El sol se está quedando en silencio. En las últimas décadas, las machas solares han ido desapareciendo progresivamente de nuestra estrella favorita hasta lo que parece un mínimo histórico.
Las manchas solares son la forma con la que, desde hace más de 400 años, medimos y controlamos la actividad del sol. Una actividad que, por lo que sabemos está íntimamente ligada a las temperaturas y las condiciones climatológicas de la vida en la Tierra. Por eso, la progresiva desaparición de manchas ha hecho que muchos expertos se pregunten qué está pasando y si es posible que nos estemos aproximando a una nueva edad del hielo.
Escrito en las estrellas
Las manchas solares son regiones de la superficie solar con una temperatura más baja que sus alrededores. Es decir, son esas cosas negras que se ven en las fotos. Lo cierto es que, en realidad, no son negras sino más bien de un rojo brillante pero la diferencia de temperatura con el resto del sol hace que - por comparación - nos parezcan oscuras.
Desde 1610 o incluso antes, los astrónomos han estado contando las machas solares conforme iban apareciendo en la superficie del sol y han creado una de las bases de datos más fascinantes de la historia. Gracias a ella, hemos aprendido mucho y hemos descubierto algunas cosas sobre el comportamiento de las manchas. Por ejemplo, sabemos que el número de manchas solares va por ciclos de unos once años de duración entre su pico más alto y su pico más bajo. También sabemos que existen ciclos mucho más largos como el de Gleissberg que ocurre cada 80 años.
Ni contigo, ni sin ti, tienen mis males remedio
Antes de 1600 no tenemos recuentos de manchas solares, pero hemos descubierto que los niveles de carbono 14 correlacionan muy bien con la actividad del sol. Por eso, sabemos que hubo otros mínimos históricos como el de Oort entre 1010 y 1080, el de Wolf entre 1280 y 1350 o el de Spörer entre 1460 y 1550.
Es muy complejo establecer correlaciones directas entre la actividad del Sol y los sucesos de la Tierra, pero la relación está más que clara: si nos fijamos en el mínimo que ocurrió entre los años 540 y 660, veremos que cosas como la plaga de Justiniano, la entrada de los turcos en Anatolia, la unificación de China o el inicio de la expansión árabe ocurrieron justo en ese periodo.
También sabemos que (con la excepción del mínimo de Oort) entre los años 800 y 1200 hubo un periodo de máximos que coincide con el 'periodo cálido medieval', el momento histórico en el que Occidente, impulsado por las buenas cosechas y el calor, salió de la Edad Media. Casi 500 años después (entre 1645 y 1715) llegó el mínimo de Maunder, en el que las manchas solares prácticamente desaparecieron y el mundo vivió lo que conocemos como la Pequeña Edad del Hielo.
Con esta extraña relación bien presente, los científicos han descubierto que, en los últimos ciclos, el sol ha estado más quieto que de costumbre. Nos encontramos en un periodo de actividad parecido al de 1790-1820 que conocemos como mínimo de Dalton y que muchos confieren un papel clave en las malas cosechas y el encarecimiento del pan que acabó por desembocar en la Revolución Francesa. Esto hace que aunque los modelos predictivos no estén muy desarrollados, la hipótesis de la nueva edad de hielo esté sobre la mesa. Preparen la ropa de invierno, por si las moscas.
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