Era cuestión de tiempo, pero eso no lo hace menos polémico y conflictivo. España está preparando un nuevo sistema para vigilar el COVID-19 que abandona la "notificación exhaustiva de casos" y, como adelantaba Pablo Linde en El País, se parecerá mucho al sistema actual de vigilancia de la gripe. En plena sexta ola y con niveles máximos de incidencia puede parecer un movimiento audaz, pero como señalaba la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, "esta ola ha sido distinta a todas las demás" y son esas diferencias las que empiezan a dibujar el verdadero fin de la pandemia.
Gobierno y comunidades llevan trabajando en este nuevo enfoque desde verano de 2020 y, aunque las distintas olas han ido retrasando su introducción, parece que ahora cuando se está terminando de definir y cuando se fijará una fecha para ponerlo en marcha. ¿En qué consiste esta nueva forma de monitorizar la enfermedad y qué nos dice sobre el futuro de la pandemia?
¿En qué consiste el nuevo sistema?
Vayamos a lo sustantivo. Ya hemos hablado de la famosa transición de "pandemia" a "endemia"; es decir, del momento en que nuestra capacidad para prever y controlar la evolución de una enfermedad convierte lo que venía siendo un problema de salud pública en un problema de gestión sanitaria. Un problema que puede ser grave, pero que supone el fin de la excepcionalidad. Ese paso conlleva muchas cosas y, tradicionalmente, entre ellas vienen los cambios de contabilidad.
La idea en la que trabajan Gobierno y comunidades conlleva abandonar progresivamente la vigilancia universal del COVID-19 y pasar a usar una red centinela. A nivel básico, esto significa dejar de cotar los casos uno a uno y poner en marcha un sistema de muestreo (estadísticamente significativo). Se seleccionarán un grupo de médicos, centros de salud y hospitales gracias a los cuales (a la información que faciliten) se podrá seguir la evolución de la enfermedad.
Es el sistema que, por ejemplo, usamos hoy por hoy con la gripe y, por ello, no es algo difícil de implementar. De hecho, hay cinco comunidades que "ya han empezado en modo piloto la vigilancia con este sistema en primaria, y nueve en hospitales" para determinar qué centros y hospitales son los que monitorizar en el futuro, explicaba Linde.
¿Una oportunidad perdida?
El cambio de un sistema de conteo exhaustivo a uno de muestreo es, pues, una buena noticia. Es una de las señales más claras de que para las autoridades sanitarias la pandemia está progresivamente llegando a su fin. No obstante, nos hace preguntarnos varias cosas fundamentales sobre cómo se gestionan los datos sanitarios del país. Es decir, ¿tiene sentido usar métodos de muestreo cuando tenemos archivados (y podríamos examinar a nivel estadístico) los historiales médicos de todos los ciudadanos del país? ¿No sería mejor poder saber a tiempo real cuántas gripes, covides o resfriados se diagnostican y tratan en España? ¿No nos daría una imagen más precisa, más potente, más verídica?
Dicho de otra forma, ¿no estaremos perdiendo la oportunidad de adaptar los sistemas de vigilancia epidemiológica a las nuevas tecnologías de gestión de datos? Es cierto que el cambio de un sistema a otro conlleva más cambios que solo el método de conteo. Sin ir más lejos, conlleva el fin de los testeos masivos. En un contexto endémico como al que parece que nos acercamos (y a falta de saber qué ocurre con los antivirales orales) determinar la enfermedad respiratoria que tiene cada paciente solo tiene relevancia clínica para el sistema de salud cuando se ha de aplicar un tratamiento concreto; esto es, cuando el caso es grave y, normalmente, ya está hospitalizado.
No obstante, la sensación de oportunidad perdida es difícil de disipar. Sobre todo, porque ninguna de esas cuestiones organizacionales y diagnósticas está en contradicción directa con mejorar nuestros sistemas de monitorización sanitaria. Poco a poco, la idea de que la pandemia nos iba a servir como un momento crítico para actualizar el sistema sanitario y llevarlo al siglo XXI se va quedando más y más lejos. Hay algunas buenas noticias (y cambios que, nos gusten o no, han venido para quedarse), pero las bases del sistema siguen ancladas en el mismo momento tecnológico que antes de la pandemia. Es, lo miremos como lo miremos, una de las grandes oportunidades perdidas.
Imagen | Omar Elsharawy
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