Las cifras del coronavirus Wuhan siguen creciendo. El 2019-nCov sigue confirmándose en más y más gente, mientras crecen los fallecidos. Sin embargo, la progresión de afectados sigue las expectativas calculadas.
Es más, por suerte, no parece haberse descontrolado. El número de contagiados sigue acotándose a China y las zonas más cercanas. A estas horas, en el país sigue decretada la amenaza de salud pública, pero no hay una alerta internacional. ¿Por qué? En gran parte se debe a las medidas tomadas para controlar una posible pandemia. ¿Y de qué medidas estamos hablando?
¿Cómo se controla una pandemia para que no ocurra?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera una pandemia a las nuevas enfermedades que se propagan mundialmente o entre dos o más países; es decir, se produce una pandemia cuando un virus desconocido o una nueva cepa de los virus conocidos se extiende en varios países del mundo debido a la falta de defensas contra él.
Por tanto, ¿es el 2019-nCov una pandemia? No. No lo es precisamente por las medidas impuestas para evitar que una epidemia, circunscrita a un territorio nacional (China en este caso), se transmita de manera descontrolada entre varios países. Sí que se han confirmado casos más allá de China, por supuesto. Pero a estas alturas ya están controlados y no se siguen dando nuevos casos a partir de estos.
Para poder llegar a esta situación se tienen que dar una serie de medidas, algunas características del virus y algo de suerte. La OMS y las autoridades, en general, se basan en tres fases para poder controlar una pandemia. Cada una de ellas, a su vez, tiene diversas actuaciones, dependientes de la situación concreta.
Primera fase: predecir
Esta fase es anterior a todo lo que estamos viviendo. Consiste, básicamente, en generar datos, investigar y aplicar modelos (hechos en la siguiente fase, como ahora veremos) para predecir potenciales patógenos y su comportamiento. Conocemos cuales son nuestros principales enemigos y usamos ese conocimiento para estar preparados, tener una batería de datos y prevenir cómo se desarrollará una potencial situación.
En un comienzo, este coronavirus fue inmediatamente identificado como tal debido nuestra amplia experiencia con estos, especialmente con el trístemente celebre SARS de 2003. Así que lo primero que hicieron los investigadores, antes de descubrir que se trataba de una potencial pandemia, fue comparar el código genético con los coronavirus existentes. De ahí descubrieron que este se parece más a un betacoronavirus típico de murciélago. Con estos datos comenzaron a predecir, en los primeros días, cómo se iba a comportar. Por el momento se están cumpliendo los pronósticos con bastante exactitud.
De hecho, un algoritmo predijo en los primeros momentos cómo se extendería saltando de la región china a Bangkok, Seúl, Taipei y Tokio en los días posteriores a su aparición. Y sí, lo hizo antes de que ocurriera, como indica la palabra. El algoritmo desarrollado por una empresa canadiense especializada en monitorizar la dispersión de enfermedades infecciosas, ya había descubierto el brote y avisado de la noticia a sus clientes. Curiosamente, este algoritmo recoge la información a partir de las noticias y avisos de Internet, generando patrones y contrastándolos con los esperados del virus.
Segunda fase: modelizar y controlar
Nos encontramos en esta fase, principalmente. Cuando nos topamos con un nuevo virus, como el coronavirus Wuhan, los investigadores comienzan inmediatamente, empleando los datos de los que hablábamos, a contrastar y generar nuevos modelos que permitan predecir a corto plazo cómo se extenderá la epidemia. ¿A cuánta gente infecta un paciente? ¿Qué letalidad tiene? ¿Cuál es el periodo de incubación? Toda esta información se recoge a medida que transcurren las infecciones y se generan o corrigen los modelos. Estos datos se emplearán, cuando todo vuelva a empezar, en la primera fase.
Durante esta fase, también, se generan las medidas necesarias para controlar la expansión de una epidemia, evitando que se convierta en pandemia. El objetivo es mitigar sus datos. Por suerte, con nuestra tecnología y avances médicos, a día de hoy podemos controlar de forma bastante eficiente a un virus que, aunque no se presenta muy letal, se ha mostrado como terriblemente contagioso.
En el caso concreto del coronavirus Wuhan, estamos viendo como la fase de control se materializa en la suspensión de vuelos al país, inclusive España. Aconsejados por la emergencia de la OMS, el resto de países está minimizando las oportunidades de que el virus pase a nuevos pacientes, extendiéndose. Las vías aéreas, por su velocidad, alcance y, también por la cercanía con la que se trabaja con los pasajeros, son especialmente importantes.
Cuarta fase: tratar
Solapada con la fase anterior, llega un momento en el que se comienza a tratar la enfermedad. Esto puede consistir en tratar una diana terapéutica concreta del virus o tratar sus síntomas de manera paliativa. Esto último es lo que se suele hacer con los coronavirus, que no tienen tratamientos o vacunas muy eficaces y se tratan de paliar los síntomas para evitar que se vuelvan peores.
En esta fase se trabaja para mitigar las infecciones y reducir la capacidad de expansión a base de tratar y controlar a los afectados. Normalmente esta fase se da a la par que la enfermedad comienza a remitir en número de casos. Por el momento, pasarán varios meses, al menos, para que puedan desarrollarse vacunas eficaces contra este nuevo virus.
En estos momentos, un laboratorio australiano ya ha conseguido reproducir el 2019-nCov en el laboratorio. Esto es un paso esencial para entender cómo funciona, qué mecanismos actúan y cómo podemos usarlos en nuestro beneficio. De hecho, este apartado es imprescindible para poder desarrollar una vacuna.
El secreto está en el control
Aunque todas las fases son importantes, y además son inseparables, probablemente podamos resaltar la especial importancia del control. La noticia del cierre de Wuhan y sus alrededores, lo que ha dejado en cuarentena a unos 40 millones de habitantes, ya saltó hace unos días a la palestra. Pero, a pesar de lo tremenda que parece, en realidad esta es una de las acciones más eficaces.
En primer lugar, desconocemos mucho de los mecanismos de transmisión. Eso significa que no podemos atenernos con seguridad a un modelo: ¿se transmite en fase de incubación? ¿Hay portadores asintomáticos? ¿A cuántas personas puede infectar un paciente? Sin esos datos solo queda una respuesta: la prevención máxima.
Parte de esta prevención también consiste en cerrar los medios de transporte para evitar la propagación. A esto le añadimos los controles rutinarios en cuellos de botella, como aeropuertos y aduanas. En estos controles se hace un análisis básico de síntomas y temperatura. Aun así, esto no es suficiente, a la luz de la información que existe hasta la fecha, por lo que es necesario extremar la precaución, aunque esto resulte molesto para los viajeros.
En el peor de los casos se corta por completo el trasiego de personas y mercancías esperando a que pase la cuarentena. Estas medidas, aunque económica y socialmente dolorosas, son la mejor forma de controlar una enfermedad para que no pase de epidemia a pandemia, permitiendo que se desarrollen el resto de fases con más eficiencia.
Imágenes | CNN, Wikimedia
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