Hace unos días hablábamos del grafeno de la biotecnología: las células madre. Una revolución brutal que siempre se está anunciando y que siempre está por llegar. ¿Qué está pasando con ellas? pero sobre todo, ¿Qué va a pasar?
Las células madre han pasado de ser uno de los temas más polémicos del mundo hace solo unos años, a convertirse en un trasto olvidado para el gran público. Por eso nos hemos parado a investigar sobre su futuro (si lo tiene) y, muy especialmente, sobre sus problemas. ¿Por qué llevamos 20 años haciendo promesas revolucionarias y nunca pasa nada?
Una breve brevísimo introducción a las células madre
En términos generales, una célula madre es una célula que puede originar, bajo ciertas condiciones, cualquier tipo de célula del cuerpo. Aunque son un fenómeno muy curioso, nuestro interés en ellas es instrumental: durante las últimas décadas hemos dedicado muchos esfuerzos a aprender a sacarles todo el partido posible.
Contra lo que solemos creer, nuestro cuerpo está muy lejos de ser una masa celular estable. Las células van muriendo y se van reponiendo de tal forma que cada pocos años somos personas casi enteramente 'nuevas'. La reposición de estás células, o al menos de las que más tenemos que reponer, se hace gracias a un tipo de células madre no embrionarias que viven en nuestro cuerpo: las hematopoíeticas producen sangre, las neuronales son las encargadas de la neurogénesis, etc...
Poner la medicina del revés
Pero lo que sigue cambiando nuestra forma de pensar en la medicina es la capacidad para reprogramar células adultas y crear con ellas células madre. Es decir, las células madre se han convertido en una fase intermedia gracias a la cual podemos usar cualquier célula adulta para crear cualquier otro tejido del cuerpo. De hecho, los últimos desarrollos son capaces de convertir una célula en otra célula de otro tipo directamente, sin tener que convertirla en célula madre en el proceso.
Por ejemplo, somos capaces de coger los fribroblastos (un tipo de células que proliferan en las cicatrices) que aparecen en el corazón tras un infarto y reprogramarlos en cardiomiocitos perfectamente funcionales. Hemos desarrollado técnicas capaces de crear de cartílagos, hueso o, y esto es mucho más espectacular, timos perfectamente funcionales (los timos son glándula del cuerpo donde maduran las células-T, las células encargadas de coordinar la respuesta inmune celular).
Aún no podemos imprimir ni tejidos ni órganos porque aunque podemos diseñar estructuras a nivel celular, nos falta precisión a escala nanométrica para operar sobre las interacciones intracelulares y aún no podemos producir tejidos operativos sin cultivarlos. Pero falta poco.
¿Cuál es el futuro real de estas terapias?
Realizar mejoras en pacientes tras lesiones medulares, recuperar corazones tras un infarto, o curar la diabetes cultivando y trasplantando células de islote (productoras de insulina) en el páncreas. Como dice Kevin Shakesheff, profesor de ingeniería de tejidos de la Universidad de Nottingham, esto son objetivos razonables para los próximos diez años.
Unos pocos años después, podremos curar enfermedades sin tratarlas. En combinación con técnicas de ingeniería genética, podremos crear células (órganos enteros) que no solo sean 'inmunes' a las problemas genéticos, sino que sean capaces de detectar otras enfermedades y adelantarse a ellos.
Más aún, el abaratamiento de la tecnología, su precisión y seguridad están dibujando un escenario distinto: el futuro de las terapias celulares puede verse como una extensión radical de la 'medicina de trasplantes' hasta llegar a desarrollarse ambulatoriamente a nivel de atención primaria.
El problema es que mucha gente durante mucho tiempo nos ha dicho que las células madre son el futuro de la medicina. ¿Por qué, pese a los avances, no acaba de arrancar?
El principal problema no es técnológico
Cuando hablamos de avances biotecnológicos, nos centramos en las posibilidades técnicas y tendemos a olvidar las innovaciones sociales o institucionales que los deben acompañar.
En este sentido, las terapias celulares basadas en células madre tienen un inconveniente frente a CRISPR (que nos tiene locos últimamente): a diferencia de este último, las células madre desafían en mucho niveles el modelo sanitario general y el modelo de negocio farmacéutico en particular. Quizá ese sea ese el principal problema de las células madre y su faceta más disruptiva.
Aunque ambos tienen mucho que ver, no se trata tanto de la financiación del sistema (sea el modelo Beveridge - financiado por impuestos - o el modelo Bismarck - financiado por cuotas obligatorias) como de la forma en que se articula y provee la salud. La clave está más en la oferta que en la demanda.
En el 86, cuando se aprobó la Ley General de Sanidad y el sistema comenzó a desarrollarse, todo empezó a organizarse según el estado de las tecnologías médicas del momento. Pero en 1986 (o en 1949 cuando nació el NHS inglés) la informática médica estaba dando sus primerísimos pasos, las técnicas diagnósticas eran lentas y costosas y las comunicaciones en el país eran muy malas. Como respuesta, se creó una pirámide que iba desde centros de salud a centros de referencia nacional que funcionaban como matrioskas rusas. Hoy no haríamos un sistema así pero las decisiones que se tomaron en su momento (y que eran acertadas) nos condicionan hoy. De hecho, el modelo básico con el que se articulan los modelos debería haber cambiado hace tiempo: la medicina está volviendo a ser domiciliaria, ambulatoria y distribuida. Y las terapias celulares tienen un papel fundamental en ese cambio.
Imágenes | Emily King, cnicholsonpath, Kai Schreiber
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 17 Comentarios