"El uso de mascarillas en público es el medio más efectivo para prevenir la transmisión [del coronavirus] entre humanos. Junto con el distanciamiento social, la cuarentena y el rastreo de contactos, [las mascarillas] representan la forma más probable para detener la pandemia del COVID-19". Con estas rotundas conclusiones, se publicaba ayer un estudio en la prestigiosa revista PNAS en el que el premio Nobel mexicano Mario J. Molina y su equipo afirmaban que "la transmisión aérea era la ruta de contagio dominante" en el caso del SARS-CoV-2.
De confirmarse, no solo sería un descubrimiento importantísimo. Volatilizaría todos los argumentos contra las mascarillas y dejaría en evidencia lo que sería en el mayor error de la que ya es la crisis sanitaria más importante del siglo XXI: ignorar la importancia de la ruta de transmisión aérea en la expansión del coronavirus. ¿Realmente hay argumentos para pensar que esto es así? Lo cierto es que no. Al menos con este trabajo en la mano.
Sin embargo, eso no quiere decir que las tesis pro-mascarillas estén perdiendo peso. Poco a poco van apareciendo más estudios en favor del uso de mascarillas e intelectuales como Nassim Taleb empiezan a sugerir que no solo es necesario su uso, sino que es más que suficiente para frenar la epidemia. Esto es lo que sabemos hasta ahora
El extraño estudio de PNAS
Las conclusiones del estudio que se publicaba ayer son demoledoras. El equipo de Molina ha analizado tres escenarios distintos (Wuhan, Italia y la ciudad de Nueva York) para tratar de entender si la evolución de la pandemia tiene alguna relación clara con las medidas que se fueron tomando. A la luz de sus datos, los investigadores consideran que las medidas de mitigación no son eficaces y que solo las mascarillas tienen una relación directa con el frenazo de la curva de infectados.
No obstante, hay algunas cosas que llaman la atención y hacen que sea prudente tomar las conclusiones con cuidado. La primera es la simpleza del modelo. En la práctica, el trabajo trata de comprender la evolución de los contagios en los distintos países solo atendiendo a las medidas de mitigación aprobadas. Aún asumiendo que las mascarillas tienen un papel muy importante en esto, parece arriesgado no contemplar de forma mucho más seria los demás factores que actúan sobre la epidemia.
El caso norteamericano es un buen ejemplo: asumen que la única diferencia sustancial entre la respuesta de la ciudad de Nueva York y la del resto de Estados Unidos fueron las mascarillas. Algo que a la luz de las enormes diferencias que hubo en la aplicación de las recomendaciones de distancia social, cuarentena y aislamiento estas atribuciones parece que requerirían de un mayor desarrollo que el trabajo obvia completamente (pese a la rotundidad de sus conclusiones).
También hay una cuestión poco comprensible: la ruta de publicación. Pese a haber tenido tiempo, el estudio no se ha sometido a un "revisión por pares" estándar. Es lo que en el mundillo se conoce como "communicated": los autores pueden escoger a dos expertos para que hagan la revisión en lugar de someterse a un proceso de doble ciego. Como curiosidad, ninguno de los dos expertos que han seleccionados los autores son epidemiólogos (uno es químico computacional y el otro experto, en machine learning).
La "ruta aérea" sigue siendo polémica, pero las mascarillas ganan enteros
Como venimos explicando en los últimos días, el consenso actual es que (aunque el virus puede transmitirse vía aerosoles) la ruta dominante es la transmisión por gotitas de flujo respiratorio. La diferencia es brutal: si Molina y su equipo tuvieran razón, las medidas de distanciamiento sin mascarilla serían insuficientes. Por ahora, no obstante, lo que son insuficientes son sus datos. A la vista de este trabajo, no parece probable que ese consenso se mueva en una dirección ni en otra.
Eso no significa que el uso de las mascarillas no vaya ganando peso conforme pasan los días. A defensores habituales como Nassib Taleb, que sigue trabajando en sus modelos para defender que solo con el uso de dos mascarillas podríamos controlar la epidemia, hasta nuevas investigaciones que explican el impacto positivo que ha tenido en regiones como Alemania , donde estiman una caída de entre el 2,3% y el 13% en los primeros 10 días tras la implementación de la mascarilla obligatoria o su papel central en controlar la temida segunda ola.
Es decir, que mientras el peso de la transmisión aérea del SARS-CoV-2 sigue abierto, lo cierto es que la mascarilla aparece como una medida casi imprescindible para empezar a recuperar la vida social y económica con un mínimo de garantías y seguridad. Y más allá, sea como sea, todos las investigaciones que están en marcha son una noticia excelente porque vienen a completar un hueco inexplicable en la evidencia científica que llevamos años necesitando rellenar.
Imagen | Brian Mcgowan
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