En EEUU empiezan a legalizar el uso terapéutico de los "hongos mágicos": lo que sabemos de un tratamiento aún poco estudiado que puede ser la nueva marihuana

Bajo la sobredosis informativa de las elecciones presidenciales norteamericanas, en algunos estados de aquel país han pasado cosas interesantes. Sin ir más lejos, Oregón se ha convertido en el primero en legalizar los "hongos mágicos" (la psilocibina) para uso terapéutico. De entrada, puede parecernos una noticia algo ajena a nosotros, pero a poco que reflexionamos sobre el asunto nos damos cuenta de que, bajo una votación discreta en un estado remoto de EEUU, se esconde un trailer de lo que está por venir.

Y es que desde hace más de una década, EEUU se ha convertido en la punta de lanza de un cambio social, económico y político en nuestra relación con las drogas que ha acabado por introducirse en el debate público español. Por eso, el caso de Oregón es interesante más allá de su carácter de "ratón de laboratorio" y nos permite ver en vivo y en directo cómo las tensiones entre las ciencias biomédicas y la legislación pueden crear problemas difíciles de resolver.

¿"Hongos mágicos"? ¿"Psilocibina"? ¿Uso terapéutico?

Kalineri

Empecemos por el principio. La psilocibina es, junto con la psilocina, uno de los alcaloides triptamínicos alucinógenos más conocidos. Aunque se localizaron inicialmente en los hongos del género Psilocybe, hay casi un centenar de especies más que también lo sintetizan. Su consumo produce midriasis, relajación muscular, falta de concentración y, esto es lo que tradicionalmente nos ha interesado, alucinaciones visuales y auditivas sin pérdida de conciencia.

Aunque durante décadas ha sido una de las "grandes" drogas recreativas, es cierto que si echamos la vista atrás parece que tuvo un papel destacado en algunos rituales propios de los sistemas médicos amerindios. Quizás por eso, siguiendo la estela de Youyou Tu con la medicina tradicional china, en los últimos años, varios equipos universitarios de primer nivel se han preguntado si podría tener un papel también en la medicina moderna.

De hecho, si rebuscamos en la investigación disponible podremos ver que hay un número creciente de trabajos que encuentran en la psilocibina un aliado interesante para tratar enfermedades emocionales como la depresión o el estrés. Especialmente, las vinculadas a otras enfermedades crónicas como el cáncer.

No obstante, los estudios son pequeños y el tamaño de los efectos, modesto. En parte porque su uso y tenencia era ilegal, la investigación relacionada con la psilocibina se ve incapaz de pagar los cheques que sus defesores más entusiastas no dejan de extender a nivel mediático. Es algo interesante y digno de estudio, pero está muy lejos de constituirse en una opción terapeútica al uso. De hecho, en la inmensa mayoría de países del mundo (por no decir todos) aunque se legalizara, no se podría usar como tratamiento: no está autorizado.

Una batalla legal que va más allá de lo que dice la ciencia

Zack Spear

Es el caso también de Oregón. A día de hoy no está claro cómo funcionará esta legalización de uso terapéutico. Está en manos de la Autoridad de Salud del estado la puesta en marcha de los mecanismos regulatorios y las medidas sanitarias para permitir el cultivo, la distribución y la venta de la psilocibina. Por no tener, no tenemos ni siquiera guías claras de tratamiento a las que poder adaptarnos. Se ha aprobado un uso terapéutico que no sabemos en qué consiste.

Esto es lógico porque, en EEUU por ejemplo, tanto la FDA (la autoridad sanitaria) como la DEA (la administración para el control de drogas) deben aprobar cualquier investigación con drogas psicodélicas independientemente de lo que diga el Estado en cuestión. Esto ha impedido que los Institutos Nacionales de Salud del país hayan hecho estudios lo suficientemente grandes como para avalar el uso terapéutico de esta droga.

Esta presión social y legislativa por aprobar usos que no están demostrados es agridulce. Por un lado, sienta las bases para que los estudios necesarios puedan llevarse a cabo. Pero por otro, como ya ocurrió en su momento con otras drogas, a menudo lo que se intenta es una legalización de facto de los usos recreativos que tiene como consecuencia la creación de un clima de desinformación sobre el potencial y los peligros reales que entraña el uso de la droga en cuestión.

Por eso Oregón es importante: su éxito o su fracaso marcará el futuro próximo de una industria que, como en el caso de la marihuana, puede ser mucho más importante de lo que podemos imaginar.

Imagen | Michael Fousert

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