hay uno que sobresale: los "certificados de inmunidad" para que aquellos que tienen anticuerpos puedan salir del confinamiento y reactivar la economía. Solo en los últimos días, en Alemania ya se ha empezado a trabajar en una encuesta seroepidemiológica que permita conocer el impacto real de la epidemia y, de paso, identificar a los ya contagiados.
Por otro lado, el primer ministro israelí Netanyahu ya ha manifestado su intención de hacer pruebas masivas de sangre para encontrar a aquellos que ya hayan superado la enfermedad. Pero ¿Es esto posible? ¿Es viable? ¿Por qué no se está implementando ya como medida para evitar el cierre total de la economía de los países afectados?
La carrera por encontrar el test que nos falta
Efectivamente, el planteamiento de localizar a aquellos que ya han desarrollado inmunidad tiene sentido y puede ser clave para que las sociedades volvieran a la normalidad con mayor rapidez. De hecho, el principal motivo por el que no se ha iniciado un programa de este tipo en algún país del mundo es, sencillamente, porque aún no tenemos los medios técnicos para hacerlo con seguridad.
Como hemos explicado en varias ocasiones, para diagnosticar COVID-19 ya tenemos dos sistemas fundamentales: las PCR (los tests moleculares que pueden detectar el material genético del virus en el cuerpo y que han sido utilísimas para el diagnóstico de la infección aguda) y los tests rápidos (pruebas inmunocromatograficas que utilizan la proteínas que produce el virus para detectarlo de forma muy rápida).
No obstante, nos faltan unos tests básicos: las pruebas serológicas capaces de identificar los anticuerpos que quedan en la sangre tras la infección del virus. Decenas de laboratorios, universidades y centros de investigación están trabajando en ello (y existen algunas propuestas muy prometedoras), pero es más complicado de lo que parece. No es difícil hacer uno de estos tests en un laboratorio, lo complejo es crear un sistema para llevarlo a hospitales y clínicas de todo el mundo.
No es ya que existen problemas para diferenciar los anticuerpos del SARS-CoV-2 del resto de coronavirus que viven entre nosotros; es que actualmente ni siquiera estamos seguros aún de que el virus genere inmunidad a medio-largo plazo. Los estudios preliminares apuntan a que sí, pero el riesgo de reabrir un país basándose en una prueba poco sólida es demasiado alto para ponerlo en marcha alegremente.
Por eso, los primeros movimientos (como los supuestos 3,5 millones de tests del Reino Unido) han sido recibidos con cierto escepticismo por parte de los investigadores. Sin embargo, esto no impide, como vemos, que el asunto de los "certificados de inmunidad" estén encima de la mesa. Al final, su introducción (o no) no va a depender tanto de la voluntad política como de la eficacia de otras estrategias; es decir, de si las barreras epidemiológicas y de distancia social consiguen controlar la epidemia antes de que haya pruebas serológicas masivas a disposición del que quiera usarlas.
Imagen | Robert Norton
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