Llega el verano, las vacaciones, la playa y las quemaduras de tercer grado. Perdonad que sea así de directo, pero hace falta. Según la OMS, un tercio de todos los cánceres del mundo son cánceres de piel y casi 100.000 personas mueren cada año por su culpa. En algunos sitios es incluso peor, la Skin Cancer Foundation señala que en los últimos 30 años, “ha habido más norteamericanos con cáncer de piel que todos los demás cánceres combinados”.
Año tras año, la piel aparece siempre como la gran olvidada. Y es curioso porque, a diferencia de otras enfermedades, sabemos cómo reducir el principal riesgo: aplicándose protección solar. Sea por imprudencia, desconocimiento o sea porque el mundo de las cremas es más complejo de lo que parece, mientras escribo hay miles de personas poniendo en riesgo su salud. Y eso que aún estamos en junio.
Está claro que la información nunca está de más, así que repasamos lo básico que hay que saber sobre cómo funcionan los protectores solares y disfrutar del verano sin poner en riesgo nuestra salud.
El sol: enemigo número uno de la piel
El sol es una de las mejores cosas del mundo (del sistema solar, para ser exactos) y, a la vez, un peligro para la piel. No hay duda de que la exposición al sol está íntimamente relacionada con el cáncer. Como no ha duda de que los protectores solares ayudan a reducir el riesgo de carcinoma, el tipo de cáncer más común. Es cierto que la evidencia es menos sólida en el caso del melanoma, pero más por cuestiones metodológicas que por otra cosa.
El melanoma suele aparecer muchos años después de las lesiones producidas por el sol y eso dificulta trazar una línea causal clara. Algo que se suma a muchos otros problemas. El simple hecho de que las personas más pálidas (y por tanto más proclives a sufrir cáncer) usen más crema ya es un factor de confusión importante.
Lo cierto es que, incluso si obviamos otros tipos de radiación, los distintos tipos de rayos ultravioleta (tanto los UVA como los UVB) afectan al riesgo de cáncer, aunque de distinta manera. Los A afectan a la elasticidad, y las manchas solares. Los B producen quemaduras. Aunque hasta hace poco se pensaba que solos los B producían cáncer, ahora sabemos que no era así.
El riesgo varía mucho de persona a persona: depende de factores genéticos y factores ambientales. Pero siempre está ahí. Por eso, es mejor no descuidarse.Por todo ello, la pregunta relevante no es si el sol es peligrosos, la pregunta relevantes es cómo nos protegemos de él y, como digo, la respuesta es clara: con protección solar. Una vez esto está claro, empieza todo lo demás. Y no es sencillo.
¿Qué es el factor de protección solar?
El "Factor de protección solar" es el índice que indica cómo de bien nos protege la piel un producto concreto. Sin embargo, no es una medida de protección contra el cáncer. El cálculo del factor de protección se hace comparando cómo responden la piel con protección y la piel sin protección a la exposición al sol.
Es decir, lo que hace la crema es aumentar la capacidad natural de la piel para dar respuesta a la radiación solar. Si tu piel se quemaría en 20 minutos de exposición solar, la crema multiplica por esa cifra por el factor en cuestión.
Más allá de eso, la relación entre el factor y la protección real aumenta exponencialmente. Es decir, la protección crece rápidamente hasta el factor treinta y, a partir de allí, va creciendo poco a poco. Esto nos ayuda a entender mejor el funcionamiento del factor. Como dicen los expertos, “se debe tener en cuenta que un Factor 30 no es dos veces más protector que un Factor 15; más bien, cuando se utiliza correctamente, un Factor 15 protege la piel contra el 93% de la radiación UVB y un Factor 30 protege frente al 97%".
El problema es que la mayoría de las personas no se aplica protector solar de manera adecuada. O no se aplican la protección cuando deberían o no se la aplican correctamente. Ante la duda (y a veces hay muchas) cuanto más factor, mejor.
¿Sólo importa el factor de protección?
No, de ninguna manera. El factor de protección mide, fundamentalmente, la acción contra los rayos UVB. Como hemos dicho, hay otros tipos de radiaciones peligrosas que también deberíamos tener en cuenta. Por eso, es recomendable que buscar en el envasado las siglas IR y UVA dentro de un círculo.
Es decir, debemos buscar productos que protejan también frente a esos tipos de radiación. Tradicionalmente esa protección no estaba cuantificada, pero esto ha empezando a cambiar. Sea con una protección vinculada a la UVB (normalmente una tercera parte) o indicándolo con una numeración propia.
No bajar la guardia: el agua
Hay un tema que no debemos descuidar: la resistencia al agua. Muchos estudios concluyen que una de las principales fuentes de pérdida de protección de los protectores del mercado se debe a que no son lo suficientemente resistentes al agua. Para que nos hagamos una idea “Water-Resistant” debe proteger tras 40 minutos de inmersión agua y “WaterProof” a 80 minutos.
El momento crítico: la aplicación
Las indicaciones de los expertos nos dicen que debemos aplicarnos la crema de protección solar entre 15 y 30 minutos antes de salir al aire libre. Aquí la variabilidad puede depende del tipo de crema (hay algunos 'bloqueadores físicos' con los que no hace falta, pero la mayoría de cremas actuales solo funcionan correctamente una vez que se han “chupado” por la piel).
Hay que untarse todas las partes del cuerpo que vayan a estar expuestas al sol (incluyendo cara, orejas, brazos y labios) y una capa importante (el cálculo general es de 2 miligramos por cada centímetro cuadrado: es decir, un vaso por cada adulto de tamaño medio). Además, hay que aplicarse las cremas cada cierto tiempo (teniendo en cuenta el factor) y después de cada baño según las indicaciones de la botella.
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