En Iruma, una ciudad al norte de Tokio, han comenzado a etiquetar con códigos QR a personas que tienen algún tipo de demencia senil. Los códigos tienen la información necesaria para identificar a la persona y para llevarla a su casa en caso de que esté perdida.
La idea, como explicaba el propio ayuntamiento, es "ayudar a las familias afectadas a encontrar a sus familiares desaparecidos". Más allá de la posible polémica, cada vez está más claro que Japón se presenta como el gran laboratorio social de un mundo cada vez más mayor y con más achaques.
QRs para todos
En los últimos años, han surgido numerosos dispositivos con la misma finalidad: identificar y tener monitorizados a personas con demencia senil. Pero no son muy fiables. Ni todos los pacientes los tienen, ni son seguros. Al estar en prendas de ropa o zapatos, se pierden u olvidan en muchas ocasiones.
Los códigos de Iruma están fabricados por una empresa local y van en unos pequeños sellos adhesivos que tienen una vida útil de unas dos semanas. Teóricamente son resistentes a la lluvia, son difíciles de quitar y tienen un número de identificación individual que permite a las autoridades monitorizar a los pacientes.
Japón el laboratorio del futuro probable
Esta medida se está dentro de los intentos de las autoridades japonesas para resolver los nuevos problemas que surgen en sociedades tan envejecidas como la suya. Sin ir más lejos, a finales de 2016, y tras una serie de accidentes de coche, la policóía inició una campaña que ofrecía a todos los japoneses mayores de 75 años descuentos en restaurantes de fideos a cambio de renunciar al carnet de conducir.
En este caso, no obstante, no han faltado voces que critiquen los problemas de privacidad o que señalen que esto puede ser la puerta de entrada de sistemas de identificación personal similares en toda la población. Pero en Japón, que se enfrenta a un colapso demográfico sin paliativos, no ha tenido demasiada contestación.
No sólo hay un envejecimiento poblacional rapidísimo y muy preocupante; sino que, según las estimaciones, en 2025 habrá 7 millones de personas con demencia. Un problema que, en mayor o menor medida, afecta a todos los países desarrollados del mundo y que ha convertido a la isla del Sol naciente en uno de los laboratorios sociales del mundo (envejecido) que viene.
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